Esta es una historia de Navidad, pero, en realidad, comienza en mayo. En ese mes, las audiciones de El Cascanueces son solo el primer paso para montar un ballet que tarda seis meses en llegar a las tablas.
El calendario de las semanas siguientes es de ensayos, clases maestras, pruebas de vestuario, luces y escenografía (entre otras cosas más pequeñas aunque no menos importantes).
Más allá de cualquier contratiempo, el ballet llega en diciembre, como lo ha hecho por más de una década: puntual.
“Hemos cacareado medio año y ahora hay que poner el huevo”, anuncia la maestra Patricia Carreras, la tica que codirige el ballet.
Quienes la escuchan son una docena de bailarinas con los músculos bañados en sudor y los moños pulcros. Sus cuerpos se relajan después de un arduo trabajo en las barras del salón de ensayos del Teatro Popular Melico Salazar.
Falta una semana para el estreno de El Cascanueces en el Melico Salazar. Todo el equipo se prepara para la primera función del viernes 1.° de diciembre, a las 8 p. m.
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En El Cascanueces trabajan elencos alternos que les permite ofrecer funciones diarias e, inclusive, dos presentaciones durante los fines de semana.
La última presentación será el domingo 10 de diciembre (con funciones a las 11 a. m. y 6 p. m.).
Las chicas que trabajan con Carreras son intérpretes jóvenes, tienen entre los 13 y los 18 años. Todas ellas se vestirán de flores y de copitos de nieve, un par de las escenas más memorable de El Cascanueces.
Al finalizar su ensayo, Carreras felicita a las que han trabajado duro y pide más esfuerzo para el resto. Como son adolescentes, tienen que balancear sus responsabilidades en El Cascanueces junto con sus estudios académicos (varias terminaron el bachillerato este año).
“Todo el mundo sabe lo que le falta porque no me lo he callado”, dice Carreras, severa pero con buen humor.
En el mismo teatro, dos pisos más abajo y sobre el escenario del Melico Salazar, el otro director del espectáculo, el estadounidense Wes Chapman, trabaja con los dúos e integra a los bailarines extranjeros a la rutina.
Este año son 12 hombres los que acompañarán a las bailarinas titulares (ellas son costarricenses).
“Hoy es el día en el que comenzamos a trabajar con los hombres. Haremos eso el fin de semana, el domingo trabajaremos con los niños. Luego, desde el martes, haremos los primeros ensayos con el vestuario”, explica Chapman desde una de las butacas del teatro.
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El maestro estadounidense cumplió nueve años de trabajo con el equipo tico. Chapman fue bailarín del prestigioso American Ballet Theater pero, concede, que lleva más tiempo trabajando como coreógrafo.
Para el director, el legado más valioso es el que contar con un ballet completo para disfrutar en Navidad, una tradición que no necesita a las otras.
“El acto más difícil es el primero: vas de una fiesta, a una batalla y a un acto de parejas”, asegura Chapman sobre el trabajo de montaje. “Somos muy organizados tras escenas porque tenemos que serlo”.
Magia y tradición
El equipo productor tiene más de una década de afinar su trabajo. El trabajo con elencos múltiples permite que varíen las presentaciones. Todos los años hay pequeños cambios para “mantener fresco” El Cascanueces.
No obstante, el sustrato emocional del espectáculo está en las cosas invariables: la música de Piotr Chaikóvski, la historia de E. T. A. Hoffmann en la que una niña llamada Clara sueña con una batalla heroica entre un ejército de ratones y un gallardo Cascanueces.
Los directores de El Cascanueces aseguran que es un “fenómeno” y, en todos los países que se presenta, una tradición navideña irremplazable.
“Para mí es ver al árbol de Navidad que crece: eso es mágico” , asegura Chapman sobre uno de los trucos escénicos que ponen en marcha cuando Clara se empequeñece para entrar al mundo de los ratones.
