Carlos Cortés no está por ahora en el periodismo, pero siempre hace noticia. En los últimos días ha recibido el respetado Premio Mario Monteforte Toledo (de Guatemala) por la novela El corazón de la noche , aún inédita. Hoy confiesa aspectos desconocidos de la factura de Cruz de olvido , libro por el que recibió el Premio Nacional de Literatura Aquileo J. Echeverría en Novela en 1999. También ha ganado “Aquileos” en Cuento y en Ensayo.
–¿Cómo creó la trama de “Cruz de olvido”?
–El proceso tardó diez años. Comenzó siendo una fábula alegórica sobre el poder que, por fortuna, no escribí en ese tono. En 1986 surgió la figura grotesca del Procónsul. Imaginé a un dictador de guayabera que, en vez de vivir una tiranía, habitaba un paraíso idílico aislado del mundo. En 1994, en París, reuní el material acumulado y añadí elementos que estructuraron la trama, como la matanza de La Cruz de Alajuelita, los crímenes del psicópata, la corrupción política y el fin de la revolución en Centroamérica.
–¿Hay continuidad entre este libro y sus obras anteriores?
––De un modo subterráneo. Desde mis primeras obras escribo sobre las mismas obsesiones, pero entonces había publicado mucha poesía y los textos narrativos eran exploraciones estilísticas. Algunos de los personajes femeninos de la primera novela, Encendiendo un cigarrillo con la punta del otro (1986), y del libro de cuentos Mujeres divinas (1994), se humanizaron y se entremezclaron en una trama realista.
–¿En qué se diferencia este libro de los otros que ha publicado?
–En todo. Cruz de olvido es mi caja de Pandora: abrió el camino para lo que vino después. No solo tiene una temática política, sino que pretende ser una obra total en cuanto a estructura y lenguaje. Busca dialogar con la tradición de las novelas de dictador de la literatura latinoamericana y es un intento de demolición de la identidad costarricense. Eso nunca lo había intentado antes.
–¿Cuáles influencias siguió o sintió en la creación del libro?
–En general, la lectura de la novela cubana y latinoamericana. Probablemente, el escritor más influyente en mi obra sea Reinaldo Arenas. En Cruz de olvido también hay un homenaje a Cabrera Infante. Otras referencias fundamentales son Faulkner y el gótico sureño, Malcolm Lowry, Sábato, el cine negro y el periodismo.
–¿Tiene un lector imaginario?
–Yo escribo para mí mismo, pero ese yo interior que me lee es siempre distinto. Depende del contenido del libro y del contrato de lectura que propone.
–¿Presenta los originales a amigos antes de publicar el libro?
–Solo cuando tengo dudas. La única persona que lo lee todo es María Lourdes Cortés. En ocasiones he recibido consejos de otros. El primer capítulo de Cruz de olvid o sí lo leyeron muchas personas porque quería saber si valía la pena seguir adelante.
–¿Cuándo escribe?
–Si estoy terminando un libro, a cualquier hora; si estoy en las etapas, preliminares prefiero la mañana. En mí conviven dos escritores: uno que escribe de día, y el otro de noche. Me obsesiona la noche, y por esto no siempre escribo a esa hora, porque me siento vulnerable; pero en ocasiones es indispensable arrancarse la piel para escribir.
–¿Puede evitar la distracción?
–Si estoy metido en un libro, la realidad desaparece.
–¿Rehízo partes del libro?
–Cuando la novela fue aceptada por la editorial Alfaguara de México, en 1999, su director literario, Sealtiel Alatriste, me pidió que reconsiderara la extensión. Acepté algunos cambios y otros no, pero yo tuve la decisión final. Pasar de una matriz de 600 páginas –como decía Cortázar– a un libro terminado, es un proceso arduo.
–¿Cuándo y cómo corrige?
–Siempre. Monterroso dice que escribir es reescribir, y tiene razón. Una de mis novelas inéditas tiene cinco versiones, y todas me dejan insatisfecho.
–¿Qué le costó más crear: ambientes, personajes, diálogos...?
–Que el mundo narrado fuera verosímil, autónomo, independiente, capaz de interrumpir la incredulidad del lector, como lo definió Coleridge. Eso involucra todos los aspectos anteriores.
–¿Le interesan las críticas –favorables o desfavorables– que suscitan sus libros?
–Me interesa la crítica que intenta descubrir la obra a sus posibles lectores. Los comentarios valorativos deben dirigirse a orientar el mercado literario y a estimular nuevas lecturas. La crítica académica es diferente porque no se hace en el corto plazo, y me apasiona como crítico y lector de literatura latinoamericana.
–¿Cuáles son sus libros?
–En total son unos 20 en todos los géneros. En narrativa son Encendiendo un cigarrillo con la punta del otro (1986), Mujeres divinas (1994), Cruz de olvido (1999), Tanda de cuatro con Laura (2002), La gran novela perdida: Historia personal de la narrativa costarrisible (2007), La última aventura de Batman (2010) y El corazón de la noche (inédito , Premio Centroamericano de Novela Mario Monteforte Toledo).