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En una de las muchas vanguardias por las que transita el teatro contemporáneo se ubica Rodrigo García –dramaturgo y director español de origen argentino–. La vocación innovadora de sus puestas, sumada a la actitud irreverente de su escritura, le ha granjeado el aplauso de la crítica y la admiración de las nuevas generaciones de artistas escénicos.
Naturaleza humana –con dirección de Carolina Lett– supone la primera ocasión en la que este autor es llevado a las salas locales. Articulada a partir de fragmentos provenientes de diversos textos ( Daisy , Gólgota picnic y Versus , entre otros), la obra sintetiza una visión cómica y pesimista de la sociedad. La incomunicación, la superficialidad y el consumismo aparecen como ejes temáticos del espectáculo.
Mientras el público va tomando asiento, el elenco se encuentra realizando ejercicios de calentamiento. No parece, pero la función ya ha comenzado. Actores y actrices, apenas cubiertos por ropa interior, elongan sus cuerpos. La piel expuesta sugiere la desnudez a la que serán sometidas sus almas. El ritual posterior de vestirse los convierte en personajes y deja en evidencia el carácter ficcional de la representación. Estamos frente a una forma de hacer teatro que no se preocupa por sostenerle la ilusión al espectador.
Sin pausa, los cuadros se suceden con variedad de tratamientos escénicos. Un monólogo sobre el caos arquitectónico de San José le da paso a una parodia de la publicidad engañosa; una lección de novedosas tendencias fotográficas le permite al público ingresar en desbandada al escenario para tomarse un selfie grupal; un simulacro de los shows televisivos logra que la audiencia le haga preguntas incómodas a uno de los actores que varía una sílaba de su nombre real para convertirse en una imaginaria estrella mediática.
En este viaje de temas y formas de representación, el espectáculo se transformó en una experiencia felizmente caótica que pasó por el constante intercambio de estímulos entre la concurrencia y el elenco. Por momentos se impuso la sensación de que cualquier cosa podía suceder. Esto llenó de vitalidad lo que veíamos y mantuvo en alto la energía de los intérpretes. Los pasajes de corte poético nivelaron las emociones y consiguieron imágenes de alta plasticidad.
El uso de videos y animaciones sirvió para ilustrar o generar diálogos con lo acaecido en escena. Los recursos audiovisuales ampliaron los focos de atención y aportaron información pertinente. Por otra parte, la delimitación del espacio con toneles, cajas y tarimas fue significativa por su referencia a los remanentes de una sociedad diseñada para consumir(nos) y desechar(nos).
Cerca del final, el elenco reta al público con miradas desafiantes. Un silencio incómodo se apodera de la sala hasta que los jadeos hiperventilados de un actor lo rompen. Su angustia es castigada por uno de sus colegas que le llena el rostro con prensas para colgar ropa. Lo miramos con impotencia. ¡No podemos o no queremos socorrerlo: somos simples espectadores de la obra y quizás, también, de la vida misma!
La crueldad de esta agresión me obligó a recordar las contradicciones de la naturaleza humana. Además, me hizo pensar en la potencia del teatro cuando se atreve a gritarnos en la cara unas cuantas verdades sobre lo que somos o lo que aparentamos ser. Yo grito de vuelta: ¡vive el teatro que se atreve, no el que lo aparenta!
Naturaleza humana
Dirección: Carolina Lett
Dramaturgia: Rodrigo García
Producción: Jens Pfeiffer-Kramer
Elenco: Álvaro Marenco, Daniel Astorga, Jennifer Sánchez, Maud Le Chartier, Jaime Gutiérrez
Escenografía y objetos: Mariela Richmond
Música: Charly Fariseo, Alejandro Pacheco
Función: 16 de mayo