En el pasado, investigadores nacionales y extranjeros exploraron algunas de las formas que tomaron la lucha revolucionaria y las operaciones de los Estados en Centroamérica en la década de 1980. Al respecto, también se investigaron las acciones de las potencias y sus relaciones con los países de la región, especialmente los Estados Unidos dirigidos por Ronald Reagan.
Sin embargo, nuevas fuentes nos ayudan a ir completando esos análisis a partir de diferentes perspectivas, como, por ejemplo, las de la vida cotidiana, la de la esfera de los intelectuales y la opinión pública, y la de los ritos.
Conociendo mi investigación sobre la década de 1980, mi colega Ronny Viales se encontró en Nueva York con un libro editado por el historiador Douglas Brinkley y con un título que Viales sabía que me haría devorar el volumen: The Reagan Diaries (Los diarios de Reagan).
Reagan, escritor. Ronald Reagan (1911-2004) fue el cuadragésimo presidente de los Estados Unidos. De acuerdo con la información proporcionada por Brinkley, además de Reagan solo cuatro presidentes estadounidenses han mantenido constantemente diarios mientras ejercieron sus periodos: George Washington, John Quincy Adams, James K. Polk y Rutherford B. Hayes.
Del pensamiento de Reagan, Kiron K. Skinner, Annelise Anderson y Martin Anderson habían editado en 2001 el volumen Reagan, in his own hand (algo así como “Reagan por sí mismo”), un texto que reúne varios ensayos que él escribió a lo largo de su vida. Se sabe de algunos manuscritos de sus años en la universidad, un poema y una columna semanal de deportes. Existe hasta una prueba corta de francés hecha por Reagan.
Se conocen otros dos volúmenes con textos de Reagan, pero, según han indicado Skinner, Anderson y Anderson, varios de esos escritos fueron parcialmente hechos por “ghostwriters” (escritores fantasmas) o “negros”, como les dicen en cierto español a las personas que escriben por otros.
Existe una autobiografía de Reagan que es esencial para conocerlo: An American Life , pero el valor de los diarios que mencionamos aquí es que son efectivamente unos de los textos más personales para acercarse al Reagan dos veces presidente de los Estados Unidos.
Ronald Reagan comenzó sus diarios en su toma de posesión, el 20 de enero de 1981, y los finalizó el 20 de enero de 1989, cuando entregó el poder. El libro fue dividido en 8 capítulos, que se refieren a cada año de gobierno.
Estos diarios nos hablan del transcurrir de la vida cotidiana de uno de los hombres más poderosos del mundo durante el periodo en el que dirigió a los Estados Unidos.
Resulta que ese periodo ocurrió cuando en Centroamérica se intensificó la lucha armada entre guerrillas revolucionarias y gobiernos, y especialmente justo poco después de que triunfase la Revolución Sandinista (1979).
Por eso, la mayor parte de lo que Reagan escribió sobre Centroamérica en sus diarios se relaciona con Nicaragua. Los sandinistas, la contrarrevolución (“Contra”), el escándalo Irán-Contra, el financiamiento de la Contra, la propaganda sobre el gobierno nicaragüense, etcétera, ocupan sendas páginas de estos diarios.
Ya el 16 de octubre de 1981, Reagan escribió: “Una reunión con el NSC (National Security Council, o Consejo Nacional de Seguridad) me ha dejado con la más profunda decisión que he debido tomar en mi vida. Centroamérica es sin duda la próxima zona caliente del mundo. Nicaragua es un campo armado abastecido por Cuba y con una amenaza de conquista comunista de toda Centroamérica”.
Una visita a Costa Rica. ¿Cómo miró Ronald Reagan a Costa Rica? Tuvo muy buena impresión del presidente Luis Alberto Monge (1982-1986) desde el inicio de sus contactos. Sobre una rápida reunión del 4 de noviembre de 1982, Reagan escribió: “Vino el presidente Monge de Costa Rica. Él es un buen hombre y ha tratado de hacer lo mejor por sacar a su país de una crisis económica”.
No obstante, la nota principal sobre Costa Rica bajo la administración Monge aparece justamente en la visita que hizo Reagan a finales de 1982. Reagan llegó al país el 3 de diciembre, tuvo varias actividades el 4 de diciembre y regresó a los Estados Unidos por la noche.
Para el 4 de diciembre, Reagan escribió que Costa Rica era “la más antigua democracia real en Centroamérica” y que no tenía ejército. Habló de su asistencia al Teatro Nacional a una ceremonia y se explayó sobre un acontecimiento que allí tuvo lugar:
“Cuando comencé a hablar, un hombre en uno de los palcos se levantó y comenzó a leer un discurso. La gente le gritó que se detuviera, pero él siguió. El presidente me dijo que el hombre era un diputado comunista en la Asamblea Legislativa.
”Como yo tenía un micrófono y él no, hablé. Le dije que yo entendía que él exponía el punto de vista comunista, y que esto probaba la devoción de Costa Rica por la democracia: que él pudiera hacer esto; pero, en cambio, nosotros no tendríamos permiso de hacer lo mismo en cualquier país con un gobierno comunista. La multitud ovacionó y aplaudió, y él se sentó”.
¿De quién hablaba Reagan? Del diputado del Movimiento Revolucionario del Pueblo (MRP), Sergio Erick Ardón, quien rompió el protocolo aquella tarde y espetó al presidente estadounidense un discurso desde su butaca de espectador en el teatro. Ardón expresó varias cosas:
“Señor presidente Reagan: en Centroamérica, la disyuntiva no está entre totalitarismo o democracia; no: aquí, la disyuntiva está entre la opresión y la sumisión por un lado, y la justicia social y el derecho a la autodeterminación de los pueblos por otro.
”Encontrar el ansiado camino de la paz y la verdadera democracia pasa en nuestras tierras por la negociación y el diálogo, no por la militarización y la guerra. Centroamérica requiere justicia y libertades, respeto a los derechos de los pueblos. Más armas o fuerzas militares de intervención solo profundizarán el enfrentamiento, los padecimientos”.
En su intervención no oficial, Ardón no solo quebró el protocolo, sino la tesis oficial sobre la política amigo-enemigo. En lo espetado por Ardón en el Teatro Nacional se revela una visión crítica que tuvieron muchos intelectuales en aquel momento sobre lo perjudicial que sería reducir la realidad a una partida de buenos contra malos.
Aunque no escribió más al respecto, a Reagan no le gustó el rompimiento del protocolo, como puede advertirse en la forma en la que le recordó ese incidente al entonces embajador en Washington, Guido Fernández, a finales de 1986, y que se puede leer en el libro El desafío de la paz en Centroamérica. Según Fernández, Reagan le dijo: “Si [Ardón] se hubiera salido con la suya, yo no habría podido hablar”.
Para ese momento (1986), Ronald Reagan seguía mirando a Costa Rica como “la primera verdadera democracia en los países latinoamericanos”.
El autor es el director del Posgrado en Historia de la Universidad de Costa Rica.