Una nota sobre el trabajo reciente de Sergio Rojas Chaves: está bien sonreír, incluso reírse. El artista no le teme al humor, y en su “invernadero” instalado dentro de la Alianza Francesa de barrio Amón, uno podría entretenerse fingiendo que las plantitas (de papel y paleta) son títeres. Eso está bien.
En esa línea, Efecto invernadero (la exposición que sigue abierta hasta el 17 de junio) nos invita a relacionarnos con las plantas de otra manera. Todo empezó en la fila del supermercado en Canadá, donde Rojas estudió; al lado, como cualquier otro ornamento, sobresalían plantitas de banano.
“Para los canadienses, en invierno, se vuelve lo único verde, este follaje exótico, pero también es un reto, ganas de hacerse responsables por otra vida”, considera Rojas. “Mi investigación en torno a las plantas se ha ido en esa dirección: ¿qué rol están cumpliendo las plantas en los espacios internos? Lo que está acá es un trabajo que mira hacia los invernaderos, una estructura que subraya que lo que está adentro no puede estar afuera, una estructura hecha para preservar algo que no podría existir sin ella”.
Las estructuras del invernadero crean junto a imágenes de archivo de plantas un jardín de papel que nos habla de domesticación, preservación y futuro. “Tengo un archivo de imágenes encontradas de plantas y todo lo que tenga que ver con ella: su cuido, maneras de esparcirlas y reproducirlas, cómo peinarlas, cómo sembrarlas”, explica.
“Me interesaba la manera en que se fotografían las plantas, me recordaban fotos de pasaporte, de identificación, y el hecho de que individualizamos una planta por maceta, como un esfuerzo para relacionarnos con ellas uno a uno, como individuos. En realidad, en la naturaleza las plantas crecen en comunidad”, detalla el artista.
Dos libros de Rojas, At Home With Plants y The Houseplant Portraits , retratan docenas de plantitas en los escenarios que las conocemos ahora; o sea, en nuestra casa. “Son imágenes de plantas en espacios internos deshabitados de humanos. Muestran las plantas relegadas a pura decoración en favor de nuestra mirada, como un ser que existe como ornamento y otro ser vivo”, dice Rojas.
“(Me interesaba) la maceta como estructura que controla y contiene un crecimiento; la preservación como un acto de control es algo que me interesaba, no tanto la bondad que viene con preservar, sino la autopreservación maquillada de preservación de otras especies”.
La inquietud de Rojas es por apartarnos del antropocentrismo, de creernos en control total de nuestras acciones y sus consecuencias. La preservación instrumentalizada –las plantas de adorno–, de cierto modo, pareciera acto de expiación: cuidamos la plantita a sabiendas del resto del daño que hacemos. “Nos sentimos muy protagonistas en el planeta”, reconoce Rojas. Tal vez demasiado.