En su programa de mano, Palíndromos Teatro Independiente se presenta como una organización cuya propuesta es “autóctona, diferente, única, de entretenimiento inteligente, socialmente consciente y de vocación itinerante”. Este último punto es verificable debido a las numerosas giras nacionales e internacionales realizadas por el grupo desde su fundación. Sobre lo demás, este montaje no me permite dar fe.
20 millones es el título del espectáculo con el que este colectivo celebró su décimo aniversario. Basada en un hecho acreditado como real, la obra de Diego Salgado narra las andanzas de un alcohólico de los bajos fondos josefinos que se gana una jugosa porción del premio mayor de la lotería. Lejos de mejorar su vida, el protagonista agudiza su adicción y atrae a muchas “amistades” interesadas en beneficiarse de su repentina fortuna.
Con una marcada vocación moralizante, esta tragicomedia fue un compendio de resoluciones más afines al teatro aficionado que al independiente. Los pasajes “cómicos” estuvieron diseñados para estimular la risa a partir de chistes forzados y sucesos inverosímiles. Además, un coro actoral entró al escenario –en reiteradas ocasiones– para resolver con gestos lo que el libreto no pudo sostener con ideas.
Los personajes pronto dejaron de serlo para transformarse en caricaturas o, peor aún, en estereotipos de mala comedia. El “borrachín” lastimero, pero simpaticón; el asaltante con dejo exagerado de pachuco y las trabajadoras del sexo cuyo único interés vital es el dinero figuraron en este retablo urbano construido desde el prejuicio y la mirada reduccionista.
El elenco evidenció falta de rigor interpretativo y el dramaturgo, poca investigación en torno a las situaciones representadas. La oportunidad de generar un discurso crítico sobre temas sensibles se atascó en las intenciones preliminares. Señalo esto porque el grupo enfatiza –en el citado programa de mano– su objetivo de “reflejar la sociedad en que vivimos” y usar el teatro como “instrumento de cambio”.
Al margen de esos manifiestos fallidos, hubo breves momentos de lucidez escénica. El uso de la rítmica para diseñar secuencias de movimiento dejó entrever asomos de un lenguaje más elaborado. Sin embargo, luego de tantos años de trayectoria, esta línea de trabajo podría estar consolidada y no solo insinuada.
Hacia el final –cuando los demonios internos del alcohólico lo incitaban a beberse una botella de licor– pensé que lo justo hubiera sido que ese último trago fuera para mí. Necesitaba sedarme y entender cómo un grupo artístico integrado por jóvenes –muchos de ellos con formación académica superior– utilizan el teatro para reproducir visiones estrechas de las problemáticas sociales.
No es fácil ser un teatrero independiente: las ganas abundan, pero los recursos no. A pesar de lo anterior, esta opción escénica otorga libertad para materializar las propias urgencias creativas y cuestionar los lugares comunes sobre los que suele edificarse nuestra percepción de la realidad. ¿Por qué desperdiciar semejante privilegio?
Por esto, resiento que Palíndromos haya celebrado sus 10 años de vida con un espectáculo a la altura de un montaje de primer aniversario. No fue la opción más adecuada para sintetizar un proyecto cultural que –sin duda– debe tener aspectos positivos en otras áreas. Finalmente, sugiero la reescritura de los futuros programas de mano a fin de no prometer en el papel lo que no se pueda cumplir en el escenario.
Ficha técnica Dirección y dramaturgia: Diego Salgado Elenco: Pavlo Almengor, Luis Acosta, Selena Alfaro, María Alvarado, Diego Salgado, Jocselyn Arrieta, Mariel Chinchilla, Jahel SánchezEscenografía: Guido Alvarado Iluminación: Sonia Calvo, Rafa ÁvalosVestuario: Adanaris FloresEspacio: Teatro Impromptu - GiratablasFunción: 11 de julio de 2015