Los libros de Pedro Ángel Palou no tienen miedo de confrontar la historia. A través de su prosa, por momentos cruda y por otros poética, el escritor mexicano busca siempre vislumbrar los grandes dilemas que suelen perseguir a la humanidad, hecho que lo ha consolidado como uno de los escritores más relevantes de la llamada “generación del Crack” de la literatura mexicana.
Como autor, ha publicado más de 40 obras, dentro de las que destaca su novela ganadora del premio Xavier Villaurrutia (máximo honor en México) Con la muerte en los puños (2003) y su ambiciosa trilogía histórica Sacrificios históricos dedicada a Zapata, Morelos y Cuauhtémoc. Gracias a la editorial Letra Maya, su nueva obra, la exploración del nomadismo y los instintos naturales La quinta estación (2019), se ofrece en la Feria Internacional del Libro de Costa Rica.
Mañana, Palou será parte del conversatorio ‘La novela en la Historia, la Historia en la novela’, a las 5 p. m., en la Carpa Literaria. En su paso por Centroamérica Cuenta, el escritor se sentó a conversar con Viva sobre sus percepciones en torno al mundo de las letras.
-¿Cuál es la relación entre su arte y la memoria histórica?
Ha sido ya parte, digamos fundamental, de la mayoría de mis novelas. Mi trabajo, antes de escribir una línea, es un trabajo muy exhaustivo de investigación, pero llega un momento en donde tienes que parar. Tu prurito de verdad tiene que parar, porque puedes investigar 5 años más para saber de qué color era la corbata de seda de Zapata. Esto te detiene la imaginación histórica. El novelista histórico, a diferencia del historiador, intenta encontrar qué pasa en los huecos que la historia deja.
-¿Cómo se traduce esta perspectiva hacia sus novelas que lidian con lo contemporáneo?
En esta novela que publica Letra Maya (La quinta estación), son tres novelas. Cada una está escrita con un estilo totalmente distinto. Cada juego estilístico responde a una necesidad narrativa. No es meramente artilugio. Yo siempre pienso que el gran compromiso del novelista es que tiene que ponerse al servicio del tema.
“La literatura contemporánea compite con formas de la narración visual, entonces hay que preguntarse: ‘¿qué te da la literatura que no te da una serie de televisión’? Una dimensión psicológica, por ejemplo. Una estética. El novelista contemporáneo en lugar de querer competir con las formas de un medio donde la competencia es desleal, por la imagen, debe producir cosas que el texto visual nunca va a poder lograr”.
-¿Existe una subversión consciente a la hora de tratar los temas que aborda?
Sí. Siempre me ha parecido que la novela contemporánea, o es filosófica, o no es novela. O es una novela de ideas, o no es novela. Para contar historias existen otros medios. Esto no quiere decir que no me interesa contar historias, parto siempre de ella, pero no construida sólo del argumento, sino más bien desde el personaje. Leemos novelas para ver el cambio psicológico de los personajes. ¿Qué le pasa a un personaje que lo sobrepasa una dimensión trágica? El ser humano solo puede estudiarse a partir de las cosas que elige, y el novelista es un tramposo, porque le pone a sus personajes elecciones límites. Esa es la diferencia entre la novela y el cine, por ejemplo. La novela no se enfrenta a problemas, sino a dilemas. Y el dilema trágico es por su naturaleza irresoluble. No hay por eso final feliz en la novela. Es imposible.
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-¿Tiene que ver esto con su juego constante entre el deseo y la prohibición de sus personajes?
Hay temas tabú a lo largo de la historia que son inacabables. Por más reflexiones psicológicas que haya. Por ejemplo, cómo planteo en la novela, ¿qué pasa cuando no se es occidental?, ¿qué pasa cuando se es un nómada de una población actual? Es algo más complejo que el propio incesto. Esa es la primera gran prohibición sobre el deseo brutal, lo que nos diferencia de lo animal. Entonces la novela se pregunta, ¿hasta qué punto podemos controlar nuestro instinto? ¿La libertad misma existe o no existe?
-¿Siente usted que es una responsabilidad de la novela contemporánea alejarse de los grandes ideales, como la libertad, que tanto han sido parte de la literatura tradicional?
Esa es una de las grandes preguntas para cualquier novelista contemporáneo. Porque las preguntas que tú te haces no son las mismas que yo me hago, y tampoco las respuestas que nos damos. Incluso, los grandes clásicos que tanto amamos de Vargas Llosa o Cien años de soledad adolecen por sí mismas de otras perspectivas. El narrador te impone una visión. El problema es que no hay posible totalidad. Entonces, ¿cómo escribir desde el fragmento y la explicación parcial? En mi caso, la salida ha sido penetrar más hondamente en la psicología de los personajes.
Siempre hemos contado las mismas historias. La novela siempre ha sido de lo mismo, solo nos creímos un tiempo que la novela podía ser el vehículo de las grandes narraciones, pero caídas las grandes narraciones, el novelista tiene la libertad absoluta de imaginar.