Han pasado cuatro siglos y Shakespeare sigue allí de pie, en medio escenario, seguro y firme. El mundo ya no es el mismo, pero el ser humano sí: misma esencia, mismas contradicciones, mismas pasiones, mismos errores, y Shakespeare, que nos conoce como nadie, es aquel a quien volvemos en busca de una mirada aguda y profunda para entender, para buscar respuestas, para hacer más preguntas.
Han pasado cuatro siglos y millones de versiones –y también per-versiones– de las obras de Shakespeare, desde los montajes más excéntricos hasta los más tradicionales, desde los más fastuosos hasta los minimalistas, desde los abucheados hasta los que se ganan ovaciones. Y Shakespeare sigue aquí, en medio de nosotros.
Pasados tantos años, tantos montajes y tantos estudios, ¿cómo afrontar una puesta de escena de Shakespeare? Para los teatreros en Costa Rica, las respuestas son fáciles de elaborar: todo está en los textos, allí está lo significativo, lo que hay que estudiar, a lo que hay que “entrarle con el alma, la profundidad, la frescura, la posibilidad de decir algo más... Por supuesto, esto es fácil de enunciar, pero no es tan sencillo de convertir en una realidad.
Un sinfín de posibilidades
“Pueden haber pasado 400 años o cuatro días después de su muerte; eso no tiene importancia, tampoco la cantidad de versiones. Siempre habrá alguien que encuentre algo fresco y vigente en una de las obras, en uno de los personajes o en uno de los temas”, afirma David Korish, uno de los dos bastiones del grupo Abya Yala.
Esta compañía tiene particular gusto en trabajar los textos del Bardo de Avon y así han puesto en escena cuatro obras inspiradas en el inglés; “por ahora; no lo dejamos de lado, siempre está sobre la mesa”, agrega Korish.
¿Su lectura de Shakespeare? En definitiva, no es tradicional. “No nos atrae montar las obras tal cual. Para nosotros es más interesante plantear un diálogo innovador con Shakespeare”, detalla.
Óscar Castillo es otro amante de la obra del Bardo de Avon. Su interpretación del Rey Lear en la obra homónima le dio el Premio Nacional de Teatro al mejor actor en el 2014.
Para afrontarlo, afirma, el autor es la mejor estrategia. “Lo importante está en la obra de Shakespeare. Lo que uno encuentra de significativo está en las obras, en los personajes, en los conflictos dramáticos, y en el momento en que uno lo está leyendo. Importa mi lectura, mi circunstancia, con eso voy a poder darle forma para mi tiempo; la forma no está en que me vista con tutú, sino en la fuerza y manera de representar a los personajes”, asegura este actor, director y cineasta.
Está convencido de que la fuerza poética de estos textos y los planteamientos acerca de las relaciones humanas logran conquistar los corazones de los espectadores.
“Shakespeare refleja al ser humano en su época. El ‘To be, or not to be...’ nos lo seguimos preguntando todos los días”.
Fabián Sales, director que lideró ese El rey Lear del 2013, es claro al afirmar que hay que enfrentarse al dramaturgo inglés a partir del deseo y la necesidad de montarlo. “Hay que tener una gran necesidad de decir algo, sentir esa comunicación, para montar las obras de Shakespeare en el aquí y ahora”.
Sin temor asegura que Shakespeare no está en la sonoridad del verso. “No está en la rima ni en los juegos de palabras. La esencia de Shakespeare está debajo de lo que está en las palabras. Decirlo, cualquiera puede hacerlo. Hay que trabajar e investigar en qué sostiene esos textos, a esos personajes. La verdadera genialidad de Shakespeare está allí: en lo que no se dice, en lo que hace a los personaje decir, en lo que los hace hacer”, explica.
Para Melvin Méndez, actor y director, a Shakespeare no hay que abordarlo con un “respeto museológico”: “Hay que entrarle con el alma a todas las contradicciones que se reflejan en sus obras. Es difícil equivocarse con Shakespeare porque el texto y la situación dramáticas son perfectos; es muy teatral, acción pura. Es fácil equivocarse cuando se le toma la ligera o se le monta en 15 o 30 ensayos”.
Su talento para retratar las emociones humanas lo sigue haciendo vigente, asegura la directora Claudia Barrionuevo. “400 años después se monta con éxito en todo el mundo. Te das cuenta de que en Shakespeare todas las partes funcionan. Su obra está allí y está dando vueltas con una vigencia tal como si Shakespeare nunca hubiese muerto”, dice.
Han pasado cuatro siglos y Shakespeare no ha envejecido.