La literatura de la guatemalteca Denise Phé-Funchal es consecuencia de dejar que la imaginación se suelte y busque sus propios senderos. Cuando era niña, la madre de Denise, quien era actriz, le leía relatos de Poe, Boccaccio, Bierce y Saki. “Creo que desde siempre estuve rodeada de literatura y, por lo tanto, de realidad”, señala la autora.
Empapada de letras y cercana a las manifestaciones de violencia en su sociedad, Phé-Funchal ha emprendido una obra que abarca cuento y novela, con títulos como Las flores y Buenas costumbres .
Phé-Funchal acompañará a Warren Ulloa y a Vanessa Núñez Handal a la Feria del Libro de Frankfurt (Alemania) en un viaje organizado por el Instituto Goethe (México) y la Feria con el Grupo de Editores Independientes de Centroamérica.
Conversamos con Phé-Funchal sobre su creciente obra escrita.
–En su obra, la familia suele conformar un sistema de opresión o violencia. ¿De qué maneras lo ve en una sociedad como la guatemalteca?
–En Guate crecés en medio de la violencia; de las violencias, más bien. Mi familia era muy pequeña y tranquila: sólo éramos mi mamá, mi tía, mi abuela, mi hermano y yo. Quizá el contraste entre lo que vivía en casa y lo que pasaba fuera, en el cole, las noticias de la radio, me impactaron desde chica.
”Vivíamos en un apartamento en el centro y, además de jugar, una de las cosas que hacía con mi hermano para pasar el tiempo era salir al balcón y ver a la gente. Uno de los primeros recuerdos que tengo es de un tipo pegándole a una mujer (que le rogaba que no lo hiciera) en medio de la calle, en pleno día.
”Luego tenías en el cole a niños que evitaban sentarse porque las nalgas les dolían por la ‘cinchaceada’ de la última travesura. Rueda , la historia que abre Buenas costumbres , es real. El niño ha de tener mi edad y pude ver su historia de violencia materializarse frente a mis ojos. Aún está vivo, aún lo acompaña su madre.
”A esto se sumaba la violencia verbal de la que uno es testigo en cualquier parte, padres diciéndole a sus hijos que son tontos, que no sirven para nada. Durante la adolescencia, vi a los padres que querían dirigir la vida de sus hijos, decidir por ellos, sus carreras, sus relaciones. No todo son golpes, pero es definitivo que tu medio, mientras te vas formando como persona, es un aspecto que definirá tu futuro.
”Hace unos años dirigí una clínica para atención a víctimas de violencia. La mayoría de personas que buscaban los servicios eran mujeres, y más de la mitad de casos atendidos eran de violencia intrafamiliar. Esposos contra esposas, padres contra hijas, madres contra hijas, hijos contra madres, yernos contra suegras, cualquier combinación que se te ocurra: de ahí, un par de historias que están publicadas en Buenas costumbres ”.
–¿Cómo interactúan realismo y fantasía en su trabajo?
–La fantasía es un recurso para retratar la realidad. No la veo como una forma de suavizarla, sino como una manera de decir las cosas, incluso las más duras, usando palabras, imágenes que permitan que el lector vea la realidad –horrible, divertida, bella– por sí mismo.
”Desde chica tengo una visión fantástica de la realidad: les otorgo características humanas a las cosas y a los animales, así que también retrato esta parte de mi forma de ver la vida en mis escritos”.
–¿Hacia dónde desea llevar su obra literaria? ¿Qué sigue?
–Hace poco me preguntaban en un conversatorio con jóvenes escritores si pensaba que había ya encontrado “la fórmula”, una técnica para escribir, un estilo. En esa ocasión respondí que no; que considero que tengo una voz propia, pero que no quiero anclarme en temas o en una forma de escribir que se convierta en “fórmula” repetitiva.
”No quiero que se me identifique como una persona que solamente escribe sobre la violencia intrafamiliar o social. En realidad, lo que deseo es experimentar con la literatura, con formas de contar, con diferentes temas.
”Mi maestro, Rafael Menjívar Ochoa, me dijo alguna vez que cada historia es distinta; que, al escribir una novela, se sabe cómo se ha escrito esa novela, no cómo se escribe cualquier novela.
”Eso fue en la época en la que escribí Las flores y, con Ana sonríe , sé que tenía toda la razón: cada historia tiene una forma diferente de nacer, los personajes tienen maneras diversas de manifestarse y de cobrar vida.
”Lo mismo sucede con los cuentos: hay algunos que me han tomado años, y otros que nacen en un momento sin mayores complicaciones. Así que te diría que lo que quiero es seguir retratando la realidad y, como ella es tan diversa, espero que mi voz narrativa utilice distintas formas de contar”.
–¿Cuál relación existe entre su literatura y la narración cinematográfica?
