Una caballería fantástica y salvaje enturbia el cielo cual una bandada de rapiña; ha surgido de un castillo habitado de templos y protegido por cañones y lanceros. Los colores apagados son un rumor de pesadilla que resuena en una de las admirables Visiones de Julio Escámez.
El artista chileno-costarricense ha vuelto, esta vez para asombrarnos con 30 témperas sobre papel (31 x 26 cm), llamadas genéricamente Visiones y ejecutadas entre el 2008 y el 2013. La exhibición se ofrece en el Centro del Patrimonio, en San José, integrada al Festival Internacional de las Artes. Son ilustraciones destinadas a un libro que Escámez publicará con la Universidad de Concepción (Chile).
Forma de conciencia. Además de las guerras y las conquistas, las obras tocan otros temas, como la enajenación social, el abuso del poder, el frío maquinismo, la ostentación de la riqueza y la abrumación del vivir en las ciudades.
“Me preocupan la condición humana y los conflictos que sufrimos. No aludo a un país, sino a todo el mundo. Algunas imágenes se refieren a la conquista de América porque nos conciernen. El caballo está presente pues todas las conquistas se hicieron entonces a caballo”, explica el pintor.
Las piezas carecen de nombre. “Dar un título a estas imágenes hubiese reducido su significado pues los elementos que las constituyen remiten a múltiples experiencias de lo visto”, manifiesta el creador.
Para Julio Escámez, el arte ha de ser una expresión profundamente humanista. “La imagen es un lenguaje elocuente que sintetiza una idea mejor que un párrafo”, opina el pintor, quien reside en Costa Rica desde 1974.
“Algunas tendencias del arte actual llevan al divorcio entre el artista y el público; por esto también, debemos preferir un lenguaje visual legible para todos. Recordemos que el arte es un modo de comunicación colectiva”, añade don Julio.
“No puedo concebir mi labor artística ajena a la realidad social. Mi trabajo es una forma de conciencia crítica que procura denunciar la dramática realidad que vivimos, caracterizada por los abismos económicos, culturales y sociales”, nos dice el artista.
Fuentes. Julio Escámez reconoce la influencia ejercida sobre él por el arte colonial americano. En una témpera, una pareja de virreyes reza en un templo mientras, fuera, un jinete hostiga a un hombre.
Se ven imágenes irónicas de sacerdotes y de ceremonias religiosas. “Pocos sacerdotes apoyaron las luchas de la independencia americana”, recuerda el pintor.
Otras imágenes, más apacibles, ofrecen la suntuosidad de los trajes femeninos de la aristocracia. “Mi abuelo murió a los 110 años, y recordaba que en Chile se frecuentaban bailes antiguos, como el vals y la cuadrilla”, rememora Escámez.
Un mono pinta un cuadro: “Es una tradición en algunos pintores, como en Bruegel: una sátira del artista sobre su labor”, recuerda don Julio. Aviones y otras máquinas dibujan el mundo moderno, como de ciencia-ficción: he aquí un Blade Runner obscuro y tumultuoso.
“También me refiero a la automatización del trabajo. La máquina se introdujo en forma implacable en la Revolución Industrial. El artesano cedió su preeminencia, y esto ocasionó trastornos sociales, como la desocupación y el hambre”, precisa el pintor.
Además del arte colonial, a Julio Escámez siempre lo ha fascinado la pintura mural mexicana. Fue amigo de Diego Rivera, quien lo invitó a conocer México. Escámez ha cultivado también el muralismo.
Visión vital. ¿Por qué escogió la témpera?: “El óleo es pastoso y brillante, pero la opacidad de la témpera la vuelve una técnica adecuada a la ilustración. El agua es su vehículo, y podríamos decir que la témpera es una acuarela espesa. Los tonos obscuros me permiten lograr contrastes con la luz. En Europa, antes de que se extendiese el uso del óleo, casi todo se pintaba con témpera. Así trabajaba Botticelli”.
Sí, los tonos son obscuros, pero a veces brilla una luz, como en la obra que presenta la marcación (como una res) de un indígena por un conquistador, y como otro conquistador –en otro cuadro–, quien usa una linterna en la plena obscuridad de la témpera y la noche.
En unas escenas (como la de innúmeras cajas) no hay una perspectiva central, sino múltiples, según la ubicación de los elementos. Julio Escámez juega así con nosotros pues giramos en el espacio.
El artista ha frecuentado el grabado (xilografía, litografía y grabado en metal), el fresco y la pintura al óleo y al acrílico. También ha diseñado vestuarios y escenografías de teatro y de ballet .
Escámez ha pintado murales, como los luminosos acrílicos que figuran en el edificio principal del Instituto Nacional de Seguros: La alegoría de la cosecha y La ciudad del futuro. Este presenta elementos semejantes al El hombre, controlador del universo (1934), mural de Rivera, y todos son cantos en colores al trabajo. “Nos dan visiones positivas, vitales”, expresa María Alejandra Triana Cambronero, curadora de la exhibición.
Resurrección. Se brinda un boceto de Principio y fin , un mural que Escámez pintó en el Concejo Municipal de Chillán (Chile) en 1972 y que fue destruido por orden de la dictadura militar en 1974. Cerca, una urna aprisiona una xilografía sobre papel de arroz que enseña cuatro mujeres; a la par está la matriz (madera de cereza) de la obra, como un bosque pequeño y amistoso.
El pintor escribe también con elegancia y ahora redacta sus memorias, que publicará ilustradas por él. Precisamente como ilustrador, se recuerdan las obras que ejecutó para el libro Arte de pájaros (1973), de su amigo Pablo Neruda.
Escámez fue profesor en la Universidad Nacional, y algunos de sus discípulos más agradecidos son Héctor Gamboa, Adrián Arguedas y Edgar León. Héctor Gamboa nos dice: “En la mejor tradición de la plástica pública de maestros enormes, como Goya, Courbet, Rivera, Siqueiros, Orozco y Zúñiga, a sus casi noventa años, el maestro Julio Escámez ofrece una versión viva del Arte de la Pintura, con mayúsculas. Cuando tantos declaran muerta la pintura, es necesario asistir a semejante resurrección”.
Visiones se abre de lunes a viernes de 9 a. m. a 5 p. m. hasta el viernes 11 de abril en el Centro del Patrimonio, en la avenida Central de San José, frente a la Librería Lehmann. Teléfono 2010-7400.
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Vida de artista. Julio Escámez nació en 1925 en Chile. Asistió a la Academia de Bellas Artes de Concepción y estudió bellas artes en la Universidad de Chile. Se dedicó a la docencia y en el decenio de 1940 participó del muralismo vanguardista.
Escámez viajó hacia Europa en 1955 para estudiar en las academias de Bellas Artes de Florencia y de Düsseldorf, y en la Universidad Patrice Lumumba (Moscú). En 1974, el artista llegó exiliado a Costa Rica. Durante muchos años fue profesor en la Universidad Nacional.