La compañera de viaje de Daniel Mora no quiso ponerse el cinturón de seguridad, de modo que llegó fuera de la ley. Ambos salen de la camioneta. Para esta operación hay que darle tiempo a Daniel porque es muy alto, pero su compañera es instantánea; se llama Mila, es una perrita de veinte días, y, quizá por su corta edad y su cortedad, “declina ofrecer declaraciones”, cual escriben cortésmente los chicos de la prensa cuando se les esconden los ministros.
“Está enferma”, declara el dibujante, cuya memoria vive decorada por esos animales inclusivos, que son el mejor amigo y la mejor amiga del hombre y de la mujer.
Para Daniel Mora (1986), una perrita fue confidente toda orejas. Un can de estirpe zaguate-alajuelense sigue posando en un cuadro ya pintado. Perros serán los protagonistas y deuteragonistas de una serie de acrílicos que este fabuloso artista tienen en mente. Un perro con cara de hombre fue un personaje que Daniel ejecutó cuando estudiaba pintura, y fue una de sus primeras penas de artista.
El heredero. En la casa de Daniel Mora hay tres o cuatro pinturas propias, en parte porque trabaja con una computadora, y en parte porque botó cuadros que algunos profesores de Artes Plásticas de la Universidad de Costa Rica le dijeron que no servían pues a Daniel –de perfecta ejecución– le faltaban “los conceptos” (?). (Daniel Mora no es un “artista conceptual”, obviamente.)
“Yo había pintado objetos absurdos porque la vida no siempre resulta como uno la planea: cosas como un perro con cara de persona, y una gallina puesta de cabeza en un monociclo”, precisa este portentoso creador. Le fallaron los conceptos como al gran Bosco y su absurdo Jardín de las delicias les fallaron los conceptos.
“Entré en la UCR para estudiar algo relacionado con el dibujo. Pensé en la arquitectura, pero no me gustó. Después, en Artes Plásticas me licencié en pintura. De los veinte estudiantes de mi generación, solo uno ha tenido éxito: José Pablo Ureña”, expresa Daniel con modestia inmerecida; pero da igual: de Daniel Mora Chaves –heredero directo del genial Francisco Zúñiga– se ocupará la historia del arte de Costa Rica.
“Después de licenciarme pasé dos años dando clases de pintura, pero frustrado pues iba a las galerías con mis cuadros, y me pedían pinturas que armonizasen con los sillones de los compradores: paisajes anaranjados para sillones anaranjados”, dice el artista.
Daniel Mora creyó que no servía como pintor al óleo o al acrílico, y se entregó al dibujo. “Comencé a dibujar fantasía y ciencia-ficción”, añade Mora.
En el 2008, Daniel Mora y excompañeros de estudios crearon la revista de historietas El Zarpe, que publicó nueve ediciones. En el 2013, la revista SoHo incluyó dos historietas de Mora, y otra se difundió en el primer número de la revista literaria Buensalvaje (enero último).
Hasta hace poco, Daniel fue ilustrador del Grupo Nación; ahora trabaja por contrato para editoriales estadounidenses de historietas, como Boom! Studios, que le envían guiones a fin de que Mora los interprete gráficamente con programas de computadora. Con un “pincel” electrónico, Daniel dibuja sobre un tablero que envía los trazos y los colores elegidos a una pantalla.
Un Killer amistoso. Mora conversa sitiado de muñecos-esculturas de Batman, que reproducen dibujos publicados en historietas.
“Es un honor para un dibujante que hagan esculturas con sus trabajos”, expresa Daniel. Los mini-Batman se aburren a la luz de la tarde y ansían la noche para imponer la justicia en casas de muñecas convertidas en ciudad Gótica.
Daniel Mora enseña viejos cuadernos de dibujos: los retratos imaginarios se codean por los rostros con amigos reales del artista: todo es perfecto. Daniel parece hindú pues ha dejado los errores para otra reencarnación.
Sobre el piso descansa el retrato de Killer , pintura de un perro tan realista que solo le falta hablar.
Killer vive en un óleo vertical del año 2010. La composición es imaginaria pues Killer (“asesino”) se dio a la fuga cuando Daniel quiso fotografiarlo mientras meditaba (Killer) en una esquina. Mora capturó luego a Killer y puso su imagen sobre los trazos de una esquina. Pese a su nombre, Killer –tela vestida de óleo– es pacífico, prudente, próvido, pensativo, parco: can dotado de una cola de pocas palabras. El artista no venderá este cuadro, y Killer siempre cuidará a Daniel.
“Deseo pintar una serie de perros”, adelanta el artista. Siendo adolescente, Daniel tuvo una perrita llamada Kary . “Con ella desarrollé una amistad muy fuerte”, recuerda. Esta amistad se ha prolongado en el tiempo, y Mora cuida ahora de otra perrita, zaguate purasangre, delicada de salud.
¿Cuáles artistas admira este artista admirable? “Picasso en todas su variaciones; Bruce Timm, autor de dibujos animados para DC Comics; Mike Mignola, guionista, dibujante y creador de Hell Boy –Mignola maneja muy bien el claroscuro–; Paul Pope, cuyas obras me enseñaron a probar el dibujo suelto”. A Daniel lo ha atraído siempre el arte de Frank Frazetta, enorme artista estadounidense, autor de historietas y novelas ilustradas.
El libro de Daniel. Mora trabaja en un libro: una historieta en cuatro capítulos: Partes de ti, basada en su propio argumento e inspirada en narraciones de terror de Edgar Allan Poe. Otros de sus escritores favoritos son los estadounidenses Isaac Asímov, autor de ciencia-ficción, y Stephen King, cultor del suspenso y la fantasía.
Hoy se llama “arte secuencial” lo que se ha denominado “historieta” o “comic” (sin la tilde bárbaro-académica). Daniel Mora aspira a lograr obras secuenciales totalmente suyas: el argumento, los personajes y los diálogos, y, obviamente, los dibujos.
Allá, en Bellas Artes, Mora deseó pintar óleos secuenciales, pero lo desanimaron y se desanimó, y nos perdimos una experiencia inédita en Costa Rica. “En los colores de las ilustraciones de Daniel se nota su formación de pintor”, explica el diseñador Daniel Solano.
“Como muchos de sus personajes, Mora es un mutante. Impresiona su capacidad de saltar de un estilo ilustrativo a otro, sin rasguños. Sus escenas están impregnadas del dramatismo estoico típico del comic . No todas sus escenas tienen un caracter narrativo, pero todas denotan un trasfondo psicológico que lo sugieren, a través de la autenticidad épica de sus personajes”, dice el artista Alexander Alvarado.
A su vez, Alberto Calvo, editor de Buensalvaje, revela: “Elegimos a Daniel para ilustrar El fusilado, cuento de Andrés Neuman, porque nos habían gustado sus comics publicados en la revista SoHo. Adaptar ese cuento fue un auténtico desafío pues el texto presenta poca acción; su conflicto ocurre en la mente del protagonista: un hombre a punto de ser fusilado, pero el trabajo de Daniel fue impecable. Él demostró una sensibilidad especial para trasladar a imágenes las escenas clave del relato”.
“Me gusta hacer retratos, pero no caricaturas”, confiesa Daniel Mora, y con razón porque él es un maestro del realismo fantástico. La fantasía es la realidad vista a la velocidad de la luz.