El programa Érase una vez… del Teatro Nacional y el Ministerio de Educación Pública cerró su temporada 2019 con la obra 1001 noches. La versión de Ana María Moreno propone una lectura feminista de los clásicos Alí Babá y los cuarenta ladrones, Aladino y la lámpara maravillosa y Hassan de Basora. Los relatos cobran vida en la narración de Sherezade, una mujer comprometida con el bienestar de sus congéneres.
Además de su trasfondo ideológico, los mayores logros del proyecto aparecen en el despliegue de recursos formales e interpretativos muy bien orquestados. Cada signo visual o sonoro está puesto al servicio de una espectacularidad que envuelve los sentidos del público para trasladarlo a un universo donde lo sobrenatural deviene ley. De las tres historias, las dos primeras evidenciaron mejor ritmo y resoluciones dramatúrgicas.
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Resulta difícil, en el caso de este montaje, aislar los múltiples elementos del diseño escénico sin entenderlos como un todo indisoluble. Por momentos, el esquema de luces se confabula con el video mapping para ubicar a los personajes de carne y hueso en situaciones que nos remiten a las películas live-action, es decir, aquellas que combinan realidad y animación.
En otros pasajes, la luz y el mapping pasan a un segundo plano para destacar una escenografía inspirada en máquinas de toda índole. Apreciamos desde un elefante articulado hasta una cueva con sistemas de apertura de estilo retrofuturista o steampunk. Las afortunadas colaboraciones entre las capas formales producen una exuberante riqueza visual que le otorga diversidad y consistencia al mundo construido.
Los recursos tecnológicos le impusieron al elenco tareas adicionales. Muchas de las escenas más complejas funcionan en virtud de la precisión que los intérpretes posean para reaccionar en el tiempo, espacio y velocidad justos. Al respeto, el trabajo fue impecable y posibilitó secuencias en las que el escenario se transformó en un sorprendente artefacto productor de ilusiones.
Isabel Guzmán (Sherezade) y Bruno Camacho (El sultán) manejan los hilos narrativos de la obra, mientras se desdoblan en personajes secundarios de las tres historias. Los evidentes contrastes físicos y psicológicos de ambos generan humor, malentendidos y tensión dramática a granel. Tal y como es costumbre, Guzmán fluyó con soltura entre el canto, la actuación y el baile.
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El resto del elenco estuvo integrado por artistas del cuerpo que ofrecieron sobradas demostraciones de talento y dominio técnico. Solventes en lo actoral y excepcionales en lo coreográfico, aportaron altas dosis de presencia e intensidad. Al compás de una banda sonora rica en influencias musicales, transitaron por las danzas del Oriente, el movimiento contemporáneo y la acrobacia.
1001 noches es uno de los eventos escénicos costarricenses más relevantes del 2019. La habilidad de entretener y estimular la reflexión sobre el tema de la violencia contra las mujeres redondeó una velada excepcional. Sin duda, el espectáculo sintetiza las búsquedas y hallazgos que la directora Ana María Moreno y sus colegas de Ex-áNIMA vienen consolidando, desde hace quince años.
Ficha artística
Dirección general: Ana María Moreno (Ex-áNIMA)
Dramaturgia: Versión libre de Ana María Moreno inspirada en el libro Las mil y una noches cuentos dramatizados de José Fernando Álvarez
Dirección actoral: Gustavo Monge
Intérpretes y creadores: Allan Cascante Badilla, Andrea Vargas Escalante, Bruno Camacho Jiménez, Bryan Lawrence Brenes, Graciela Barquero Céspedes, Isabel Guzmán Payés, Israel Ortiz Cabezas, Mario López Gómez, Mauricio Sibaja Picado, Paola Rodríguez Chávez, Susana Vargas Ramírez.
Asistencia de dirección: Graciela Barquero Céspedes
Composición musical: Fabián Arroyo Solano
Músicos: Jesús Drever (flautas), Daniel Cambronero (violín), Elena Zúñiga (cello), Fabián Arroyo (teclados, voces y percusión), Isabel Guzmán (voces)
Diseño de escenografía: Carlos Schmidt Fonseca
Realización de estructura: José Alfredo Méndez
Realización de elementos escenográficos: Alejandro Méndez, Misha Canales, Fedra Brenes Sánchez
Diseño y contenido de mapping: Tito Fuentes
Diseño de luces: Jody Steiger Goodman
Diseño y confección de vestuario y utilería: Erik Cascante Padilla
Asistencia de vestuario: Jacky Alvarado, Susan Ovares, Mario Núñez
Dibujo de afiche: Elizabeth Argüello
Diseño gráfico y fotografía: Ana Mariela Rodríguez
Asesoría coreográfica: Cristian Mejía Pacheco (percusión corporal), Andrea Vargas Escalante (danzas de la India), Freddy Serrano Villalobos (artes marciales), Zebastián Méndez Marín y Livia Balážová (partnering)
Efectos especiales de vuelo: Alta flyingx Costa Rica
Producción general: Sofía Rodríguez Montero
Espacio: Teatro Nacional
Fecha: 24 de noviembre del 2019