Al unísono, el teatro Espressivo estalla en aplausos para el elenco de Amadeus . Husmeo mi celular: son las diez y cuarenta de la noche. Noto que han pasado dos horas y media desde que el personaje de Antonio Salieri salió a escena a confesar su culpa por la muerte de Wolfgang Amadeus Mozart. “Tendré que señalar el tema de la duración”, me digo a modo de recordatorio o de velado reclamo.
Pero antes escribiré que Amadeus es un libreto escrito por el inglés Peter Schaffer en 1979. Basado en el drama Mozart y Salieri (1830) del ruso Alexander Pushkin, Schaffer elabora un contrapunto que hilvana las vidas de ambos músicos como metáfora de la condición humana. La envidia y la soberbia son algunas de las pasiones que afloran cuando el genio creativo tropieza con la mezquindad de espíritu.
En Amadeus , Antonio Salieri hace un recuento de su vida como compositor de la corte de Viena, durante el reinado de los Habsburgo-Lorena. En tal periodo, ni la bonanza ni el reconocimiento pueden librarlo de las emociones encontradas que le produce el talento de Mozart. El italiano desprecia a su “rival” –a quien considera un libertino–, pero al mismo tiempo lo admira en secreto. Esto lo llevará a idear intrigas que complicarán la existencia de Mozart. Al final de sus días, Salieri pregonará su culpa y buscará una expiación definitiva.
Mientras la sala del Espressivo se vacía a paso lento, entiendo que no es de la duración del espectáculo que debo escribir, sino de su ritmo. Al respecto, el trabajo realizado por el coro actoral que encarna a los ciudadanos de Viena es destacable. En el despliegue de estos intérpretes se evidencia la asimilación de la rítmica (representación corporal de los valores musicales) y un compromiso por aportarle sentidos adicionales a la puesta. El coro, al abrir múltiples focos de atención y cargar de vitalidad el espacio, consigue que la trama progrese con fluidez.
Sin embargo, este recurso se va diluyendo –sobre todo después del intermedio– por lo que el conjunto se vuelve pesado. La risa neurótica de Mozart o la gestualidad de Salieri no logran equilibrar la carga de un texto que hubiera agradecido un ejercicio de síntesis o alguna variante en la estrategia interpretativa del elenco. Y ya que estas opciones no fueron implementadas, entonces es válido preguntarse si algún otro nivel del espectáculo –como la banda sonora– pudo haber apoyado el trabajo de actores y actrices, al mismo tiempo que agilizaba la propuesta.
Esto último no sucede debido a que la música es un personaje secundario en Amadeus . ¡Vaya paradoja! Apenas sugerida en los altavoces para ambientar escenas o ilustrar diálogos, la música no se constituye –excepto por el trabajo del coro– en un disparador de búsquedas actorales. Esto se vuelve aún más evidente cuando una soprano entra a escena, en un par de ocasiones, para recordarnos la capacidad evocadora de esas melodías que exacerbaron, por igual, la envidia y la admiración de Salieri. ¿Pudo tener este acierto –utilizado con cuentagotas– un mayor desarrollo e impacto en la totalidad del espectáculo?
Al final, mi experiencia desde la butaca ha resultado contradictoria. En un montaje sobre uno de los más grandes compositores de todos los tiempos, la musicalidad y el ritmo atravesaron con timidez el escenario sin alcanzar su mayor potencial. Los momentos más logrados me hacen pensar que este Amadeus pudo comprometerse más a fondo con sus propias premisas y ser más generoso con sus hallazgos. Pero al igual que le sucedió a Salieri durante su vida, a veces no hace falta arriesgar más de lo necesario para que, al unísono, una corte estalle en aplausos.
Ficha técnica: Amadeus
Dirección: Carlos Salazar
Dramaturgia: Peter Shaffer
Asistente de dirección: Kattia Mora
Elenco: Leonardo Perucci, Javier Montenegro, Noelia Campos, Rubén Darío Arena, Fanny Vargas, Manolo Ruiz, Jean Pierre Martén, Karen Mora, Luis Segura, Douglas Cubero, Manuel Martín, Noel Guevara, Fernando Montero, Mónica López
Escenografía e Iluminación: Emilio Aguilar
Utilería: Oscar Hidalgo
Máscaras: Guillermo Fournier
Música: Wolfgang Amadeus Mozart
Sonido: José Manuel Conejo
Coreografía: Humberto Canessa
Peluquería: Miguel Saborío
Función: Sábado 11 de octubre de 2014
Espacio: Teatro Espressivo