En un planeta que gire alrededor de casi cualquier estrella del universo, cuando su eje de rotación se haya estabilizado –quizás millones de años después de su formación–, los polos de su esfera celeste estarán fijos, excepto por la posible precesión, como ocurre en la Tierra, y quizás hasta haya una estrella cercana a uno de los dos polos.
Imaginemos que se dan las condiciones físicas, químicas y biológicas para el establecimiento de algún tipo de vida, y que mucho tiempo después se desarrolla una especie inteligente: esta se desplazaría por la superficie del planeta y usaría la estrella polar para orientarse.
Cuando se alcanzase un cierto nivel de progreso en ciencias, los cartógrafos harían mapas. Establecer el equivalente a norte, este, sur y oeste sería simple, lo mismo que el “ecuador planetario” (a 90° entre los polos); también definirían paralelos y meridianos, que luego reflejarían en su esfera celeste para explorarla visualmente.
Como lo hacemos aquí, el día estelar será el intervalo de tiempo entre dos cruces sucesivos de la estrella por el meridiano del observador, debido a la rotación del planeta. Si el planeta se formó en un sistema estelar binario, hacer esto sería complejo, pero no imposible.
El ecuador planetario se proyectaría imaginariamente como el ecuador celeste: un círculo en el cielo que pasaría cerca de ciertas estrellas y permitiría reconocerlo con cierta facilidad.
Como es lógico esperar y como ocurre con la Tierra, el supuesto planeta tendría una “órbita plana”, que completaría al realizar su movimiento de revolución alrededor de la estrella cada “año planetario”. Esto lo garantiza una ley natural: se cumple en todo el universo y los físicos la llamamos “conservación del momento angular”: es la misma ley que nos ayuda a mantener una bicicleta en equilibrio.
¡Mirá la estrella...! El plano de la órbita planetaria podría coincidir o no con el plano ecuatorial del planeta. Si coincidiese, casi no habría estaciones, como en Júpiter. El planeta siempre tendría a la estrella en el ecuador, la región de mayor temperatura. De haber atmósfera, la meteorología sería quizás más simple que en la Tierra, pero dependería de factores “planetográficos”.
Si no coincidiesen, los dos planos estarán inclinados entre sí un cierto número de grados. Si este ángulo fuese grande (como en el caso de la Tierra: 23,5°), se demarcarían claramente zonas polares, templadas y ecuatoriales (tropicales); desde luego, habría estaciones.
Dejamos de tarea el deducir cuántas zonas habría, su tamaño (distancia entre los paralelos principales) y otras consecuencias, si la inclinación entre el plano orbital y el plano ecuatorial fuera de 45°.
Si la órbita planetaria resultase ser poco excéntrica (casi circular, como el caso terrestre), las estaciones solo dependerían de la inclinación del eje; de lo contrario, la distancia planeta-estrella también las afectaría.
Entonces, los habitantes de ese planeta verían la estrella (¡y los otros posibles planetas del sistema!) recorrer su esfera celeste a lo largo de esa curva imaginaria inclinada 45° con respecto a su ecuador planetario.
Dicha curva pasaría cerca de algunas estrellas lejanas que tomarían cierta relevancia. De seguro, les pondrían nombres, aunque, ¡espere!: podría faltar algo para escogerles buenos nombres.
A lo largo de esa curva, los habitantes habrían puesto nombre a algunos “asterismos” y “constelaciones” que parecen formar las estrellas lejanas y que son especialmen-te notables durante la noche. Los patrones podrían ser diferentes, aunque quizá sean las mismas estrellas que vemos desde la Tierra.
Otro zodiaco. Esos habitantes quizás sean lo suficientemente listos para identificar los asterismos solo con nombres de seres de un mismo tipo (robots, máquinas, seres vivos, etc.), reales o de su propia mitología: así podrían tener el equivalente a un zodiaco más homogéneo que el nuestro.
Para el zodiaco, los terrícolas pudimos haber empleado solo figuras zoomorfas; así, en vez de la balanza (Libra), pudimos escoger a la diosa de la justicia, Dike, como el nombre de una región en nuestra esfera celeste; así se explica en es.wikipedia.org/wiki/Dice
Si el planeta tuviese satélites naturales suficientemente grandes y cercanos como para producir eclipses (de estrella y de satélite), a dicha curva la llamarían con una palabra que signifique “Curva a lo largo de la cual pueden ocurrir eclipses”.
Igual que en la Tierra, en ese planeta ocurrirían solsticios y equinoccios, que señalarían los momentos de cambio de las estaciones y definirían la posición de dos paralelos importantes en el planeta. Llamémoslos “Trópico de Yang” (al norte) y “Trópico de Ying” (al sur).
Desde hace mucho tiempo, los habitantes del planeta se habrían dado cuenta de que la estrella pasa cenitalmente; es decir, está en lo más alto del cielo y no produce sombra de objetos verticales alrededor del mediodía local. Únicamente produciría sombras en lugares situados entre los dos trópicos.
En esas fechas, algunos pueblos realizarían celebraciones en honor a la estrella, la principal fuente de energía para el planeta y que ha determinado el tipo de vida.
Para avisarles cuándo se acerca la fecha de celebración cada año, los astrónomos locales han observado a la estrella ocultarse bajo el horizonte (ocaso). En un sitio especial de su pueblo han construido un calendario astronómico visual: una fila de grandes piedras que se alinea con el ocaso estelar, únicamente para esas dos fechas importantes: solsticios y equinoccios.
El autor es profesor pensionado de Física y Astronomía en la UCR.
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