Cristina Mora Jiliuta cristina.mora@nacion.com
La escritora panameña Consuelo Tomás cultiva la narrativa y la poesía en su tierra y por Latinoamérica. Además, es actriz de teatro de títeres y licenciada en Trabajo Social. Bocatoreña de pura cepa, su talento le ha facilitado viajar a España, Alemania, Argentina, Cuba y Centroamérica para participar en encuentros literarios.
Sus creaciones se han publicado en infinidad de revistas y han sido traducidas a varios idiomas. Las publicaciones de Tomás se destacan por ser un espejo cariñoso de su pueblo, mezclado con ironía y con humor.
Consuelo Tomás es parte de los invitados extranjeros a la XVI Feria Internacional del Libro, que concluye hoy en la Antigua Aduana y cuyo foco es la literatura centroamericana. Hoy, domingo 27, a las 4 p. m., Consuelo ofrecerá un recital poético en la Sala García Monge de la Feria. Conversamos con la visitante.
–¿Qué la hace distinta?
–Me tomo muy en serio mi trabajo y aspiro a la totalidad en términos de manejar los secretos de la palabra. No sé si soy distinta; solo creo que mi curiosidad por explorar mis posibilidades en la búsqueda de nuevas experiencias textuales no tiene límites por ahora.
–¿Para quién escribe?
–En principio, para mí; luego, para gente con preocupaciones que creo afines y que tienen que ver con la experiencia humana, con su misterio.
–¿Cuáles libros le han cambiado la vida?
–No sé si tanto como cambiarme la vida, pero me siguen impresionando El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha , de Miguel de Cervantes; Ensayo sobre la ceguera y El evangelio según Jesucristo , de José Saramago ; Memorias del imperio , de Fernando del Paso, y Oficio de tinieblas , de Rosario Castellanos . De Panamá, me gusta La isla mágica , de Rogelio Sinán. Son libros que me provoca releer todo el tiempo: algo tienen, algo me dicen cada vez.
–¿Cuáles autores han hecho aportes a sus obras?
–En la obra poética son tantos que no cabrían aquí porque además sigo encontrando poetas extraordinarios. En cuento, puedo mencionar a Horacio Quiroga y a Guy de Maupassant , pero también a Julio Cortázar, Osvaldo Soriano, Edgar Allan Poe, Clarice Lispector y muchos más. Se pueden hacer listas y siempre se quedarán cortas, y pecaré de injusta.
–¿Qué puede hacer la literatura por cambiar una sociedad?
–Lo mismo que cualquier otro arte: imaginación, apertura, sensibilidad, conocimiento, cohesión, conexión con lo humano y con el planeta en que vivimos.
–¿Cree que la literatura feminista ha resaltado los valores de la mujer?
–No sé si existe tal cosa como una literatura feminista. Lo que sí puede haber es la experiencia de ser mujer bien contada por mujeres u hombres sensibles, inteligentes y observadores, como para que se entienda la maravilla de su misterio y la necesidad de una justicia y un cambio de paradigmas vitales, que ya tarda más de lo debido.
–¿Qué la impulsa a escribir, qué la impulsa a leer?
–Pues desde pequeña soy preguntona. Las preguntas me las hago en primera instancia a mí, y luego a lo que está fuera de mí. Para buscar esas respuestas, escribo o leo. Cuando ya obtuve las respuestas, estas me llevan a preguntas nuevas. Vuelvo a escribir, y vuelvo a leer.
–¿Qué opina de la importancia del lector y sus distintas sensibilidades?
–Es como “la luz al otro lado del río”. Escribimos en la oscuridad, esperando ver la luz al otro lado del río. Sin lector, no tiene sentido ser un escritor de oficio, alguien que quiere comunicar, comunicarse con profundidad y belleza.
–¿Cómo conectar con la mayoría de lectores?
–No sé cómo se conecta uno con la mayoría. Algunos me dicen que el libro electrónico es la solución, pero no lo sé; lo que sé es que no escribiré como Paulo Coelho para ganar masas de lectores que no quieren sentirse tontos cuando leen. No repetiré la fórmula de Harry Potter para adolescentes, o la de 50 sombras de Grey para amas de casa reprimidas. Escribiré como Consuelo Tomás, con sinceridad y compromiso con el oficio.
–¿Por qué es la política uno de los aspectos de su creación?
–Yo crecí en Panamá, un país que, como diría la poetisa Esther María Osses, “fuimos objeto de infinitos males, que la codicia nos impuso dueños”; entonces, la denuncia contra el imperialismo era casi un mandato de la conciencia: países poderosos invadiendo países pequeños, interviniendo en sus asuntos internos y depredándolos en sus recursos, desde fuera y desde dentro. Ahora lo hacen corporaciones financieras, traficantes, grupos económicos corruptores de gobiernos... Ese enemigo era más visible, pero hoy está escondido hasta en el celular que uno carga.
–¿En qué estado se encuentra la literatura centroamericana?
–En Centroamérica hay muy buena literatura, vibrante, madura, retadora. Otra cosa es que no se quiera enterar el mundo editorial transnacional, que dicta quién es “el más leído”. Faltan traducción y promoción, pero esto no tiene que ver con la calidad: es pura política.
–Recuerdo estos versos suyos: “La felicidad –me dijeron– / es asunto de poetas ebrios”. ¿Qué es la felicidad para usted?
–Estar sana, sin deudas, en paz con todo y con todos; ver y abrazar a mis amigos y amigas; hacer reír a los que me rodean; aportar desde donde pueda al mejoramiento de la especie humana y a la sobrevivencia de las otras especies, del planeta; implicarme, poder estar en silencio y resolver los conflictos... En fin... La felicidad no es un concepto absoluto ni una constante; más bien, es una suma de estados, momentos, oportunidades.
–Háblenos de sus proyectos.
–Quiero empezar a organizar mi antología de poesía, que reunirá 40 años de trabajo, y un proyecto de ensayos. Deseo reeditar mi única novela publicada e iniciar otra. Tengo pendiente el montaje de una obra de teatro, y veré si podemos reflotar el festival de poesía, que se nos ha caído por falta de fondos y de brazos. Como ve, no es poco.