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El repertorio teatral de un país está constituido por obras que los grupos y compañías mantienen a punto para su eventual presentación. En Costa Rica, la inestabilidad de los elencos estatales e independientes, además de la escasa exportación de nuestro teatro han limitado, entre otros factores, el desarrollo de una sólida cultura de repertorio. No son mayoría los espectáculos que sobreviven a más de uno o dos remontajes.
Las heridas del viento (2012) contradice esa tendencia y regresa con los mismos bríos de sus inicios. La anécdota se dispara cuando el joven David encuentra un legajo de cartas amorosas en el escritorio de Rafael, su padre recién fallecido. La sorpresa aumenta al descubrir que las misivas llevan la firma de un hombre llamado Juan. David busca al supuesto amante de su padre y, sin proponérselo, forja con él una entrañable amistad.
La dramaturgia es simple en su estructura y profunda en sus sentidos. El eficaz diseño de diálogos y monólogos consigue que cada parlamento narre y, al mismo tiempo, cumpla funciones reflexivas que acercan el mundo interno de los protagonistas al espectador. La constante apelación de los personajes hacia el público llena la sala de risas, pero también de atentos silencios que evidencian empatía.
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El desempeño de Leonardo Perucci (Juan) y Arturo Campos (David) emociona hasta el sacudimiento. En particular, la propuesta de Perucci alcanza ese estado de la presencia escénica al que los intérpretes llaman “verdad”. Desde la butaca, uno no puede dejar de apreciar el oficio detrás de cada acción elegida, de la forma en que dichas acciones se encadenan y del impacto que generan en la sala.
Por su parte, Campos entiende que debe ponerse al servicio de la puesta y, de manera consciente, le cede las luminarias a su contraparte. Esa actitud demuestra disciplina y claridad en los caminos para alcanzar los objetivos del montaje. Señalar esto no es ocioso porque, en nuestro entorno, la armonía de registros e intensidades actorales desafina, en ocasiones, debido a la búsqueda del lucimiento individual.
En el plano temático, las cartas entre Juan y Rafael son una excusa para plantear un cruce de épocas e identidades sexuales. Los encuentros de un gay añoso, aristocrático y romántico con un joven heterosexual y desapasionado propician una especie de vacío temporal en el que los dos hombres se vuelven iguales por su necesidad de alcanzar un equilibrio entre viejos recuerdos y nuevas emociones.
Lo anterior sugiere que el diálogo respetuoso de los disensos puede ser una buena oportunidad para fortalecer todas las convivencias que practicamos. Esta lectura de tintes políticos resuena con fuerza ahora que proliferan y se validan discursos fundamentalistas tendientes a homogenizar el pensamiento y constreñir la diversidad. Sin duda, el teatro desplegado con pericia nunca se añeja y siempre propone.
Resultó valioso reencontrarse con Las heridas del viento en el espacio de Teatro–Auditorio Casa Nega. Este proyecto, impulsado por la sinergia de empresarios y jóvenes artistas, expande el circuito de las salas independientes hacia la periferia capitalina y, de paso, aprovecha una estupenda pieza del repertorio teatral costarricense para sustentar una programación de calidad.
Ficha artística
Dirección: Mariano González
Dramaturgia: Juan Carlos Rubio (España)
Actuación: Leonardo Perucci (Juan), Arturo Campos (David)
Arte, diseño integral y producción general: Arturo Campos – TICTAK Producciones
Espacio: Teatro – Auditorio Casa Nega (de la iglesia de San Pedro, 100 metros al este y 25 metros al norte).
Fecha: 17 de marzo de 2019