La traviata siempre ha sido asunto de lujos y excesos. Violetta, desde el estreno de la ópera de Verdi en 1853, ha sido mujer de mundo, glamorosa y alegre. ¿Cómo sería en el 2017 nuestra protagonista? Una it girl del París cosmopolita, una diva actual, exuberante.
En el nuevo gran montaje de la Compañía Lírica Nacional, La traviata adornará el Teatro Popular Melico Salazar (San José) con galas actuales y destellos del jet set internacional: ese es el mundo de Violetta Valéry, una cortesana trastornada por el amor y la enfermedad, que ha dibujado José Darío Innella, director escénico.
Es una “propuesta contemporánea, que pone acento en las falsas celebridades y el precio que pagan aquellos que por necesidad o por ingenuidad sobreexponen su intimidad al despiadado escrutinio público”, expresó Innella en un comunicado del Centro Nacional de la Música.
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Labor. Para darle vida a este ambiente, el ganador del Premio Nacional de Teatro Francisco Alpízar basa el vestuario en diseñadores de haute couture y personajes que aparecerían en fiestas de alta sociedad en la capital francesa.
“El director quiere que este personaje sea una de las que salen en las revistas, ese tipo de mujer que está un poco decadente pero que pertenece a un círculo de altura”, dice Alpízar. “¿Cómo entender este personaje de Violetta en la actualidad, la amante de quién sería? Ahí es donde empieza la ropa a tener significado: ¿cómo se vestiría hoy esta cortesana de primer nivel?”.
“Esta vez, el director quiere traer la ópera a la actualidad, mostrar que son espectáculos que siguen siendo vigentes. La psicología de los personajes no cambia, pero se actualiza su entorno”, explica Alpízar. “Una fiesta de élite cosmopolita: ese es el concepto”.
“Buscamos inspiraciones, colecciones, un montón de diseñadores que podemos ver para poder sintetizar todo en este concepto”, dice Pamela Gutiérrez, asistente de vestuario. Referencias de Dior, Saint-Laurent y Cavalli han nutrido la propuesta, no solo para personajes principales, sino también para el coro, que estelariza dos grandes fiestas que se celebran durante la ópera: en ambas son personajes distintos y cada quien tiene su propio look .
La primera es decadencia, paparazzi , exceso, donde asisten todos los que están de moda; la segunda ocurre en un casino clandestino donde asisten las auténticas damas de sociedad, con dinero en serio y elegancia que no se finge. Son dos vistazos de un mundo que debe cobrar vida con rapidez en escena.
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Con una octava parte del presupuesto de ¢80 millones para la producción, el equipo de vestuario, maquillaje y peinado debía teñir de glamour la puesta (la boutique Ann Clariss patrocina varios vestidos del coro).
Como cualquiera que diseñe en Costa Rica sabe, los materiales no abundan, ni tampoco los recursos: la imaginación tiene que ejercitarse para brindar el refinamiento que exige el entorno de esta obra. Alpízar, uno de los más confiables diseñadores de vestuario del país, tiene amplia experiencia en ello.
Aún más, han debido planearlo considerando los rápidos cambios que tendrán que realizarse entre escenas. “Vamos a tener tres personas en peinado y tres en maquillaje, incluida yo. No estamos dejando absolutamente nada a la improvisación. No podemos correr ningún riesgo”, dice Tamara Sabaté, a cargo del maquillaje –de líneas simples, less is more , estilo francés–. “La propuesta visual va a ser impresionante”.
La traviata de la Lírica apuesta por hablarnos desde el presente. Asista a su fiesta; las entradas están en venta en SpecialTicket.net.