En su interesante obra Historia de la Iglesia , Ludwig Herling afirma que “una devoción surge cuando se hace objeto de una veneración especial a una cosa concreta procedente del campo de la fe, sea un misterio o una persona”. Esto induce al cristiano más sencillo a “aprender, con la oración, las más profundas verdades de la fe”, añade Herling.
En Costa Rica se han perdido en gran medida ciertas prácticas piadosas, pero existe una devoción muy especial en el cantón de Nicoya (Guanacaste) y se remonta a poco más de 400 años de antiguedad.
Sus adeptos se organizan en la Cofradía de Nuestra Señorita Virgen de Guadalupe, y celebran, el 12 de diciembre, una gran fiesta en honor a su patrona, con características muy particulares en virtud del antecedente chorotega heredado de sus tatarabuelos.
¿Dónde radica la conexión que hay entre los cofrades nicoyanos y la devoción original, nacida en el lejano México del siglo XVI?
El 9 de diciembre de 1531, un acontecimiento conmovió la vida religiosa de México: los rumores de la aparición de la Virgen de Guadalupe ante el indígena Juan Diego en el cerro de Tepeyac. Estas versiones afectaron profundamente la fe de los misioneros franciscanos en México y los motivaron a inculcar la veneración a la Virgen de Guadalupe en Centroamérica.
En su Historia eclesiástica de Costa Rica, Ricardo Blanco afirma que “los franciscanos observantes se hicieron cargo de la parroquia de Nicoya entre los años 1565 y 1580, continuando al frente de la misma hasta finales del siglo XVII”.
Los curas doctrineros de la colonia reemplazaron la fiesta del Sol de los chorotegas por la fiesta de la Virgen de Guadalupe. Desde entonces, la Cofradía de Nuestra Señorita Virgen de Guadalupe celebra esta emblemática manifestación cultural, religiosa y artística.
En Costa Rica hubo muy pocas cofradías (caso contrario al de Guatemala), pero en Guanacaste había seis, de las cuales sobrevive únicamente la que constituye el tema central de este artículo.
Actividades de la Cofradía. Las principales etapas de esta celebración son las siguientes.
Primero de noviembre . El auxiliar del mayordomo es el nacume, palabra chorotega que significa ‘jefe’. Temprano, el nacume cuenta los días que faltan para la celebración de las fiestas. Entrega a su superior una mazorca de maíz amarillo, blanco o morado; se la desgrana y se asigna un granito a cada día de diciembre hasta completar doce.
Se designan los días por su nombre hasta determinar el día correspondiente a las actividades, tales como la pica de leña, la atolada, la ramada, las vísperas, etcétera.
Nueve de diciembre. Desde el día anterior, las moledoras de maíz han preparado la confección del atol, mazamorra ácida hecha con maíz pujagua (morado), acompañada de dulce de tapa. Se lo reparte entre los asistentes. En esta fecha, con la “atolada” se conmemoran la primera y la segunda apariciones ante Juan Diego.
Diez de diciembre. Se relaciona con la tercera aparición de la Virgen de Guadalupe. Para levantar la “ramada”, a partir de las 8 a. m. se utilizan madera rolliza y palma real. Se coloca una cruz, y el acto se realiza al son de tambores y de estallido de bombetas.
Se crea así una atmósfera de jolgorio entre las risas de las mujeres que cocinan, y los varones que charlan con ellas mientras calientan el horno donde se dorarán las rosquillas.
Once de diciembre . Este día es el de las “vísperas”. Se inicia con la “alborada” a las 4 a. m. y en medio de un atronador ruido de bombetas, repiques de campanas, redoble de tambores y música parrandera de cimarronas y marimbas.
A las 9 a. m. comienza la ceremonia de dotar de sus aperos (un aro de bejuco tradicional, telas vistosas y una crin adecuada) a la “Yeguita”, una cabeza de caballo hecha de madera de cedro y pintada de color negro. Se desconoce la edad de este objeto, un verdadero relicario.
También entonces se muda a la “Muñeca” que acompañará a la Virgen, y se baila una danza muy particular a un ritmo de pitos y tambores. La Muñeca exhibe vestiditos nuevos, confeccionados de acuerdo a la usanza tradicional.
A las 12 m. se realiza la procesión donde se transporta la imagen de la Virgen desde la iglesia hasta el domicilio donde la Cofradía la mudará de ropa. En la puerta del templo, el “patrón de doce” entrega la ropa al “patrón de la pasada”. En este tiempo, en la Cofradía se reciben limosnas y se obsequian comidas y bebidas típicas a los visitantes.
A las 4 p. m., la imagen regresa de la casa a la Cofradía luciendo ropas nuevas, ataviada de flores y cubierta con vistosos mantos por los “patronos de vestir a la Virgen”.
Culminación. Doce de diciembre . Llega el gran día en el que terminan las celebraciones. Se divide en diferentes actividades. La primera es el “alba”, a las 5 a. m., en el atrio de la iglesia. El repique de campana hace las veces de diana para difundir la noticia entre los pobladores.
Luego viene el “rezo de la tercia”, que augura el inicio de los oficios solemnes en honor a la Virgen, y el obispo comienza la misa.
En esta fecha se conmemora la cuarta aparición de la Virgen de Guadalupe ante Juan Diego, así como el “milagro de las rosas”.
Según una tradición, ese milagro consiste en la presencia, a modo de estampas, de la imagen de la Virgen de Guadalupe en el “ayate” (poncho o túnica rústica) de Juan Diego, impregnado del aroma de varias rosas. Este signo sensible convenció al escéptico obispo de México, Juan de Zumárraga, de la veracidad de las apariciones.
Concluida la misa solemne, se realiza la procesión por las principales calles de la ciudad. Al llegar la imagen a la sede de la Cofradía, el sacerdote entona la Salve Regina Mater por encargo del “patrón de Salve”. La procesión regresa entonces al templo.
A las 6 p. m. se elige a los miembros que servirán en la Cofradía el año venidero, y el escribano de la Cofradía anota sus nombres. Aunque participan ambos sexos, solamente votan las mujeres mayores de 15 años, costumbre derivada de la tradición indígena.
Se elige solamente un grupo de dirigentes; el nombramiento de los puestos restantes queda para el período correspondiente a la “contadera de días”, a partir del 1.º de noviembre del año siguiente.
Se realiza la “procesión de las candelas”; estas simbolizan el sentimiento de alegría que anima a los nicoyanos al recordar sus ancestrales tradiciones.