“Los ratones dan miedo. Tienen una batalla. Clara tiene un sueño, todo es muy azucarado. El Cascanueces tiene todos los elementos que todos, especialmente los niños, sueñan. Todas las niñas que han visto el ballet quieren ser Clara y todos los niños quieren ser el Cascanueces”, describe Chapman.
En la versión de esta Navidad, hay cambios en el vestuario y unas nuevas “andas” –una plataforma que un grupo de bailarines carga durante una de las escenas–.
Las coreografías de los payasos –los niños más pequeños que bailan en la fiesta del primer acto– y la danza árabe también está estrenando pasos nuevos para la ocasión.
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“Hay modificaciones pequeñitas en otras cosas: siempre hay cositas pequeñas que vamos cambiando porque se van puliendo cada vez más”, explica Carreras sobre el trabajo del montaje. “Básicamente las chicas están haciendo importantísimos avances y eso es muy importante. Para nosotros es lo más importante”.
Hay un sentido de crecimiento y pertenencia familiar en El Cascanueces. Los “payasitos” se transforman en las flores, las flores más brillantes pueden interpretar, eventualmente, a los roles más codiciados como el Hada del Azúcar.
Las audiciones invitan a bailarines de varias academias y zonas del país. Carreras tiene, como parte de un programa de extensión cultural, a un grupo de niñas de la comunidad de Tirrases de Curridabat –en El Cascanueces bailarán 13–.
Los invitados internacionales provienen de relevantes escuelas y compañías del mundo del ballet. La producción trae bailarines masculinos para suplir la carencia del país.
Los directores consideran que los hombres que bailan ballet en Costa Rica empiezan muy mayores con su aprendizaje. Tienen el reto de mantener interesados a los pocos niños que ingresan a las academias y que, cada tanto, forman parte de su montaje.
Este año, los 12 internacionales son un intérprete del Teatro Stanislavsky de Moscú, dos del Ballet del Teatro Nacional de Praga, dos del Ballet Nacional de Cuba y tres de la Compañía Ballet de Nicaragua.
“Este año es mi tercera vez. El año pasado bailé la danza china y al moro. Este año voy a bailar la danza árabe”, explica el ruso Jan Fousek (del Ballet de Praga). “Creo que hacen un trabajo increíble. He visto el progreso que hacen y me alegra (...) Siempre es agradable que alguien nuevo venga a tu compañía para verlos. Siempre es inspirador y espero que nosotros les demos ese sentimiento”.
En el transcurso del tiempo, los bailarines crecen y también lo hace el público.
“¿Qué significa para vos una Quinta sinfonía de Beethoven? Si pudieras oírla todos los días, las oirías todos los días. El ballet clásico es lo mismo que la música clásica”, asegura Carreras.
“Yo creo que vamos a tener cada vez más público. El Cascanueces es un fenómeno a nivel mundial porque la música de Tchaikovsky es un fenómeno universal”, dice la directora.
El Cascanueces es, en palabras de Chapman, un “gran primer ballet”. Es el camino de ingreso para las audiencias del futuro.
Todavía, las producciones completas de ballet son limitadas para el público que las sigue (de hecho, la mayoría son traídas al país por la misma productora de El Cascanueces, Interamericana Producciones).
“En el mundo de hoy, necesitamos estos escapes de la política, de la realidad”, dice Chapman. “Cuando el público venga al Melico Salazar, quiero que escapen de la vida real por estas dos horas del espectáculo”.
El Cascanueces se estrenará el 1.° de diciembre a las 8 p. m., en el Teatro Popular Melico Salazar. Los sábados 2 y 9, las funciones serán a las 3 y 8 p. m.
El domingo 3 habrá una única presentación, a las 5 p. m.
El domingo 10 de diciembre las funciones serán a las 11 a. m. y 6 p. m.
Entre semana: las funciones serán martes 5, miércoles 6, jueves 7 y viernes 8, todos a las 8 p. m.
Las entradas cuestan entre los ¢16.000 (galería del cuarto piso) y ¢38.000 (luneta central). Las compras se pueden hacer en el sitio en línea Eticket.cr, el Centro de llamadas 2295-9400 y puntos de venta en Servimás autorizados.