Miles de personas crecimos en una Costa Rica en la que, por las tardes, se transmitían animes como Dragon Ball Z, Heidi o Naruto. Sus historias, animaciones y colores vibrantes cautivaban fácilmente a su audiencia, que se sumergía en los detalles de esos universos que parecían lejanos a nuestra realidad. Ahora estos mundos se conectaron, ya que una costarricense forma parte de los equipos responsables de los animes más populares de la época.
Daniela Padilla Barquero, oriunda de Tres Ríos, dejó Costa Rica en busca de su pasión por el arte. Abandonó todo lo que conocía, desde una carrera incipiente en medicina hasta su familia, con un único propósito: satisfacer la ilusión de esa niña que, frente al televisor, colocaba un papel para intentar calcar las caricaturas.
Al igual que muchos costarricenses, Padilla sintió presión por escoger una carrera universitaria a los 17 años, justo al salir del colegio, bajo la idea de que esa decisión será para toda la vida. De manera prematura, eligió estudiar medicina en la Universidad de Costa Rica (UCR), únicamente porque obtuvo un buen puntaje en el examen de admisión; sin embargo, como suele ocurrir con los artistas, Padilla pronto se dio cuenta de que no se sentía realizada en esa profesión.
Decidió dar un giro radical y comenzó a explorar opciones para salir del país y dedicarse a su verdadera pasión. Así fue como encontró una beca ofrecida por la Embajada de Japón en Costa Rica. Tras varios meses de exámenes en inglés y japonés –idioma que había aprendido de manera básica en clases privadas–, consiguió la oportunidad de estudiar en Osaka.
“Yo sentía que estaba en el lugar equivocado. Sentía que no me gustaba lo que yo estaba estudiando ni era lo que yo quería hacer, sino que era lo que se esperaba que yo hiciera”, expresó la animadora, quien empezó a formar un interés por las convenciones y el cosplay desde su adolescencia.
Un año después de comenzar a vivir su sueño, pues residir en Japón siempre había sido uno de sus objetivos, ingresó al Kobe Denshi Senmongakko para estudiar animación digital.
Su desempeño fue tan destacado que, dos años después de haberse graduado, fue contratada por la empresa SHAFT en Tokio. En ese lugar trabajó en proyectos de gran renombre, como RWBY, SpyxFamily, Magia Record y Mobile Suit Gundam.
Con esta valiosa experiencia, continuó su carrera en algunos de los estudios de animación más importantes del país, como ENGI, JF Staff, David Production y Kinema Citrus. Así dejó una huella en estas empresas, no solo por ser la única costarricense, sino por ser una de las pocas extranjeras en conseguir estos empleos.
Actualmente, Padilla tiene 25 años y trabaja como freelancer en distintos proyectos desde Japón, mientras comparte su experiencia como ilustradora y animadora en sus redes sociales, donde cuenta con más de 120.000 seguidores entre Instagram y TikTok.
Sus videos se centran en mostrar sus procesos de ilustración, pero, sobre todo, en resaltar el poder de la perseverancia. A través de ellos, Padilla demuestra que formar parte de la industria de la animación japonesa puede ser difícil, pero no imposible.
“A veces uno puede ser el primero, no pasa nada. Hay que dejar de limitarse por si alguien ya lo ha hecho o no, o si alguien lo ha hecho de alguna manera o no. En la vida hay objetivos y hay que tratar de llegar a esos objetivos (...). La gente puede llegar a ser animador de muchas formas, la mía fue solo una particular, pero hay muchas maneras de ser animador. Lo único es que se necesita mucho sacrificio y tiempo”, comentó Padilla.
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Las diferencias entre vivir en Japón y Costa Rica
Vivir y estudiar en Japón ha sido una experiencia gratificante para esta joven, quien describe los años transcurridos en ese país como positivos. Por ello, anima a quienes compartan su mismo sueño a perseguirlo, pero advierte que la cultura laboral en Japón difiere considerablemente a la de Costa Rica.
Según su experiencia, que abarca incluso los años de la pandemia de la covid-19, la modalidad de trabajo japonesa puede resultar “un poco enfermiza”, ya que las personas suelen laborar, como mínimo, una o dos horas diarias sin recibir compensación alguna. Además, en ocasiones se espera que cada trabajador acumule 50 horas extras al mes, sin que estas sean remuneradas.
Aunque esto varía según la empresa, la costarricense observó que esta práctica es común entre los japoneses. Además, notó que a nivel social las personas son amables, pero algo reservadas, lo que dificulta la formación de vínculos cercanos.
“A mí me gusta más vivir en Costa Rica que vivir en Japón, en términos de felicidad. Entonces si ando por acá (Japón) es por alguna razón de trabajo, porque me gusta mucho (...). Acá te dicen que tenés que entrar a trabajar a las 11 p. m. y te vas al día siguiente a las 7 a. m. Lo difícil de vivir aquí en Japón es eso, que uno tiene una cultura social y de trabajo muy diferente en Costa Rica, pero si uno va a estudiar es muy bonito”, finalizó la ilustradora.