Tobías Ovares
Buena parte de la obra de Heiner Müller (Alemania, 1929-95) se plantea la reescritura de los grandes dramas, no solo del teatro, sino de la literatura occidental. Medea (Eurípides), Hamlet (Shakespeare) o Las relaciones peligrosas (Chordelos de Laclos) son intervenidos para extraer de ellos interrogantes sobre los vínculos de las personas con aquellas maquinarias políticas que las someten o aplastan.
Hamlet Cámara es un trabajo en proceso (work in progress) basado en Hamletmaschine de Müller. Algunos textos del original se convierten en materia prima para explorar los límites físicos del intérprete en escena. Debajo de esto, subyace una división conceptual entre el actor como personaje y el actor como cuerpo o instrumento expresivo. De manera sutil, el espectáculo propone continuos saltos entre ambas posibilidades.
El montaje se desarrolla en el escenario y, de forma simultánea, se puede visualizar en dos monitores alimentados por las tomas de sendos camarógrafos/realizadores. Esta segunda puesta –la audiovisual– ofrece primeros planos de las acciones. Además, permite que la mirada del público oscile entre lo presencial y lo mediático.
La anterior dinámica alcanza su máximo nivel durante una escena grupal llena de sensualidad debido al íntimo contacto de los cuerpos. Una ojeada indiscreta a la audiencia evidenció que las imágenes eróticas en los televisores resultaban más seductoras, o menos intimidantes, que aquellas sin la mediación audiovisual. La pantalla pareciera ser la frontera socialmente aceptable de nuestras pulsiones voyeristas.
El director Janko Navarro le es fiel a Müller cuando desmantela al Hamlet/personaje para que el actor permanezca como única verdad escénica. En este caso, el intérprete se aleja de la ficción a fin de convertirse, quizás, en un manifiesto en contra de una sociedad que utiliza los cuerpos para fines mercantiles o los reprime y aniquila para sostener en el poder a unos cuantos usurpadores.
Caídas, choques y sujeciones llevan los cuerpos hacia el límite de su resistencia. Un monólogo –amplificado por un altavoz– deviene en estruendosa masa sonora. La maquinaria actoral exuda agotamiento. Todo está punto de explotar. La palabra "revolución" se repite con insistencia. Cuál revolución, me pregunto mientras la sala se apaga de golpe.
En la penumbra silenciosa, un racimo de cuerpos exhaustos intenta ponerse en pie. Ya nadie del público mira las pantallas. En la actualidad, los seres amontonados sobre las aceras son un ingrediente habitual de cualquier paisaje citadino. Un intérprete declara que renuncia a su condición de humano e implora para transformarse en una máquina. ¿Afirmar la derrota de la humanidad será una opción revolucionaria hoy?
Hamlet Cámara está lejos de ser un proyecto resuelto. Los aciertos de los pasajes que enfatizan lo corporal no son visibles cuando los parlamentos se enuncian con una aparente neutralidad, más bien cercana a una estilización sin mayor sustancia. Ya veremos cómo el tiempo y el esfuerzo harán avanzar la propuesta. Por lo pronto, el fantasma de Hamlet seguirá atormentándonos, ya no con su tragedia, sino con las nuestras.
FICHA ARTÍSTICA
Dirección: Janko Navarro Salas.
Dramaturgia: Basado en Hamletmaschine de Heiner Müller.
Artistas Escénicos: Ana Taína Aguilar, Mariana Fuentes, Mitto Gutiérrez, Priscilla Hidalgo, Sebastián Acuña.
Artistas audiovisuales: Esteban Chinchilla, Óscar Herrera, Patricia Velázquez.
Vestuario: Daniela Valverde, Erina Libertad.
Música: Emmanuel Campos.
Iluminación: Álvaro Piedra.
Arte Hamlet Cámara: Juriel Navarro.
Diseño gráfico: Amelia Quesada Rivero.
Movimiento: José Andrés Álvarez Sanou.
Espacio: Teatro Vargas Calvo.
Fecha: 10 de setiembre de 2017.