En el 2017, el Teatro Nacional cumplirá 120 años sin haber tenido nunca una póliza contra incendios.
La ausencia de un sistema adecuado de protección contra siniestros ha sido la principal restricción para poder adquirir una póliza que asegure el edificio y las obras artísticas que alberga, según confirmó la jefa de la Dirección técnica de suscripción del Instituto Nacional de Seguros (INS), Giselle Hernández.
La última vez que el Teatro habló de un sistema contra incendios fue en el 2006, durante la dirección de Samuel Rovinski, y hasta ahora, el tema se postergó durante tres administraciones diferentes. Históricamente, el presupuesto ordinario del teatro ha resultado insuficiente para acometer la intervención completa que requiere el inmueble .
Seis meses después de asumir el cargo de director del Teatro, Fred Herrera valora que, para ejecutar la tarea, necesita un “plan maestro de ingeniería” que ate todos los cabos que han quedado sueltos con el tiempo, pero que estará listo para ejecutarse a partir del 2018.
“El primer punto crucial es que no tenemos sistema contra incendios y somos de pura madera. El segundo punto es que las normas eléctricas no están en el estándar actual y es hora de quitar las alfombras, levantar los pisos de madera y meter la nariz para ver el estado de las instalaciones”, asegura Herrera.
El nuevo plan ya fue adjudicado a la firma Gestión y Consultoría Integrada (GCI).
Herrera planea invitar a la Junta Directiva del INS para valorar una futura póliza con un valor convenido entre las partes para proteger al inmueble.
La primera de ellas consistió en la construcción de un tanque con capacidad para 300.000 litros de agua; la segunda proyectaba la instalación de una bomba con motor y, luego, un sistema supresivo (606 aspersores de agua y 44 detectores de humo). La primera parte se cumplió exitosamente; de la segunda solo se completó la instalación de la bomba.
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Durante la dirección de Jody Steiger, en el 2008, el Teatro Nacional obtuvo brevemente una póliza de riesgo para “edificaciones, maquinaria, equipo y la obra artística” que albergaba.
El valor asegurado se estimó en casi $30 millones, pero se canceló en el 2009 cuando tanto Ministerio de Hacienda como el de Cultura estimaron que la situación fiscal del momento no permitía costearlo.
“No era negligencia de las autoridades, es un cálculo matemático muy razonable”, explicó William Monge, quien trabajó hasta el año pasado como arquitecto del Teatro y ahora dirige el Centro de Investigación y Conservación del Patrimonio Cultural.
“¿De qué nos sirve que nos den una millonada si ya se quemó? Más que preocuparse por las pólizas, hay que prevenir”, añadió.
Sin embargo, prevenir supone trabajos muy complejos que afectarían el inmueble y su programación regular por largos periodos. De hecho, el rezago en los sistemas de protección contra incendios del Teatro Nacional no es una excepción, sino parte de una compleja tendencia.
De los edificios patrimoniales, Monge asegura que solo la Casona de Santa Rosa cuenta con pólizas. Después de que el inmueble perdió 80% de su estructura en un incendio (2001), el Centro de Patrimonio intervino en la reconstrucción del inmueble y modernizó sus sistemas.
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Monge detalla como otro ejemplo de protección limitada al Teatro Popular Melico Salazar, que tiene cubierta la parte preventiva (los detectores y alarmas), pero no la supresiva (las bombas y difusores de agua).
Intervención. La protección contra incendios de edificios históricos requiere la intervención costosa y profunda de su infraestructura histórica. Los puntos de riesgo en estas construcciones provienen de las características que los hacen invaluables: todos están construidos con dimensiones y materiales que no cumplen con las normativas actuales.
“Pueden intervenir en lo inmediato y reducir los factores de peligro, es muy difícil intervenir en lo pasivo (los materiales antiguos). Posiblemente, pueden intervenir en la situación de los extintores, la capacitación de brigadas y, a mediano plazo, un sistema de supresión de incendios con rociadores que pueden adosar a la estructura principal sin alterar su diseño original”, explicó el jefe de la Unidad de Prevención de Incendios del Cuerpo de Bomberos, Alexánder Solís.
Después de que se ejecutaron las primeras obras del sistema de protección contra incendios en el teatro, el proyecto se frenó antes de instalar el sistema supresivo porque entraron en consideración necesidades en otras áreas del teatro: la renovación del piso del escenario, la mecanización de la tramoya; y, además, la planificación de una concha acústica para mejorar la calidad del sonido de las presentaciones.
“Estuvo como en pausa porque, con Adriana Collado (directora del 2010 al 2014), comenzamos a hacer la mecánica teatral. También había que hacer el piso porque estaba dañado; era urgente para que el teatro siguiera funcionando”, detalló Monge.
Bajo la dirección de Collado, el Teatro resolvió el deterioro acumulado en el piso del escenario y en la cúpula. En esos años, tuvo que frenar la presentación de espectáculos en distintos periodos.
“Ahora con (Herrera) se armó todo junto en un solo paquete; de lo contrario, cada administración llega con diferentes objetivos y haciendo cosas puntuales pero sin seguir un plan racional”, destacó Monge.
Ruta al 2018. El plan maestro para que, por primera vez, el Teatro Nacional obtenga completa protección activa contra incendios, y su estructura y obras de arte que alberga sean indemnizadas en caso de siniestro, obliga a la institución a ejecutar un plan de conservación ambicioso y, por lo mismo, costoso.
Tanto el director del Teatro Nacional, Fred Herrera, como el director de Administración de Proyectos de GCI, Carlos Brenes, coinciden en que, en el escenario más favorable, las obras de construcción comenzarían en el 2018.
El plan reunirá el diseño y la ejecución de ocho proyectos . La mitad de ellos están directamente relacionados con la protección del edificio contra incendios; la otra mitad es la renovación de diversas estructuras.
“Trataré de que tengamos el plan maestro terminado, una cuantificación exacta del costo de las obras y tal vez el dinero, de modo que la puesta en inicio sería en la próxima administración. Eso es lo que me parece razonable”, precisó Herrera.El dinero es la otra preocupación del director, pues asume de antemano que no bastará con el presupuesto ordinario.
Hasta ahora, el diagnóstico de la estructura y los diseños preliminares han tenido un costo de $4.500.
El reglamento de ese código fue reformado en el 2012 y estipula que cada sitio de reunión de más de 100 personas debe someterse a revisión de sus estándares eléctricos cada cinco años.
No obstante, el diseño del proyecto de “adecuación tecnológica del escenario” aún está pendiente y el resultado final de esos primeros proyectos dependen directamente de los planos finales de la mecánica teatral.
Herrera planea involucrar al país en el financiamiento de estas etapas, de forma que la siguiente administración pueda centrarse en ejecutar el plan.
“Una opción que estamos manejando es pedir un gran préstamo e irlo pagando; hacer también campañas de donaciones que pueden ser de pequeña y de gran cuantía, lo que podría dar pie a placas – como se hace en instituciones y museos– para empresas y familias que donan grandes cantidades de dinero”, explicó Herrera. “No excluyo ninguna forma de recaudación; pido ayuda”, agregó.
En el marco de esa propuesta de recolección, el Teatro Nacional ofreció el jueves 28 de enero un concierto de gala con la Orquesta Filarmónica en la que las entradas tuvieron un costo de $200 (aunque ese dinero se invertirá en un libro de homenaje para el 120° aniversario).
LLas futuras recaudaciones se realizarán dentro de la campaña Amantes del Teatro Nacional, la cual fue presentada oficialmente a la prensa el miércoles 10 de febrero.