Minor Arias Uva tiene los recuerdos y las imágenes de su querida Costa Rica como una tierra que sangra, pero de ella no brota la sangre sino que brotan flores y paisajes de su amada Patria.
Él siente la nostalgia de los árboles caídos, por los senderos rotos, los ojillos de los animales asustados que tienen miedo de los tractores y de la ceniza.
Su pluma es fluida, fresca y saltan las palabras formando ríos de ternura y toca nuestro corazón con la varita mágica que Dios le dio para que escribiera.
Por eso nacen tantos poemas que nos sorprenden como el que dedica a Cartago.
Nos cuenta Minor que en los bosques nublados de San Gerardo de Dota, los quetzales vestidos de rojo brillante cuidan su nido con dos huevos azules, que algún día alzarán vuelo coronando la mañana con su plumaje de reyes y su canto que se adentra en la selva.
Minor escribe para niños y para adultos. Sus frases poéticas las admiramos todos. Dice por ejemplo: “El sol, empapado de montañas, deja sus hilachas frescas ondulando en el mar”.
La tinta con que escribe es verde y tiene olor a montañas, a líquenes y a musgos.
Sibú se sienta a su lado y le narra las historias de los pueblos que nos habitaron y que todavía están entre nosotros.
Nuestro poeta ha recorrido la geografía de Costa Rica descalzo, para sentir el humus de la tierra, para sentir la brisa, la furia de los ríos en invierno y la tierra árida en el verano.
Sabe que a pesar de ser amigo de las nubes, del sol y de la niebla, su pueblo sufre de la sequía, del incendio, del robo de tierras a los indígenas y de la palabra muda y silente de las razas olvidadas.
Minor siente en su alma la tragedia de los tiempos, pero su fe es inquebrantable en la Madre Naturaleza, en los retoños de los árboles y en el delicioso néctar de las abejas.
El tigre y el jaguar lo adoran como a un hermano y la serpiente se desliza por el árbol, sabiendo que va a ser protegida.
La poesía de Minor tiene un verso firme, donde bendice la tierra. Sus poemas más que decir, sugieren. Con ellos se reflexiona, se siente y se vive.
Nos pone a pensar, a degustar la palabra, a sentir cómo nos duele a veces estar vivos y desgarrarnos al ver sufrir a los demás.
Hay cosas en la sociedad que no nos gustan, que nos parecen infames como la muerte de un Jairo, que nos pesa a todos en el corazón.
Es injusto el comportamiento de mis semejantes con la Madre Tierra al sentir en nuestra piel el ardor por la matanza de tortugas o la crueldad con los tiburones. Y las hojas se mueven y las chicharras gritan, haciéndole coro a la muerte. En todo esto piensa Minor; en todo esto pensamos nosotros.
Pero nuestra Patria es buena; hay esperanza. Es una madre amorosa que nos amamanta dándonos vida a través de su sudor de lirios y orquídeas.
Su tierra negra da vigor a las semillas que luego nos darán frutos dorados como espigas bajo el sol y nos cubrirán las bandadas de pájaros que el viento empuja como veleros invisibles.
El poemario Costa Rica: 360 grados de poesía nos muestra a nuestra patria sin máscaras, con una poesía con las venas abiertas y con la esperanza de que sus hijos guardemos la profunda huella que nos dejó este poeta costarricense, que escribió su libro con la savia verde y el olor a montaña, a musgos y a líquenes.
Autor: Minor Arias Uva
Poemario: ‘Costa Rica: 360 grados de poesía’
Editorial: UNED
Pedidos: 2527-2440