Desde el 15 de abril del 2019, París no es la misma. Uno de sus símbolos más entrañables, la catedral de Notre Dame, está rodeada de andamios esperando el momento en que vuelva a mostrarse al mundo. Aquel horrendo día, la joya de la arquitectura gótica construida entre los siglos XII y XIII, en plena Edad Media, era devorada por las llamas, su impresionante techo de madera se desplomaba mientras siglos de historia se evaporaban, en tiempo real, frente a los ojos de todos.
El corazón de Francia estaba herido. Por eso, el presidente Emmanuel Macron no dudó en poner un plazo: en cinco años Notre Dame debía quedar restaurada. Una tarea monumental, no solo por los inmensos daños que tuvo la iglesia, sino porque se trata de una catedral histórica en donde la reconstrucción no podía hacerse a la ligera.
Por ello, desde hace cuatro años los detalles están siendo cuidados al máximo. Tanto que se están utilizando incluso técnicas medievales para recrear tal y como fue la catedral en su concepción, como el tallado y cincelado manual de las vigas de roble o la limpieza de sus exquisitos vitrales.
De hecho, cada material empleado tiene un equipo de especialistas que se alista para la gran reapertura prevista para el 8 de diciembre del 2024. Alrededor de mil personas trabajan en el proyecto, no solo en la misma Notre Dame sino en todo el país: desde leñadores, carpinteros, herreros, canteros, arquitectos, ingenieros, historiadores, restauradores, pintores, artistas plásticos, ceramistas, vidrieros, además de antropólogos y arqueólogos. Solo como detalle, los escombros no han sido desechados, sino que están siendo estudiados cuidadosamente para indagar la historia detrás de cada partícula de la catedral.
“Intentamos rehacer las cosas de forma idéntica. Pero también intentamos comprender la intención de los escultores originales, así que nos fijamos en las huellas que dejaron sus herramientas”, cuenta a la cadena CBS la escultora Danae Leblond, de 23 años, quien trabaja en el tallado de varias piezas, incluyendo las emblemáticas gárgolas.
Pese a que hubo propuestas para “modernizar” la catedral, como volverlo un inmueble ecoeficiente, o que tuviera una piscina en el techo o despidiera un haz de luz hacia el cielo, el gobierno francés persistió en la idea de que Notre Dame debía ser como era antes. Volverá a brillar restaurada, pero no recreada. Por ello, se están utilizando los mismos elementos que se usaron para su construcción: piedra, madera y hierro.
El llamado bosque de Notre Dame, un impresionante armazón de madera hecho de árboles que incluso databan de antes del siglo XII y que cubría el tejado, será reemplazado por otro armazón para el que se han talado unos 2 mil robles de hace más de 200 años, algo que causó polémica en el país.
Esa madera también está siendo utilizada para reconstruir la impresionante aguja de 60 metros de alto que se desplomó durante el incendio, y que volverá a coronar el techo de la iglesia en julio del próximo año, antes de la inauguración de los Juegos Olímpicos 2024 en París.
Un reto histórico
El incendio del 2019 no solo consumió el tejado de madera y la aguja, sino que al desplomarse impactaron contra el altar y gran parte de la nave central.
Pero la destrucción no quedó allí pues al tratar de extinguir las llamas, los bomberos debieron rociar gran cantidad de agua sobre la estructura de piedra caliza, lo que pudo haberla hecho colapsar completamente, algo que finalmente no ocurrió. Asimismo, la ceniza despedida formó un hollín que maltrató pinturas, esculturas y vitrales, así como el enorme órgano de metal.
Por tanto, el reto para todo el equipo que trabaja en la restauración es inmenso. “Es un gran desafío porque se tienen que cumplir con dos objetivos que usualmente se contraponen entre sí: primero, proveer seguridad a las personas que ocupan una edificación histórica frente a sismos y otros eventos extremos y, segundo, respetar los valores de la edificación que definen su carácter histórico, entre ellos el respeto a la autenticidad del edificio y el principio de mínima intervención”, señala a este Diario el ingeniero Daniel Torrealva, jefe del Laboratorio de Estructuras de la PUCP.
Un detalle interesante es que Notre Dame ya había sido objeto de una restauración muy compleja en el siglo XIX a cargo del arquitecto Eugene Viollet-le-Duc, considerado el padre del estilo nuevo gótico.
De él fue la idea de la aguja, el entramado de madera en el tejado que complementaba el bosque, las gárgolas y varias esculturas de bronce, dándole una nueva vida a la catedral que había sido abandonada y saqueada durante la Revolución Francesa.
En un inicio, los restauradores entraron en un debate sobre si debía recuperarse aquella catedral reconvertida por Viollet-le-Duc o la original del siglo XII, pero la decisión terminó siendo la que conocemos: Notre Dame tiene que volver tal y como estaba, renacida de sus cenizas.
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