Ernesto Cardenal, el poeta, escritor, escultor, pintor, sacerdote y revolucionario nicaragüense, se ha inmortalizado en la historia de la literatura latinoamericana y del mundo.
El artista falleció este domingo 1.° de marzo. En enero cumplió 95 años y su salud se venía deteriorando en los últimos meses.
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Personalidades de todos los rincones y de todas las ramas se disputan las despedidas y los homenajes. Su obra está en todas partes, traducida en los idiomas más importantes del planeta.
Las preguntas de esta entrevista inédita son de todo y de nada. Trivialidades como la elección de una pieza de vestir, pero también asuntos de fuerza mayor, como la posibilidad de que los extraterrestres sean capaces de crear poesía. ¿Qué le pregunta uno a una leyenda viviente que ha escrito bellamente sus memorias y ha dado un sinfín entrevistas?
La plática ocurrió en una escena conocida por cientos de periodistas, escritores y amigos de Ernesto Cardenal: el poeta, encorvado de sabiduría, descansa en una silla mecedora en la salita-terraza de su casa, mirando hacia el patio.
Estamos en el ardiente corazón de Managua y la vegetación amarillece con sed.
Estamos en el 2018, a mediados de marzo, y el poeta viene de publicar sus últimos versos. Un poema titulado Así en la tierra como en el cielo, que es “una especie de oración y un canto a la vida y al universo”.
Luz Marina Acosta, pintora y amiga del sacerdote, lo convence para responder “un par de preguntas” por milésima vez.
El escultor ya está mayor y estas pláticas lo cansan. Fue amable, eso sí, hasta que el par de preguntas se multiplicó mucho. En ese momento lanzó un: “¡Ya no me sigás preguntando!”, pero sí respondió y viajó 90 años montado en el vehículo de su prodigiosa memoria para dar con una escena de cuando tenía tres años: él, disfrazado, haciéndose pasar por un santo. El muy atrevido.
Entre su primer recuerdo y sus 94 años, hora en la que ha partido, Cardenal hizo uno y mil mandados. En casi todos lo fotografiaron con boina, incluso cuando visitó Corea del Norte. Es por ahí, por ese peculiar sombrero, por donde comenzó nuestro trueque de palabras.
–¿Por qué siempre usa boina, poeta?
–Cuando vino la moda de pelo largo de los hippies, en Solentiname también nos dejamos el pelo largo. Entonces, el pelo me caía en la cara. Yo me ponía una cinta en la cabeza para que no se me estuviera cayendo, y José Coronel Urtecho, que era mi compañero maestro, usaba boina; yo comencé a usar boina también, como él. La tengo siempre cuando salgo en público, pero en la casa no.
–¿Es posible para el ser humano saber cuál es el propósito de la vida?
–Es posible para los que creemos en Dios. Tenemos que creer que hay un propósito que es conocer a Dios y la unión con Dios. Es el propósito del universo, de la humanidad y de la vida. Por eso estamos aquí, pero para eso hay que creer que hay un Dios.
–¿Ese es también su propósito personal?
–Sí: la unión con Dios. Y la resurrección. Vivir siempre.
–Su obra ha sido nominada al Premio Nobel de Literatura. ¿Qué lo hace sentir eso?
–Una satisfacción, realmente. El hecho de que ahora se está conociendo y difundiendo lo que yo antes había estado escribiendo. Ahora está empezando a ser más conocido. Es lo que yo he estado escribiendo toda la vida.
–Usted es poeta pero también escribe prosa y también es escultor. ¿De esas tres disciplinas cuál disfruta más?
–La poesía. Escribir la poesía. Esa es mi verdadera vocación. La escultura es una cosa secundaria. Me veo más como poeta".
–¿Para qué escribe el ser humano?
–Hablamos para comunicarnos. Y escribimos para que lo que hablamos quede permanente".
–¿Por qué algunos seres humanos necesitan comunicar a través de un poema o una novela, y millones de otros no recurren a la escritura?
–Se comunican de otra manera. Pero hay unos que nacemos con la vocación de la comunicación y la escritura. Hace poco me dijeron que hiciera el juicio de un poeta joven y que algo dijera de él. Empecé a leerlo y encontré que no le encontraba sentido a nada, entonces le escribí que no le encontraba sentido y que por lo tanto no podía opinar sobre eso. No le dije que era bueno o malo. Le dije que yo no podía opinar porque no le entendía, simplemente.
