La gente que no se conoce a sí misma, que es excluida de la sociedad o que tiene una dolorosa historia de vida, tiene un gran protagonismo en los textos de la dramaturga estadounidense Caridad Svich .
Ella, quien está de visita por primera vez en el país, tuvo en sus manos hacer la versión teatral de La casa de los espíritus , novela con la que Isabel Allende debutó en 1982. La obra está en cartelera en el Teatro Espressivo hasta el 13 de abril.
En esta interpretación, Svich quiso evidenciar el lado marginal que tienen los personajes principales de esta historia, porque, a su criterio, eso le da un sentido más real a la puesta.
Acá un extracto de la conversación que mantuvo con Viva .
¿Cómo han sido estos años dedicados a la dramaturgia?
Es una carrera muy difícil, desgastante, es algo que creo que no puede hacer cualquier persona. En lo personal, siempre he intentado dejar una cierta huella en lo que hago. Por ejemplo, todas mis obras son diferentes, aunque admito que yo siempre les encuentro alguna similitud.
Cuando dice que para usted pueden resultar parecidas, ¿a qué se refiere?
A que en mis textos siempre hay una relación entre el poder material y el espiritual; eso está en todas mis obras. Además, siempre tengo personajes confusos, llenos de problemas psicológicos, personas muy complejas.
Entonces le gusta trabajar con historias marginales.
Nunca lo había pensado, pero sí. Totalmente. Las historias marginales son las que más me interesan, ya sean historias verídicas o creadas. Te lo digo así: yo quiero llevar a las tablas lo que quizás se pueda quedar en el olvido. Las personas que no se conocen a sí mismas o que tienen problemas para adaptarse a la sociedad siempre tienen un relato interesante y ¡hay que tomarlos en cuenta!
En La casa de los espíritus hay varios personajes que se podrían catalogar como marginales.
Sí, el principal, que es Esteban Trueba, es lo más marginal que existe. Es una persona violenta, es odioso y fíjate que, a pesar de eso, la gente le agarra cariño en mi obra. Por eso es que me gusta mucho abordar historias marginales, porque abren el corazón de la gente, de una u otra manera.
¿Cómo hizo para adoptar este libro al teatro?
Fue una tarea larga y difícil. Tenía seis meses para escribir el primer guión. En ese tiempo, tenía que volver a leer el libro, para tener más frescos los detalles. Luego hice una lluvia de ideas y ahí fue saliendo.
¿Qué fue lo más fácil y difícil de hacer la versión?
Lo más fácil fue que, como Isabel (Allende) empezó escribiendo teatro, tenía en su chip incorporado hacer un libro que tuviera un personaje (Traube) que estuviera latente siempre y que diera de qué hablar. Al hacer eso, me ahorró mucho tiempo, porque ya tenía el motor principal de la obra.
”Lo más difícil, sin duda alguna, fue resumir 50 años de historia en dos horas con 15 minutos. Tenía que recortar tanto, que no sabía por dónde empezar. Además, en el libro los personajes no hablan en diálogo, así que me tocó imaginar cómo podían hablar entre ellos”.
¿Cómo fue la relación con Isabel Allende durante este trabajo?
Uno nunca sabe lo que va a pasar cuando el autor del libro con el que estás trabajando está vivo, porque estás trabajando con su materia, que es algo sagrado. Ella nos dio los derechos y fue muy relajada. Digo esto porque cuando hice la versión de la obra El tiempo de las mariposas , la autora Julia Álvarez quería ver cómo iba el trabajo a cada rato y eso es incómodo para mí, como escritora.
”Con Isabel fue todo lo contrario, yo trabajé con ella de forma imaginaria (risas)”.
¿De forma imaginaria?
Sí, yo con ella no tuve contacto real, pero sí imaginario. Yo le preguntaba en mi mente qué tal le parecía lo que iba haciendo y ella me daba su punto de vista (risas).
Cuando Isabel Allende vio la obra, ¿qué le dijo?
Ella vino a ver la obra cuando se estrenó en Nueva York (2009). Ese día tenía los nervios de punta. Nos paramos atrás, ella estaba en cuarta fila. Teníamos miedo. En el primer acto, estaba llorando y cuando vimos eso sentimos una doble emoción: primero, porque la atrapamos como cualquier otra persona de la audiencia y, segundo, porque le gustó.
”Me dio un abrazo y me dijo: ‘Lo inventaste todo. Me gusta’. Fue sensacional”.