Hay finales que se escriben sin palabras. Ayer, cuando la luz ya se asomaba por la ventana, Carmen Naranjo Coto puso el último punto a la gran obra que fue su vida.
La escritora falleció a las 6:45 a. m. en su casa de habitación de Alajuela. Su funeral está previsto para hoy en una ceremonia íntima. Posteriormente, su cuerpo será cremado y sus cenizas descansarán en el nicho familiar.
Como escritora, Naranjo fue reconocida con dos Premios Nacionales Aquileo J. Echeverría en 1966 y 1971, así como con el Premio Magón en 1986. También fue miembro de la Academia Costarricense de la Lengua.
Junto a su creación artística, se desempeñó en cargos públicos como embajadora en Israel (1972-1974), ministra de Cultura (1974-1976), directora del Museo de Arte Costarricense (1982-1984) y directora de la editorial Educa (1984-1992), entre otros.
Fue gestora de la ley de igualdad que promovió los derechos de las mujeres en el país. En el 2005, Naranjo ingresó a la Galería de la Mujer del Instituto Nacional de las Mujeres (Inamu).
“Fue una persona visionaria, fiel a sus principios y defensora de ellos”, destacó Manuel Obregón, ministro de Cultura.
Precisamente, el pasado 22 de diciembre, Obregón departió con ella por la tarde. Hablaron del Ministerio y le dio consejos sobre cómo impulsar, desde el sector artístico, el desarrollo del país.
“Ese día se le notaba la gran voluntad y esperanza de siempre”, manifestó Obregón.
Sus letras fueron sensibles a la realidad social del país y marcaron un momento de ruptura al introducir la temática urbana en la literatura costarricense.
“La aparición de Carmen Naranjo como poeta en los años 60 fue una revelación, pero también un rompimiento con la tradición literaria costarricense. Ya el campesino no era tan Magón ni tan Aquileo. Carmen era totalmente urbana y era una hija de la Segunda República”, comentó Alfonso Chase, escritor y amigo de Naranjo.
En los poemarios Canción de la ternura (1962) y Hacia tu isla (1966), así como en la novela Los perros no ladraron (1966), Naranjo escribía sobre una clase media, urbana y angustiada.
En El caso 117.720 (1987) y En partes (1994), Naranjo ahondó en la crisis de valores. “Escribía sobre los inicios de una crisis moral que se empezaba a vivir en Costa Rica”, recalcó Chase.
“Como literata fue innovadora. Todavía me detengo a leer sus cuentos y sus novelas, y descubro en ellos una mente privilegiada que supo encarnar el espíritu de la época. Como mujer y como escritora fue rebelde. Era la suya una rebeldía muy bien fundamentada: quería contribuir a forjar una literatura acorde con los tiempos, con la actualidad.
”Su obra fue transformadora, renovó las letras costarricenses, no solo en la narrativa, sino también en la poesía”, destacó Mía Gallegos, presidenta de la Asociación Costarricense de Escritoras.
“Era una mujer para ahora. Hubiera sido muy interesante en estos momentos porque este es el tiempo de los indignados”, dijo Chase.