A Roberto Cambronero le gustan las novelas “raras”, según sus propias palabras. ¿A qué se refiere? Pues, habiendo leído su nuevo libro, titulado Como gigantes ahogados, uno podría pensar que habla de toda aquella historia que sorprenda en cada página, que tenga giros y, sobre todo, mezcla de géneros y temáticas.
Anteriormente, Cambronero escribió El insólito rapto de doña Inés, de la Editorial de la Universidad Nacional (EUNA), y Secuestrador de dos reyes: Retrato de Diego Gutiérrez y Toledo, con el sello Letra Maya. Ahora, con la novela Como gigantes ahogados, trae una historia que combina el coming of age con el esoterismo y otros temas que no conviene revelar demasiado para quienes deseen aventurarse en su historia.
Esta obra transporta a los lectores a una intrigante trama que sigue la vida de Alberto, quien, al cumplir 18 años y durante el divorcio de sus padres, se muda a la capital y se hospeda en casa de sus abuelos. Allí, deberá convivir con su excéntrica abuela y su nuevo marido.
La historia da un giro cuando Baldovino, un estudiante de Medicina, se suma al alquilar una habitación. Él se convierte en el guía de Alberto en este nuevo mundo urbano y, juntos, conocen a Pío, descendiente de una acaudalada familia, cuyos secretos quedarán develados de manera inesperada.
Acerca de este libro, que próximamente se podrá conseguir en Librería Internacional (ya está disponible en España), conversamos con Cambronero sobre sus intereses y logros con este relato.
—La pregunta obligatoria: ¿cómo nace la novela? ¿Bajo qué contexto, circunstancias, intereses?
—Me interesa bastante la literatura extraña, ese tipo de literatura que me dé algo que no sea lo esperado, lo obvio. Partí de una idea tópica, la de la “novela de formación” donde un joven entra a la vida adulta (y a la ciudad) y debe, de forma rápida, aprender. Pero quise enredarla un poco, por así decirlo, y darle un par de giros que se salieran de lo esperado. Es decir, pensé en lo que me gustaría obtener de una novela, escribir un libro que me gustaría leer.
—Me resulta muy llamativo que lo urbano es un tema importante. Usted es de San José; entonces, ¿de dónde proviene la idea de destapar historias de un muchacho que viene desde lo rural?
—Tomé la decisión para empezar la historia de cero. Que el encuentro con la adultez fuera un umbral al que se entra también de forma física: el protagonista se aleja de los padres y se enfrenta a la ciudad. Por lo mismo, casi no me adentro en su vida rural. Quería enfocarme en lo que conozco, la ciudad y en el crecimiento que el personaje experimenta en ella.
—El ingreso a la vida adulta también es relevante en la novela. ¿Eso tiene que ver también con su vida personal y el momento en que lo afrontó?
—Creo que para mi generación el ingreso a la vida adulta ha sido un tema problemático, porque no lo hicimos al mismo ritmo ni de la misma forma ni con los mismos resultados que el par de generaciones anteriores. Por eso, a nivel personal y literario, me parece algo de lo que estamos hablando mucho los escritores, es un tema que me interesa.
—La novela sucede en Costa Rica, pero se aleja de los folclorismos y paisajes comunes de la literatura tica. ¿Cómo fue esa decisión estilística de nombrar y retratar a San José de la forma en que lo hiciste?
—Precisamente para alejarme de esa visión común o folclórica, quise moverme por San José de una forma natural. Nombré los lugares que eran necesarios y también lo que me era familiar.
—La novela tiene muchos niveles de desarrollo: un enigma medular, la historia y emociones del protagonista y su entorno. ¿Cómo fue calibrar y dosificar cada arco temático?
—Mi escritura empezó en el teatro. Ahí aprendí, como es natural del género, a dividir en unidades, en escenas y dejar mucho de lo que ocurre alrededor de forma tácita (o tras bambalinas). Creo que eso fue lo que me ayudó a estructurar la novela que es breve, pero tiene, como decís, muchos arcos temáticos diferentes.
—El libro se publica con una importante editorial. ¿Cómo logró el lanzamiento a través de Pre-textos?
—En realidad fue bastante simple: hablando con uno de sus tres editores, Manuel Borrás. Me atreví a pedirle que leyera mi manuscrito para guiarme y, para mi sorpresa, me dijo que quería publicarla. Fue un proceso de edición serio, con muchas correcciones y etapas.
—Usted es un autor joven, de 28 años, con un buen recorrido, ¿cómo se siente con usted mismo y su obra?
—Ya no me siento tan joven, pero sí me alegro de las oportunidades que he tenido, sobre todo la de publicar mi obra en el extranjero. Aún siento que tengo mucho que aprender y espero seguir teniendo la oportunidad de escribir y trabajar con editores de ese nivel.
—¿Cuál es su mayor interés con la novela? ¿Qué quiere que se deje el lector?
—Creo que el primer deber de cualquier novela es entretener. No sé si quiero dejarle algo al lector más allá de eso.