Hace unos 16 años, muchos conocieron la serie de televisión Buffy, la Cazavampiros y, a través de dicha serie (incluido este autor), se familiarizaron con tales monstruos. En aquellos tiempos, los vampiros parecían frágiles, a pesar de lo letales que eran; asimismo, resultaban seductores y a la vez repulsivos.
Debido al contacto con esa serie, el interés por los entes vampíricos creció en muchos de los actuales adultos. No fue el único ejemplo de vampiro en las décadas de 1990 y del 2000, pero sí fue un ejemplo constante dada la duración de la serie (seis temporadas). Algo más importante: Buffy introdujo el personaje de Drácula, el vampiro original (o el más famoso en la historia).
Drácula se mantiene aún como la novela vampiresca más leída en el mundo; se la considera el texto más importante en este género, mas no fue el primero. En 1819, antes de que el irlandés Bram Stoker publicase su novela sobre el conde de Transilvania, el inglés John William Polidori había creado el texto considerado el personaje original en esta literatura: El vampiro .
Asimismo, Sheridan Le Fanu había escrito dos obras cuyo personaje central era un vampiro: Spalatro (1843) y Carmilla (1871). El primero de dichos trabajos no se reconoció como producto de Le Fanu hasta el siglo XX, mientras que Carmilla motivó varias películas, y, en efecto, es considerado parte de la inspiración para el Drácula de Stoker.
Del mismo modo, otros autores de poesía habían escrito obras consideradas vampirescas, como Christabel, de Samuel Taylor Coleridge; La Belle Dame Sans Merci, de John Keats, y La metamorfosis del vampiro, de Charles Baudelaire.
Bellos y peligrosos. Esas representaciones vampirescas se basaban en las imágenes antiguas de las Lamias o en Circe, personaje de la mitología griega, mas fueron avanzando y cambiando conforme el contexto histórico y literario se modificó.
Ahora bien, ¿por qué surgió este tipo de personaje en el ámbito literario de Europa? Los siglos XVIII y XIX acarrearon muchos cambios económicos y sociales en el Reino Unido; entonces fue aminorando el poder del Imperio Británico a causa de la independencia de varias de sus colonias.
A la vez, aquella época generó una incertidumbre dentro de la población con respecto a sus valores morales. El libertinaje sexual era causa de vergüenza para los británicos, y novelas como El retrato de Dorian Gray (1890), de Oscar Wilde, habían causado escándalo entre la población del Reino Unido por sus relaciones promiscuas y por su incorporación de costumbres extranjeras.
Los británicos temían por la supervivencia de sus valores y costumbres ante la creciente presencia de lo extranjero y lo oriental. Esta presencia fue uno de los motivos que suscitó la fascinación por los vampiros representada en los escritos de la época.
Como personaje, el vampiro engloba características que apelan a una combinación contradictoria: los vampiros nos resultan atractivos y a la vez atemorizantes. Los personajes de Polidori, Le Fanu y Stoker exaltan esto pues no son solo amenazantes, sino también aristócratas y provistos del escudo de su poder económico. Los vampiros de Le Fanu y Polidori acechaban a sus presas desde su fachada de cuna de oro y buenos modales, al igual que Drácula.
La belleza física de algunos de los vampiros más su posición social resultaban ser un disfraz letal en beneficio de esos monstruos. Del mismo modo, todas estas historias se originan u ocurren en la Europa continental (fuera de la dudosamente segura isla británica).
El conde Drácula personificaba al máximo la amenaza foránea. El aristócrata de Transilvania es un descendiente de los hunos (bárbaros terribles), como él mismo admite en la narración de Stoker. Sin embargo, nada resulta más importante que el elemento sexual e invasivo presente en la ingestión de sangre del conde cuando ataca a sus víctimas. Este acto despierta la idea de la sangre bárbara del conde que se mezcla con la de sus víctimas: en la novela, Lucy Westenra y Mina Harker.
Entre nosotros. Para las masas de lectores de la época de Stoker, era repulsivo y aterrorizante el simbolismo de un bárbaro invasor que enturbiaba la sangre de las jóvenes y futuras madres, a quienes había seducido con sus encantos sobrenaturales.
Del mismo modo, la novela vampiresca de Stoker no fue considerada un clásico verdadero dentro del canon literario hasta casi el final del siglo XX, cuando se la apreció por su amplio impacto en la literatura, el cine y la cultura popular en todo el mundo.
Latinoamérica no escapó a la influencia de la imagen del vampiro. Así, Rubén Darío ya había publicado una historia en la cual una vampiresa llevaba el rol del villano principal.
En su artículo Transformaciones del vampiro en la literatura hispanoamericana: Aproximaciones al 'género' en Darío, Agustini y Cortázar, Adriana Gordillo desentierra una bastante olvidada historia de Darío: Thanatopia, publicada en 1893, cuatro años antes de que Drácula se imprimiese en Dublín. Por ende, Gordillo la considera un trabajo paralelo en la serie de respuestas a los cuentos de Polidori y Le Fanu.
Sin embargo, más importante es el trabajo de Delmira Agustini, quien escribió el poema El vampiro en 1910, ya bajo influencia de los trabajos de Rubén Darío y Stoker por igual.
En 1937, el joven Julio Cortázar publicó el cuento El hijo del vampiro , en el cual la esencia del personaje consiste en crear abuso y codependencia sicológica en vez del acto físico de succionar la sangre de las víctimas. El vampiro de Cortázar absorbe la vida de otros al cautivarlos y al acaparar su atención y su vida.
Imaginación interminable. Buffy la Cazavampiros es tan solo un ejemplo entre muchas otras adaptaciones del vampiro a la televisión y al cine.
La autora estadounidense Anne Rice permanece entre las más famosas escritoras de novelas vampirescas de la actualidad, con doce libros publicados en su serie Crónicas vampíricas, y con una nueva, a punto de salir este 28 de octubre. De sus novelas, Entrevista con el vampiro y La reina de los condenados ya han sido respectivamente adaptadas al cine en 1994 y 2002.
Asimismo, la casa de comics Marvel tiene su propio vampiro en el personaje Blade, sobre el que se ha rodado una trilogía de películas.
Otra famosa, pero muchas veces atacada franquicia, es la de Inframundo (Underworld), del director Len Wiseman. Esta última recibe muchas críticas debido a las incongruencias y los anacronismos de su narración. Sin embargo, Inframundo se deriva del mismo origen histórico sobre el cual Bram Stoker se basó para dar vida al conde: Vlad Drácula.
Ese personaje gobernó el principado de Valaquia (Wallachia), situado en la planicie sureña de la actual Rumania. En su artículo Vlad Dracula's War on the Turks (La guerra de Vlad Drácula contra los turcos), Will Romano explica que Drácula fue un príncipe temido, pero a la vez respetado por su despiadada defensa contra la invasión extranjera (irónicamente, Stoker lo convirtió en un monstruo invasor).
Ese personaje histórico aparece en la película Dracula Untold (Drácula: La historia jamás contada), ya estrenada en los cines: es una adaptación libre sobre cómo el príncipe se convirtió en vampiro. La trama apunta a representar a Vlad como un guerrero despiadado y explica su conversión al vampirismo, pero resulta preocupante para amantes y apasionados del género vampiresco y de su mayor exponente en particular.
El vampiro se ha adaptado a muchos géneros y ha sobrevivido desde el cuento de Polidori; así también, el conde Drácula continuará apareciendo en distintas adaptaciones para el agrado o el odio de sus fans. Este icónico personaje nos acompañará siempre.
Luis Salazar Castro subfer1@gmail.com