A pesar de las restricciones impuestas por la COVID-19, la actividad escénica costarricense se mantuvo vigente a lo largo del 2020. Diversas plataformas virtuales e, inclusive, aplicaciones de mensajería se transformaron en herramientas creativas para acortar la brecha entre públicos y artistas. En ese contexto, algunas salas y proyectos independientes retomaron la modalidad presencial en septiembre y la sostienen hasta la fecha.
Teatro Reventón ha sorteado los vaivenes de la pandemia y estrenó, recientemente, Los polos también van al cielo. La obra se suma a una saga de doce montajes y una serie televisiva protagonizada por Papo (Israel Gómez) y Rosa (Mercedes Umaña), un matrimonio que no reniega de su modesto linaje. En este caso, las mentiras de Papo lo meterán en aprietos, al punto de verse obligado a comparecer ante las cortes celestiales.
La principal estrategia del espectáculo consiste en ubicar a Papo en el centro de los acontecimientos, otorgándole licencia para que accione a su antojo. El personaje se echa al público en el bolsillo por su capacidad de hallar vetas de humor en todo y todos. La sala celebra a Papo porque, a fin de cuentas, encarna el arquetipo del fulano de cuna humilde que usa su ingenio para superar cualquier desafío.
El trabajo del protagonista -sustentado en un flujo imparable de chistes, asociaciones libres y comentarios irreverentes- se potencia por el eficaz desempeño del elenco. Durante la primera mitad, la variedad de situaciones y conflictos logra que la trama fluya para llegar al intermedio con un nivel muy alto. Sin embargo, la puesta afloja su intensidad en la segunda parte.
El problema se relaciona con el hecho de que estamos frente a un solo suceso –el juicio de Papo– que se desarrolla en un escenario saturado de objetos y personajes. La congestión del espacio limita los desplazamientos u otras dinámicas corporales que habrían dinamizado la velada. Al margen de lo anterior, la concurrencia se entregó sin reservas y tomó claro partido contra los detractores de Papo.
Fue interesante observar público infantil en la sala. Si bien es cierto que el espectáculo no es -en sentido estricto- una muestra de lo que se conoce como teatro familiar, el estilo humorístico del Reventón se aparta de los clichés homofóbicos, sexistas y xenófobos comunes en otros establecimientos. La decisión se adhiere a la idea de generar fidelidad, desde edad temprana, en las audiencias del futuro.
Durante el aplauso final, me sacudió la imagen de un público uniformado por mascarillas que ocultaban sus sonrisas. Hasta nuevo aviso, la actividad escénica deberá adaptarse a la rigidez de los protocolos sanitarios y, sobre todo, al temor. A pesar de ello, esa noche, cada persona espectadora aceptó el riesgo de mezclarse con desconocidos para reír al unísono.
Lo relevante de las artes teatrales -como fenómeno espectacular- no es que lleven un año explorando las posibilidades de la virtualidad. Apuestas más transformadoras de lo escénico se han ensayado desde hace mucho. Lo notable es que nuestro teatro permanezca firme ante la amenaza de pandemias y políticas culturales mediocres. Por eso, mientras haya una sala abierta, la herencia milenaria de la representación nos convocará para experimentar la seductora cercanía de lo humano.
Ficha artística
Dirección, dramaturgia y producción: Mercedes Umaña
Actuación: Mercedes Umaña (Rosa / Ángel), Eric Israel Gómez (Papo), Ileana Ruiz (Yuri / Secre), Juan Jiménez (Juancito / Pisui), Carlos Rivera (Estudiante de japonés / Sombrita), Víctor Varela (Vecino / Jesús), Álvaro Sanabria (Vecino / Dios).
Asistente de producción: Eric Gómez
Iluminación y sonido: Yahaira Ruiz y José Pablo Tapia
Escenografía: Yahaira Ruiz
Vestuario: Yuli Beita
Utilería: Jimmy Ballestero
Espacio: Teatro Reventón
Función: 13 de marzo del 2021