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En su juventud, al tiempo que escribía, esculpía y daba misa, Cardenal se rebeló en simultáneo contra una de las dictaduras que hirió profundamente a Nicaragua: la de los Somoza.
Cuando el sandinismo se hizo con el poder tras la mítica revolución de 1979, al artista y padre le tocó ser político encabezando el ministerio de Cultura.
Después de 1990, cuando el Frente Sandinista perdió las elecciones, Cardenal se fue distanciando del partido liderado por el caudillo y actual dictador de Nicaragua, Daniel Ortega.
El artista, religioso y político nació en una familia pudiente de Granada, en el Pacífico nicaragüense. Primo del poeta Pablo Antonio Cuadra, Cardenal estudió Literatura en Managua, en México y después en Nueva York. Luego viajó a Italia, España y Suiza.
En los 50 regresó a Nicaragua y se opuso a la dictadura de los Somoza. Al final de esa década se marchó a Estados Unidos, al estado de Kentucky, y se juntó al sacerdote Thomas Merton en el monasterio de la orden trapense Nuestra Señora de Getsemaní.
Más tarde estudió teología en México y se convirtió en sacerdote en 1965, en su natal Granada, de vuelta en Nicaragua.
Ernesto Cardenal será recordado por su prominente obra poética, nominada al Nobel de Literatura en 2005 y ganadora de los premios internacionales Pablo Neruda (2009), Reina Sofía (2012) y Mario Benedetti (2018); también por sus memorias, donde narró las aventuras de una vida en la que no faltó nada.
Una aventura de casi un siglo que vivió un extenso capítulo en el remoto archipiélago de Solentiname, al sur del lago Cocibolca de Nicaragua, donde el poeta se hizo pintor de arte primitivista y educó cultural y espritualmente a los lugareños.
Una aventura de casi un siglo por la que también se le recordará por ser un destacado defensor de la teología de la liberación en América Latina.
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–¿Cuáles son sus poetas favoritos?
–Ha sido principalmente Ezra Pound, el poeta norteamericano. El gran poeta de Estados Unidos y mayor poeta del siglo XX.
–¿Hay alguno latino que sea referencia para usted?
–¡Mejor no decir nombres! (ríe)
–También se ha interesado mucho en el cosmos y en la ciencia. ¿Piensa que hay vida inteligente fuera del planeta Tierra?
–Creo que debe de haber. Habiendo tantos millones de planetas, millones de galaxias con millones de estrellas, tiene que ser para que haya algún ser inteligente en este universo. De otra manera no tendría sentido.
–¿Será que estos seres también crean arte?
–Creo que sí, de alguna manera. Pero no sabemos cómo sería su arte ni cómo serían estos seres. No sabemos si van a estar vestidos o van a estar desnudos como los animales.
–¿Cuál es el primer recuerdo que le viene a la mente?
–¡Ya no me sigás preguntando! Eran tres preguntas… Bueno, mi primer recuerdo es en la ciudad de Granada, en la casa que se llama ahora la Casa de los Tres Mundos. Era yo un niño y estaba haciendo teatro. Nací el día de San Sebastián. He celebrado en Diriamba y en Granada. Me imagino yo que viendo esas celebraciones, hice el papel de San Sebastián, poniéndome una sábana y viéndome en el espejo. Ese es el primer recuerdo, yo creo. En la casa de mi infancia. Tenía tres años. Ya más tarde nos fuimos a León. Estando en León ya tenía yo cinco años".
–¿Cuál ciudad le gusta más, Granada o León?
–Me gusta más León. Estaba ya un poco mayor y disfrutaba más de la ciudad de León.
Esa fue su sentencia a una pregunta que divide opiniones en su país de origen. Y eso que él nació en Granada, el 20 de enero de 1925. En tiempos de paz, esas son las dos ciudades que atraen a más turistas. Las mismas que antes de Managua fueron capitales de Nicaragua.
Después de la plática el poeta le pidió a Luz Marina que, por favor, le comprara ciruelas en el supermercado. Se dejó tomar fotos, se despidió y se fue a su cuarto.