
La artista costarricense Priscilla Monge engalanó la Bienal de Venecia de este año con los sonidos de un idioma que se habla en Costa Rica pero que ni los mismos ticos conocemos: la lengua indígena maleku.
La obra sonora Carajacaquijerrisuf es parte de la exposición “Voces indígenas” que agrupa a 21 artistas latinoamericanos invitados por el curador alemán Alfons Hug, abrigados en el espacio llamado Arsenal.
El proyecto dirigido por Hug integra el pabellón del Instituto Italo-Latinoamericano (IILA) y, según el curador, los exponentes seleccionados tienen una afinidad con el legado lingüístico indígena. “Se tomó en cuenta no solo la relevancia histórica y cultural de la lengua y del grupo étnico, sino también el peligro de extinción al que están expuestos y su atractivo estético”, indicó Hug.
Así, el experto les pidió a los artistas que hicieran una grabación de alguna lengua de sus respectivos países que estuviera en peligro de extinción. Posteriormente, los audios se fueron encadenando uno tras otro, para integrar una especie de archivo sonoro. “El resultado final es muy poderoso, porque en el espacio de exhibición no hay imágenes, ni objetos, solo el sonido de estas lenguas que forman una especie de oración o meditación”, declaró Priscilla Monge a La Nación.
Ella se internó varios días en la reserva indígena Maleku, en Guatuso de Alajuela.
Monge tuvo incluso varias reuniones previas con líderes de la comunidad. “Llegué sin saber qué hacer, pero después de estos encuentros, todo fue tomando su propia forma y se dio de manera fluida. Tuve la oportunidad de escuchar por primera vez su lengua y también aprender de forma muy general acerca de su cultura, su ética, sus creencias espirituales y la vida en la comunidad”, narró la artista, quien había participado por primera vez en la Bienal de Venecia en el 2001.
En esta ocasión, su atención se fijó en un ritual ancestral maleku llamado “La fiesta de las tortugas” y en el vínculo que, para ese grupo indígena, existe entre naturaleza y espiritualidad.
“Se da en una época del año en la cual viajan en pangas hasta lugares especiales en busca de tortugas y peces que luego llevan a la comunidad para hacer una fiesta. Esto suena sencillo en mis palabras, pero es una costumbre compleja, porque tiene que ver con el territorio del Refugio de Caño Negro, con su territorio sagrado y el reencuentro, por primera vez en mucho tiempo, con esos lugares sagrados que les habían sido vedados”, explicó Monge.
La obra final integra tres grabaciones que fueron ensambladas en una sola pieza por el ingeniero de sonido y productor Jorge Castro (Dr. Music).
La primera es una narración realizada por Lilliam Elizondo, una mujer de la comunidad, en la que cuenta las experiencias vividas de niña y luego, como adulta, durante la celebración de “La Fiesta de las tortugas”.
“La segunda grabación es una oración hecha por dos niños de la escuela, que se reza para buscar la protección de los menores de 12 años”, agregó la artista, al resaltar que la traducción de la plegaria la hizo un niño de 9 años llamado Carajacaquijerrisuf. La tercera es una canción que habla de amores, traducida al español por Denia Blanco, profesora de la escuela. La Bienal se mantendrá abierta hasta noviembre.