En La casa limpia , Matilde –una criada– pasa las horas tratando de inventar el chiste perfecto. Su tarea rinde homenaje a la memoria de su jocoso padre y a la de su madre fallecida a raíz de un ataque de risa provocado por su marido. Al mismo tiempo, la joven busca, en lo más profundo de sí misma, la carcajada liberadora que barra lejos los pesares de una vida poco satisfactoria.
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Matilde odia los oficios domésticos. Sin embargo, debe realizar estas faenas en el hogar de su patrona, la doctora Lane. Esta ocupada profesional apenas tiene chance para departir con Carlos –esposo y colega– o su hermana Virginia, obsesiva practicante de la limpieza. En este marco de caracteres tan disímiles, una infidelidad de Carlos con Ana –su paciente– dispara la trama.
El montaje le apuesta al humor como vehículo para hablar de la sororidad (concepto feminista que alienta la alianza de las mujeres para empoderarse y luchar contra la opresión patriarcal). También cuestiona las nociones tradicionales de familia y éxito. En este espectáculo, la complejidad de lo caótico resulta más atractiva que la seguridad derivada del orden.
Uno de los aspectos destacables de la obra es el diseño de personajes. Al inicio, las cuatro mujeres están estructuradas como arquetipos. Aparecen la compulsiva (Virginia), la chistosa (Matilde), la dura (Lane) y la impasible (Ana). Lo interesante es que sus definidos patrones de conducta modifican al relacionarse, de manera solidaria, entre ellas.
La risa emerge del contraste de los caracteres, de las situaciones al límite de lo absurdo y de los inesperados arreglos que los personajes deben hacer para seguir adelante con sus vidas. A modo de contrapunto, Carlos es el bonachón experto en tomar decisiones inoportunas en circunstancias trascendentales.
En su conjunto, este universo ficcional adquiere profundidad por el acertado trabajo del elenco. Cada actriz y actor salió a escena a sostener la comedia a partir de una sólida coherencia interpretativa y de un buen manejo del timing (acción realizada en el momento preciso para lograr un efecto específico).
La plástica escénica materializa –por saturación del blanco– la pulcritud de un mundo ordenado. Vestuarios, objetos y hasta las plantas decorativas resaltan una blancura cercana a la de un cementerio. Cuando las mujeres sacan a flote sus emociones, el espacio se ensucia y se llena de una desordenada vitalidad.
Hacia el desenlace, las mujeres han edificado una nueva familia. Con humor, se aproximaron a la vivencia del amor. Freud señalaba que algunos chistes funcionan al unir palabras distintas para formar un nuevo término que esconde las palabras primitivas, sin perder sus significados. Humor y amor: huamor . Humorosa y amorosa: huamorosa.
En La casa limpia se verificó un mecanismo similar. Mujeres distintas pudieron unirse para forjar nuevos modelos de feminidad, sin perder sus esencias individuales. Quizás, ese fue el chiste perfecto de Matilde. En fin, huamorosa comprobación de que para vivir a plenitud hay que ensuciar(se) un poco.
Ficha artística
Dirección: David Korish
Libreto: Sarah Ruhl
Actuación: María Luisa Garita, Aysha Morales, Monserrat Montero, Roxana Ávila, Juan Carlos Calderón
Escenografía e Iluminación: Patricia Gutiérrez
Objetos: Mariela Richmond, Charlie Madrigal
Vestuario: Michelle Canales
Música: Sebastián Quesada
Espacio: Teatro Universitario (UCR)
Fecha: 19 de mayo de 2016