Faltaba poco menos de media hora para que el Moderno Teatro de Muñecos (TMT) realice su último ensayo de cara a las presentaciones de este domingo.
Todos los integrantes de su nueva puesta de escena, llamada La jaula, formaron un círculo en medio del salón comunal en el que realizan sus ensayos. Se alistaban para “hacer su calentamiento”.
Para esta compañía teatral entrar en calor no significa afinar gargantas o estirar piernas; eso sería reducirse a lo mínimo.
Entonces, los integrantes del Moderno Teatro de Muñecos se agarran de las manos, cierran los ojos y empiezan a limpiar su cuerpo, a llenarse de vibraciones para entrar en sintonía.
Dentro del círculo, en pleno éxtasis, se destaca desde los lejos Anselmo Navarro, el director de la compañía. Con su cabello blanco y largo pareciera ir navegando por todos los recuerdos que lo inundan. No es para menos: este fin de semana se celebran 50 años de esta insigne compañía que él heredó con amor.
La imagen de Navarro es particular: a su izquierda le da la mano a Rosalía Camacho, intérprete que ha estado en diferentes etapas de la compañía y, a su derecha estrecha palmas con su hija Sofía, quien es parte del elenco actual del TMT.
Junto a ellos, el grupo provoca que la trillada frase de “parecen una familia” aparezca inexorablemente. Desde su concepción, el Moderno Teatro de Muñecos se planteó así. De no serlo, muy difícilmente estaríamos frente a la agrupación que cambió la mirada sobre el teatro de títeres en Costa Rica.
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Siempre vigente
No por nada, el MTM lleva “moderno” en su nombre. El titiritero argentino Juan Enrique Acuña llegó al país en 1968, proveniente de la Universidad de Carolina, en Praga, con la clara consigna de construir una compañía que siempre fuese innovadora.
“El maestro siempre fue muy entusiasta y nosotros vivimos del entusiasmo”, dice Anselmo , quien asumió la dirección de la compañía a finales de los años 80. “El aprendizaje de 50 años solo se podía dar así. Nuestro postulado es incidir en la sociedad contemporánea, para el público contemporáneo, con recursos contemporáneos y con una ética artística independiente”.
Tras ser acogido por la Escuela de Artes Dramáticas de la Universidad de Costa Rica, Acuña se sintió cómodo y fundó el MTM con una obra llamada El lagartito travieso, que solo requería de un par de intérpretes para cobrar vida. Esa honesta historia significaría un cambio en el paradigma del teatro de títeres: historias entrañables y con buen argumento darían la pauta de lo que vendría.
Antes de la aparición del Moderno Teatro de Muñecos, Navarro recuerda un ambiente titiritero escaso. Las repentinas apariciones de muñecos venían precedidas de la herencia de las mascaradas y algunos literatos como Carmen Lyra eran quienes apenas visibilizaban esta manifestación artística.
“Enrique (Acuña) cambió postulados, reacomodó ideas y le dijo al público que los títeres le hablaban a ellos directamente. La idea no era solo reírse ante la mordida del perro en el trasero de un personaje tonto, sino que daba a entender que los títeres pueden ser tan interesantes como la poesía, el cine, un libro”, dice el director del MTM.
Después, aparecerían grandes artistas titiriteros como Fernando Thiel y Teatro Contraluz y el Moderno Teatro de Muñecos comenzó a estirar sus brazos hasta tocar fibras de cientos de personas.
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El mismo Anselmo no fue un miembro fundador de la compañía. Conoció al MTM pocos años antes de que Acuña muriera, en 1988, en un acercamiento que le hizo olvidar sus estudios de ingeniería forestal y su oficio de editor de literatura para sumergirse en el teatro de títeres.
“Fui uno de esos que fue, vio y se enamoró del MTM. Me cambió la vida. Llegué al Teatro Carpa a ver la obra Amonémonos amor, en el parque Morazán. Me cambió la vida…, dejé las otras cosas que hacía porque yo quería hacer esto. Quería dedicarme la vida entera a esto”, confiesa Navarro.
Con casi 200 personas que pasaron por el elenco y con 18 espectáculos en su repertorio, el Moderno Teatro de Muñecos pavimentó una vía teatral infinita que hoy se preserva con fuerza.
El teatro hoy
El Día del Niño es el marco perfecto para la celebración de medio siglo de actividad titiritera.
Con la obra La jaula, el Moderno Teatro de Muñecos se muestra en escena como el colectivo maduro y lleno de eterna inspiración que es.
En La jaula, unas inmersivas proyecciones dan comienzo a la obra. Se trata de un espectáculo que combina video con música en vivo e interpretaciones con muñecos.
Anselmo Navarro dirige a cinco intérpretes que completan el elenco actual de la compañía: July Betances, Álvaro Mata, Sofía Navarro, Luciano Palavicini y Rosalía Camacho. Este grupo se encarga de dotar de expresión a Nina, pequeña de seis años que se pasea en un mundo cargado de la impresionante brisa infantil que inspira y estimula a un espectador de cualquier edad.
En la historia, Nina se encuentra con un pajarito cantor que parece hablarle directamente. Ella se obsesiona con el ave, al punto de intentar atraparlo en una jaula. El medio ambiente, la inocencia y, sobre todo, la libertad son los cimientos de esta puesta en escena que fácilmente hipnotiza a quien la mira.
La jaula tiene la particularidad de ser un espectáculo en el que no se dice palabra alguna. Todos los diálogos se expresan en el lenguaje de la música, gracias a la presencia del dúo de Fetén Fetén.
Esta agrupación española, integrada por Diego Galaz y Jorge Arribas, se caracteriza por la interpretación de múltiples instrumentos para hacer su música en el escenario.
Esta es la primera experiencia como dúo que ambos tienen con el Moderno Teatro de Muñecos y, al parecer, no hubo dificultades en adaptarse a la dinámica que exige este tipo de espectáculos.
“Las cosas han fluido de manera mágica en un terreno que parece muy diferente. Como nos conocíamos de antes, ha existido un feedback de enviarnos los textos y conversar con los intérpretes. Anselmo y Sofía fueron a España y nos enseñaron los cuadros y los personajes, así que pudimos entender muy bien los sentimientos de la obra”, dice Arribas.
Por su parte, Diego Galaz asegura que el tipo de público que asiste a una obra del MTM ofrece sentimientos muy hermosos para los intérpretes. “Toda persona, de cualquier edad, viene a ver algo así. De eso se trata justamente. Es irónico que se haya fragmentado el público según géneros. cuando el arte es arte en cualquier expresión. Es muy hermoso sentir el entusiasmo, tristeza y demás cosas que provoca esto”, afirma el músico.
Con la energía cabalgante, músicos y actores se amalgaman en el escenario. El magnetismo entre ellos es el mismo que siente el espectador con la obra La jaula. Muy posiblemente, sea la misma energía que los ha preservado activos durante cinco décadas.
De mantenerse así es difícil imaginar hasta dónde podrían alcanzar.
Sobre el espectáculo
La jaula se presentará en el Teatro Eugene O´Neill. Se ofrecerán cuatro funciones programadas los días 9 y 16 de setiembre, a las 11 a. m. y 2 p. m. Las entradas para el público general tienen un valor de ¢6.000; los adultos mayores y los niños pagan ¢4.000. Los tiquetes se pueden adquirir en la boletería del teatro el día la actividad o mediante reservación llamando al 8701-9397 o escribiendo al correo electrónico mtmteatro@gmail.com