Según una tragedia del escritor griego Esquilo, Prometeo fue el dios que robó el fuego del Olimpo para entregarlo a la humanidad. Zeus lo castigó, pero, gracias a Prometeo, los seres humanos pudieron utilizar el fuego para su bienestar. Más allá del mito, algunos hombres dominan tan bien el fuego que podrían pasar por heraldos de Prometeo: Gerardo Selva Godoy es uno de ellos.
El 7 de febrero, gracias a sus habilidades como vidriero y ceramista, Selva recibió el Premio Nacional de Cultura en Artes Visuales por la muestra Formas nacidas del fuego . Esta exhibición se realizó en la Sala XII de la Galería Nacional en marzo del 2012, como parte del Festival Internacional de las Artes. El otro ganador del mismo premio es Ricardo Ávila.
Esa exhibición demostró su arte y la eficiencia de las altas temperaturas en la creación de bellas piezas de cerámica y vidrio. Según el fallo del jurado, “la técnica de la cerámica ha sido enriquecida con la obra de este artista al proponer un lenguaje rico e idiosincrático, el cual es técnicamente exquisito”.
Fuego trascendido. La expresividad de sus gestos deja claro que Gerardo es un hombre tan transparente como el vidrio que moldea. Él nació el 17 de agosto de 1952 en Nicaragua, pero vivió en diversos países, como México, Inglaterra y los Estados Unidos. Desde 1976 reside en Costa Rica debido a una decisión que tomó siendo joven:
“Estuve en el colegio La Salle de Nicaragua y, cuando tenía 12 años, visité Costa Rica en un paseo del colegio. Recuerdo que fuimos a Ojo de Agua, y en ese momento decidí que viviría en Costa Rica cuando fuera grande. El lugar me atrajo porque me sentí muy cómodo. Mucho tiempo después me gradué de la universidad y de inmediato vine para acá”, comenta Gerardo.
Sin embargo, no fue fácil pasar de ser un estudiante de colegio a un profesional en Costa Rica. En 1969, Selva terminó el bachillerato y debió enfrentarse con una familia que veía con recelo su inclinación por el arte.
“En esa época, decir ‘arte’ en mi casa era como decir una mala palabra porque en la familia de mi papá hubo muchos artistas: escultores y poetas; desafortunadamente, ellos fueron muy bohemios y la vida que llevaban no era como mi madre creía que debía vivirse”, relata Gerardo Selva.
Debido al miedo de su familia, Gerardo decidió estudiar economía e ingeniería civil en México. Sin embargo, dos años después, abandonó esos estudios y decidió viajar a Inglaterra a estudiar una carrera apenas conocida en la época: diseño industrial. Selva cuenta de esa especialidad: “Sonaba a ‘diseño’ y, a la vez, a ‘industrial’; entonces, a mis papás no les asustó la idea”.
En aquel periodo de su vida, Selva llevó su primer curso de cerámica y se maravilló por las posibilidades de ese material. En 1986, gracias a una beca Fulbright, Gerardo estudió en el Instituto Tecnológico de Rochester, en Nueva York. Allí se especializó en vidrio e inició una acuciosa labor de investigación y creación.
Gerardo Selva confiesa que el vidrio fue “un amor a primera vista”; sin embargo, su impulso creativo no tardó en tomar otros espacios de las artes. En 1992, mientras trabajaba como profesor de artes plásticas en la Escuela del Valle de Pérez Zeledón, decidió incursionar como profesor de teatro: “Con las artes plásticas había muchas cosas que traer y llevar, y no había un espacio idóneo. Con el teatro es más fácil pues se hacen los pupitres a un lado y se empieza a trabajar”, comenta sonriendo.
En el 1996, el artista empezó a estudiar música y un año después creó su primer grupo musical. En diciembre del año anterior publicó su cuarto disco como cantautor. Además, ha realizado algunos videos que el mismo escribe, dirige y produce.
Investigación espontánea. Todas las creaciones de Selva tienen un punto el común: son productos de la intuición; a la vez, esta se basa en sus profundos conocimientos de las técnicas: escuchar al ceramista hablar de su quehacer nos hace sentir que estamos ante un artista que también es un químico.
En sus piezas no existe un boceto, pero sí busca controlar el resultado final de la pieza: “Todo es espontáneo, sí, pero a la vez una investigación práctica. Tengo una idea y la pruebo: veo lo que sucede. Las novedades que encuentro, las reintegro en la siguiente idea”, nos explica mientras muestra Felinos , una de sus últimas obras.
Felinos , Chamanes y Urna con águila son ejemplos de uno de los temas más importantes en su obra: lo precolombino. Estas piezas fusionan tres características esenciales del arte indígena: la forma tripoidal, el color verde (que remite a las piezas de jade) y los elaborados diseños de animales en las patas, propios de objetos de oro indígenas.
Para Selva Godoy, el tema precolombino surge involuntariamente ya que es parte de sus raíces. “Un artista latinoamericano que no incorpore sus raíces, no es latinoamericano”, señala convencido.
Asimismo, Selva reconoce que la globalización obliga al artista a buscar nuevos horizontes. En su caso, Gerardo ha renovado los procesos de horneado para mejorar la calidad de las piezas:
“Mis trabajos modernizan el proceso técnico; son horneados a una temperatura media de 600° a 620° centígrados. En cambio, los indígenas horneaban a unos 430° centígrados. Hago esto porque ahora las piezas necesitan ser duraderas para poder transportarse”, explica el ceramista.
Las obras de cerámica remiten a la tierra gracias al verde jade que el artista les aplica. Por su parte, el vidrio adquiere un matiz etéreo y acuoso. A pesar de las aparentes diferencias, Gerardo Selva explica: “El vidrio y la cerámica se parecen más que lo que se diferencian. En China, Japón y Corea se utiliza el mismo término para referirse a las dos técnicas”.
El sílice es el compuesto químico de los dos materiales: el vidrio es sílice puro, y la arcilla es silicato de aluminio hidratado. “Todo ceramista tiene la posibilidad de ser vidriero porque el manejo del calor es el mismo, pero el vidrio es más indómito: es como un tigre o un lagarto; para poder controlarlo se necesitan mucho tiempo y cuidado. La cerámica es muy dócil: una especie de animal doméstico”, comenta el artista moviendo sus manos como si estuviese ante el torno.
Las habilidosas manos de Gerardo Selva moldean a los animales domésticos y a los salvajes. Él utiliza técnicas –como el esgrafiado, el marmoleado y el plumeado– para dibujar sobre las piezas. Las tres son formas de utilizar ‘engobes’; es decir, arcillas coloreadas.
“Desde que empecé, hice mía esa técnica. Coloreo y pinto con arcillas de color y sello con el esmalte transparente. Eso me permite mayor exactitud en el resultado final”, apunta Gerardo.
Selva es un hombre afecto a la simbiosis. Sus obras de vidrio y arcilla toman diversos elementos de las culturas precolombinas y crean objetos únicos. Además, en su vida se ha acercado a variadas ramas del arte para moldear, a través de ellas, un camino singular y admirable.
“Con las artes, uno desarrolla la sensibilidad para entremezclar elementos: en música, los elementos son notas y ritmos, en el teatro son acciones, y en el vidrio son formas. Los elementos se toman y se colocan en su óptima versión estética”, concluye el artista.