“Siempre estoy haciendo cosas: por esto nunca me aburro”, dice Roberto Lizano, y lo prueban sus manos cantarinas que no se quedan quietas ni cuando se cruzan. “Así hice este cuadro: me aburría en una reunión y me puse a cortar papeles con los dedos”, añade el artista, y una pared de la galería muestra un collage hecho de prisa: una travesura, un rostro montado con papeles de colores.
Rostros se llama precisamente la exhibición de Lizano abierta en la Galería Rafa Fernández de la Escuela Casa del Artista. La exposición incluye 37 obras hechas con las más variadas técnicas.
Este magnífico artista mira ahora un cuadro apaisado donde se repiten, con variantes, imágenes de la pintora mexicana Frida Kahlo. ¿Qué hace aquí? “Hice esto sobre la base de un grabado de Diego Rivera que encontré en Costa Rica”, detalla Lizano.
Añade que la costarricense Judith Ferreto y su hermano Arnoldo se asilaron en México a fines de los años 40 porque eran comunistas. “Judith fue enfermera y amante de Frida Kahlo, y guardó pertenencias de ella, que trajo a Costa Rica en 1986”, dice Lizano.
Agrega que, tras morir Judith, sus familiares vendieron sus objetos a un anticuario, quien los mostró a Lizano. Entre ellos estaban un grabado de Diego Rivera y un dibujo de Kahlo dedicado a Judith. Roberto lo utilizó (en xerocopia) para una obra aquí expuesta, que incluye dibujos de Lizano.
Tres dimensiones. Impresionan dos “cartones” de gran formato: La Pinta y La Santa María, las Niñas y las Pintas , de 1992, hechos con motivo de quinto centenario de la llegada de Colón a América. Los cuadros de cartón son collages (encolados) que incorporan fotos, dibujos al carboncillo y puntos de pintura lanzados con cepillos de dientes.
“Yo empecé a jugar con los cartones en 1985, cuando Julián Prieto nos llevó a don Paco Amighetti, Margarita Quesada, Mario Castro y a mí a Nueva York. Como yo no tenía materiales, recogí cajas de cartón en la calle y las empleé. Ni siquiera les borro sus leyendas. Lo mismo hice en otras ciudades”, detalla Lizano.
“Yo estudié ingeniería civil y me interesaron siempre el relieve y el volumen. El cartón me ayuda a lograr la tercera dimensión. No uso tijeras para cortar el cartón porque lo arruga, sino la punta de una cuchilla: dibujo con ella”, explica Roberto.
Pregunta: “¿Dónde está su profesión de ingeniero?”. Contestación: “No tengo idea... En 1981 me enviaron a aprender qué hacía el Japón con su basura, y allá decidí que me dedicaría siempre al arte. Ya había estudiado en Bellas Artes en la UCR”.
“Tiempo después, Julián Prieto me llevó a exponer en Nueva York, y me fue muy bien. Años más tarde ya estaba vendiendo por miles de dólares; la verdad es que nunca supe cómo ocurrió eso”, sostiene el artista.
Multifacético. Dos metros hacia el sur, el relieve está de vuelta con El sueño, dos obras plegables como “acordeón”. Sobre la pared, los plieges forman prismas; a un lado y al otro, Roberto pintó el mismo personaje en diferente posición. Solo puede vérselos completos desde la izquierda o desde la derecha, pero no de frente. Estas obras se hicieron con grafito y lápices de color. En otros trabajos, Roberto empleó también tiza.
El retrato más desmesurado es De fiesta por Sudáfrica , que Lizano hizo en 1994 para una bienal realizada en Sudáfrica. “Esta pieza ha viajado mucho y ahora es propiedad del Museo de Arte Costarricense”, precisa Roberto.
“La exposición se llama Rostros , pero yo hago de todo: paisajes, flores collages , esculturas, performances... Mi gran tema es el ser humano. La gente me interesa, y he hecho miles de retratos desde niño”, revela el artista.
Lizano habita en una antigua casa, en el centro de San José, donde están la Librería Duluoz, el Café Rojo, una galería de arte, y, pronto, un teatro. Allí, Roberto tiene un taller. “El miércoles 16 lo abriré por el City Tour”, anuncia el artista.
El “cartón” El joven rosas capta su nombre de un tapiz de pared, antiguo, de color rosado, que lo reviste de tiempo.