–No teníamos tele en casa. De hecho fue hasta finales de los 80 que mi madre cedió finalmente (un poco como el papá de Mafalda) a comprarnos una. Antes de eso, lo que escuchaba era la radio, las radionovelas mexicanas, como Porfirio Cadena, el ojo de vidrio o como Las aventuras de Kalimán y Solín . Escuchar e imaginar la secuencia de los hechos, creo que fue de las situaciones que a la larga contribuyeron en mi manera de narrar.
”Deseo crear imágenes, una secuencia de imágenes que el lector pueda ver, sentir, oler mientras lee. Sé que una historia está completa y terminada cuando puedo verla en mi cabeza mientras la leo.
”Una práctica que tengo es que, al acabar una historia, la leo en voz alta, la grabo y luego la escucho con los párpados cerrados: esto me ayuda a concentrarme en las imágenes y en la fluidez de las acciones.
Según mi amigo y director de cine Juan Manuel Méndez, que filmó un corto basado en mi cuento Chapstick , es justo esa construcción de imágenes a través de las palabras lo que le hizo decidirse a grabar esa historia y a trabajar con Las flores” .
–¿Cómo ha sido el proceso de adaptar “Las flores ” como guion cinematográfico? ¿En qué etapa se encuentra el proyecto?
–Ha sido un proceso largo, casi cuatro años, en dos sentidos. Por un lado, convertir la novela en una historia para el cine ya que algunas cosas que funcionan en la novela no lo hacen al trasladarlas a las imágenes. Además, en una película debés explicar sin diálogos algunas cosas que permitan que el público comprenda la historia y el contexto de los personajes.
”En ese sentido, hemos tenido largas pláticas con el director para llegar a acuerdos que, sin cambiar la línea y el espíritu de la historia, logren llevarla a una película coherente y fuerte. Juan Manuel Méndez trabaja en el tratamiento del guion a partir de estos acuerdos.
”Por otro lado, la búsqueda de fondos ha sido larga también. Las flores es una historia que se desarrolla a finales del siglo XIX o a inicios del XX. Para la película se ha pensado en la década de 1940 o la de 1950, lo que requiere de un presupuesto alto, en comparación con películas que se graban en ambientes contemporáneos.
”Juan Manuel es un perfeccionista, cuida mucho la estética de su trabajo, cosa que hace que confíe plenamente en él, así que vamos bien, sin prisas, ya con un productor francés, Stéphane Zajdenweber, involucrado en el proceso”.
–¿Qué podemos esperar de su nueva novela “Ana sonríe”?
– Ana sonríe es una exploración en la creación de personajes. La novela narra doce horas en la vida de tres hermanas –Ana, Loreta y Lucrecia–, y a lo largo de los capítulos se reconstruye su historia, la de la familia y de otros personajes que rodearon su vida. En total, en la novela se presentan un poco más de quince personajes.
”Antes decía que mi objetivo al escribir es experimentar con las formas de narrar. En mi obra publicada, las historias no contienen diálogos porque no cabían en ellas, pero en Ana sonríe , sin seguir el sistema tradicional de diálogos marcados con guiones, estos están por todos lados como parte de los recuerdos, como un recurso para crear el pasado.
”También juego con el futuro que los personajes no conocen, pero que la voz narradora, anticipa para el lector. Hay además algunos tintes de humor a lo largo de la historia, lo que sí definitivamente, marca un cambio respecto a lo que he publicado”.
– ¿Cree que existen vínculos entre las literaturas centroamericanas? ¿De qué manera pueden estimularse? –Mirá, creo que existen vínculos de distinto tipo. Algunos son involuntarios, digamos, como los temas abordados por los escritores ya que las realidades de buena parte de Centro América, son muy similares. Pero ese vínculo temático es contextual, quizá el espíritu de la época. Por otro lado, considero que existen redes de escritores que a través de eventos u otras circunstancias, llegan a conocerse personalmente y a entablar relaciones. Esto permite un intercambio de obras, algunas participaciones en congresos, ferias, presentaciones, etc. Estos dos tipos de vínculos son complementarios, sin embargo una interacción más fluida y menos, accidental, por decirlo de alguna manera, sería positiva. Creo que esto puede lograrse a través de las ferias de libros, especialmente la FILCEN que debería de tener encuentros de escritores centroamericanos que permitan no solamente que los escritores se conozcan entre sí, sino que los lectores tengan un acercamiento con los autores. A esto sumaría la necesidad de fomentar la distribución de obras entre países, la oferta de literatura centroamericana en las librerías –que son pocas- es escasa. Finalmente y soñando, te diría que quizá si los gobiernos se comprometieran con la cultura a través de la creación de políticas de intercambio entre los países centroamericanos, quizá se lograría que las obras tengan una proyección regional que a la larga podría promover una proyección, más allá de estos territorios.