Sueño de una noche de verano es, quizá la comedia más conocida y celebrada del dramaturgo inglés William Shakespeare. Escrita alrededor de 1595, regresa a nuestros escenarios de la mano de Luis Carlos Vásquez, quien también la dirigió en su versión de 1998 para la Compañía Nacional de Teatro.
Decir que este libreto trata del amor supone una lectura parcial. Más bien, lo que se caricaturiza aquí es una serie de conductas asociadas a la pasión.
Celos, raptos, obsesiones, sufrimientos y neurosis atraviesan, por igual, los cuerpos de mortales y seres fantásticos. La voluntad se distorsiona de manera que la noción de lo amoroso se asocia al extravío temporal de los sentidos.
Los conflictos se disparan a partir de la ruptura del “orden cósmico”. El indebido cruce afectivo de los mundos sobrenaturales y humanos genera relaciones improbables y, por lo tanto, graciosas. Los enredos simultáneos de varias parejas se alternan con los cándidos oficios de un grupo de comediantes que ensayan para actuar en la boda de los nobles Teseo e Hipólita.
Vásquez le apostó a un montaje fiel al texto original y refinado en sus ámbitos formales. Al respecto, la plástica se impuso por su equilibrio entre funcionalidad y estética. La eficaz conjunción de luces, vestuarios, objetos y dispositivo escénico logró sintetizar atmósferas sugerentes. Las acciones en el bosque se anclaron en paisajes misteriosos, densos y propicios para el surgimiento de lo mágico.
En general, el uso del espacio fue inteligente al saturar el escenario de elementos, sin generar competencia visual entre estos. Con los mismos recursos apenas modificados (columnas de tela o pantallas desplegables) se le dio verosimilitud a los ambientes de la trama. Al mismo tiempo, la decisión de habilitar el pasadizo de lunetas como ruta de carga y descarga actoral le permitió al público apreciar –en detalle– a los personajes.
Destaca el diseño de vestuario de Francisco Alpízar. Las prendas fueron de enorme utilidad para codificar y asociar los subgrupos de personajes que interactúan en la obra. Además, las hechuras y materiales elegidos incidieron en la postura y movimientos de los caracteres de modo que esa segunda piel se transformó en indicador de estatus social y en motor de las conductas representadas.
El elenco es otra capa notable del espectáculo por el significativo acople de los artesanos en un trabajo cercano a las modalidades del teatro físico y gestual. También se acertó en la selección de actrices con trayectoria en comedia musical para los papeles de Helena y Hermia. De hecho, el alto nivel interpretativo de ambas, durante la canción principal, pudo haberse extendido a otros pasajes de la obra.
La muestra reseñada sedujo –con creces– a su audiencia. La feliz escenificación del texto se sumó a un sólido amarre de cada una de las piezas de este montaje. El resultado fue una experiencia de importante valor artístico que nos permitió verificar la inagotable magia del teatro.
FICHA ARTÍSTICA
Dirección: Luis Carlos Vásquez
Asistencia de dirección: Karla Calderón
Producción: Sonia Suárez / Programa Érase una vez... del Teatro Nacional
Elenco: Miguel Ángel Hernández, Marialaura Salom, Luis Daniel Cubillo, Diego Ureña, Adriana Víquez, Dennis Quirós, Carlos Rodríguez, Silvia Baltodano, Juan Carlos Vega, José Víquez, Ernesto Rohmoser, Adolfo Gómez, Esteban León, Michael Morales, Arturo Campos, Marilyn Córdoba, Pablo Rodríguez, Manuel Calderón, David Obando, Javier Barrantes, Rocío Carranza, Carolina Arias, Edwin Luna.
Escenografía: Gabrio Zappelli
Iluminación: Telémaco Martínez
Vestuario: Francisco Alpízar
Música: Diego Soto
Espacio: Teatro Nacional
Fecha: 5 de junio del 2016