Ernesto Cardenal ya no camina como antes. Con 90 años a cuestas, el poeta nicaragüense se mantiene en pie frágil; tanto así, que los trayectos más largos los hace en su silla de ruedas.
Sin embargo, su mente continúa tan activa y polémica como siempre. La noche de este viernes, la XVI le rindió homenaje al “poeta vivo más importante de Hispanoamérica”, como se le describe usualmente.
Durante la actividad se presentó la antología poética Seguir viaje , publicación de las casas editoriales Uruk (Costa Rica) y Anama (Nicaragua).
En el Teatro de la Aduana se hicieron presentes autoridades del gobierno como el presidente de la República, Luis Guillermo Solís y la ministra de Cultura, Sylvie Durán.
Asimismo, acompañaron el homenaje el presidente de la Cámara Costarricense del Libro, Luis Bernal de Montes de Oca; los editores de las casas Uruk y Anama; y su estimada colega, la poeta y novelista nicaragüense, Gioconda Belli.
Cardenal sostiene que la poesía ha sido su política y su política ha sido armar la revolución con palabras.
Se le conoce por su obra artística –principalmente lírica, pero también ha volcado su inquietud a la escultura– , por su temprana ordenanza como sacerdote católico y por la fundación de una comunidad artística en el archipiélago de Solentiname en Nicaragua.
“La revolución la trae Dios. La hace Dios con los hombres pero viene de Dios”, asegura.
En su vida no ha separado ninguna de sus facetas. Se sabe poeta y se presenta como sacerdote, aún cuando desde hace unos años el Vaticano le prohibió administrar los sacramentos, precisamente por su vinculación con el gobierno sandinista (en el que ejerció como Ministro de Cultura).
Aún así, ha expresado admiración por el trabajo del papa Francisco I.
“Ni yo me he peleado con la Iglesia ni la Iglesia conmigo. Me hizo sanciones un papa anterior a este (Juan Pablo II), pero no me ha quitado el sacerdocio. Soy un sacerdote castigado con un castigo que he considerado injusto, pero cumplo la sentencia”, afirma con contundencia.
Cardenal responde las preguntas con la misma firmeza y buen humor con la que recita los versos de su poesía.
Anoche, la Feria del Libro le dedicó la última hora de su primer día a escuchar al nicaragüense declamar los epigramas de su adolescencia, las oraciones líricas de su juventud y las reflexiones más recientes respecto al consumo y tecnología.
El público, que llenó los asientos del teatro, se mantuvo cautivo por las anécdotas que presidieron cada una de las obras, contadas por el mismo poeta.
Epigramas , su poemario de 1961, lo recuerda como una compilación de sus amores de adolescente, amores que finalmente lo empujaron a seguir el amor de Dios, según explicó.
También leyó su poesía Oración por Marilyn Monroe , inspirada por la muerte de la afamada actriz estadounidense en 1962.
Cardenal recordó como su obra más importante a Cántico cósmico (1989) un poema de más de 600 páginas dedicados a los misterios del universo.
Ahora que se ha retirado de la escritura, confiesa que continúa leyendo con la misma devoción que siempre, aunque los textos que consume son de ciencia.
“Los descubrimientos científicos son cada vez más interesantes y más novedosos. Es como una oración leer los libros científicos, porque eso también me une a Dios”, argumentó.
A sus años de Solentiname hicieron referencia todos los presentes, con nostalgia por la utopía que creó y que finalmente se desvaneció tras la revolución.
Cardenal también recordó esos años con cariño, leyendo Evangelio de Solentiname, con cuyos versos que cerró la lectura: “Rejodidos hermanos míos de Solentiname, me valió verga la muerte”.