“En el barrio Amón había muchas casas, que tiraron. Yo iba a recoger maderas y trozos de pared que tenían diez o quince tapices de papel sobrepuestos. Con estos papeles he hecho muchas obras”, expresa Lizano.
Roberto también recuperó fotos antiguas, en blanco y negro, pero coloreadas en talleres artesanales. Un ejemplo: la pareja titulada Matrimonio . Aquí y en todo, Lizano luce el trazo firme, la proporción, el deslumbramiento cromático: la maestría.
Retos del dibujo. Con breves trozos de marcos de pinturas (maderitas), Lizano compuso El triste , un retrato que, si no estuviese bien sujeto, se inclinaría hacia el cubismo. “Yo uso cualquier material: papel chino, alambre, cerámica, maniquíes...”, confiesa. En otras veces, Roberto empleó antiguas pinturas, anónimas, sobre las que pegó fotografías de antaño: el caso del bello collage llamado Reina de la noche .
Un retrato se pintó con carbón molido y engomado. Roberto lo extendió y luego retiró algunas líneas antes de que la goma se secase: resultó así casi una matriz de xilografía, dibujo “en negativo”.
“No hago retratos imaginarios: todos son de personas que he conocido”, explica Roberto ante Niña y Jennifer .
Marcos retrata a un amigo de Lizano. La obra es una cabeza hecha con alambre plegado muchas veces hasta lograr el perfil y el volumen. Un marco está pegado a la pared; otro, lejos de la pared, cuelga de hilos y encierra la escultura de alambre en un espacio que se imagina como un cubo de aire.
Cerca, Autorretrato combina dibujos y collages de fotos y papel de pared: todo es colorido, móvil, vital. “Yo no retrato a partir de una foto porque esto no tiene aventura: así solo se copian las dos dimensiones que se ven. En cambio, los retratos del natural son desafíos: cómo verter las tres dimensiones en dos. La realidad tiene sombras, tiene profundidad...”, describe el artista.
El grito es una composición escultórica que incluye un resto de vasija precolombina: “La encontré de niño, cuando mi padre me llevó a una finca”, recuerda Lizano. A un rostro de cerámica le ha añadido pequeñas bolsas cual alusiones a los desechos que asfixian la naturaleza y arruinan lugares históricos.
Reconocimientos. “Es bonito exponer aquí, en la Casa del Artista, porque viene mucha gente: artistas, sí, pero también señoras y señores que estudian arte, aficionados, niños...”, manifiesta Lizano.
“Manuel de la Cruz González fue el gran artista de nuestro país pues investigó en todos los campos. De niño conocí obras de Van Gogh y Picasso, y ellos me marcaron para siempre. El arte precolombino, el africano y el primitivo me atraen: los artistas sin nombre”, enumera Lizano.
José Edwin Araya Alfaro, director de la Escuela Casa del Artista, nos dice: “La posibilidad de tener a Roberto Lizano en la Galería Rafa Fernández fue una decisión del equipo curatorial; se fundamenta en su trayectoria de artista versátil y muy innovador. La exposición Rostros es una oportunidad de crecimiento para nuestros estudiantes”.
A su vez, la historiadora del arte Isabel Serrano Fuentes opina: “Los personajes de Roberto Lizano exhiben poses y ornamentos que plantean una afinidad con la antigüedad grecorromana, la Edad Media o el Renacimiento, pero también imponen un carácter tropical y contemporáneo”.
“Lizano ha ofrecido más de 40 exposiciones individuales; ha participado en cerca de 150 muestras colectivas, presentadas en diferentes partes del mundo, y ha obtenido muchos premios y menciones en importantes encuentros artísticos de este continente”, precisa Isabel Serrano.
Roberto Lizano nació en Alajuela en 1951. Es licenciado en escultura por la Universidad de Costa Rica. Así de trotamundos como su autor, las obras de Lizano se han expuesto en museos de numerosos países.
Entre otros galardones, Lizano ha recibido el Premio Único de la Primera Bienal no Convencional del Centro Cultural Costarricense-Norteamericano, el Premio Áncora de Arte y el Premio Nacional de Cultura Aquileo J. Echeverría.
Hay que conocer esta lucida exposición. Da gusto ver lo que ve un artista que sabe dibujar –y perdonen esta redundancia–.
La exhibición se ofrece en la Escuela Casa del Artista (Guadalupe, San José). Tel. 2234-1233.