Cabaret es un montaje arriesgado. Vale la pena aclararlo desde un comienzo no como una advertencia, sino como una oportunidad.
Montar una obra musical en el Teatro Nacional no es algo típico, y esa es la primera razón por la que esta adaptación en Costa Rica es importante. No solo llama la atención los cambios estéticos como la elevación de la luneta a la altura del escenario para recrear el kit kat club, un cabaret alemán de los años treinta; sino que el Teatro Nacional no ha sido históricamente el sitio que recibe a este género escénico.
Además, es la primera vez que se monta Cabaret en Costa Rica, con muchas libertades como la clara intención de mostrar erotismo y declarar un discurso en que las liberaciones personales y sexuales son cardinales.
¿Qué esperar de esta adaptación de Cabaret, entonces? Lo que sea necesario.
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Concibiendo al cabaret
Quien está a cargo de mover los hilos de Cabaret es Luis Carlos Vásquez, director escogido por Teatro Espressivo (productor del espectáculo) que cuenta con un Premio Nacional de Cultura y ya había trabajado con el recinto curridabatense en Drácula.
Ahora, Vásquez se toma la oportunidad de imaginar desde cero esta taberna de Berlín en la que las escenas sexuales, las ilusiones, el baile y el humorismo son imprescindibles. En montajes internacionales, Cabaret ha tenido una puesta en escena para mentes abiertas, y Vásquez asegura que se ha soltado la melena con las libertades creativas.
“Nos encanta poder tomarnos esas libertades”, dice el director. “Estábamos muy conscientes de que era el momento para hacerlo y las personas realmente se van a sorprender porque hemos sido atrevidos. Es algo que ha resultado muy divertido, pero que además no deja de lado el discurso político que lleva”.
Sin ánimos de adelantar de qué va la puesta en escena, el espectador puede asombrarse desde los primeros cinco minutos del montaje. Vásquez pareciera declarar, con la presentación del personaje de Emcee (una suerte de anfitrión omnipresente) que quienes están presentes van a ser parte de un acto fuera de convenciones.
“Había que aprovecharlo de esa manera. Estos personajes tienen una gran libertad sexual, una libertad de pensamiento. Es una sociedad en la que se demuestra que somos personas diferentes y todos calzamos. Esto sucede durante el ascenso del nazismo así que termina resonando con más fuerza la carga del discurso", explica.
Este montaje también tiene la particularidad de que dos actores y dos actrices se intercambian papeles, doblaje que no es de extrañarse en musicales.
En esta oportunidad, la idea no fue concebida así desde un comienzo sino que, al momento de las audiciones, era imposible seleccionar a un solo intérprete para los papeles.
El primero de los personajes que cuenta con estas características es Sally Bowles, la protagonista de la historia. Sally es un personaje mítico de los musicales caracterizado por su idealismo, sus aires de grandeza como estrella del kit kat club y su deseo imperioso de sobresalir sin importar quien esté al frente.
Para la interpretación de Sally las actrices a cargo son Isabel Guzmán y Silvia Baltodano, dupla que anteriormente había protagonizado el musical Chicago en sus dos temporadas (2017-2018). Para ambas, el musical no es desconocido (Guzmán se formó en este género en Nueva York mientras que Baltodano en Londres) y las dos intérpretes confiesan que Sally era un pendiente en sus carreras.
La particularidad, en esta ocasión, es que en las funciones que no interpretan a Sally les corresponde encarnar a Lulú, otra bailarina del club.
“Sally es un personaje muy complejo”, analiza Guzmán. “Ella está en este ambiente de los años treinta y demuestra una libertad en la que no se le puede tachar tan fácilmente por la forma en que lleva su vida. Es difícil construir al personaje al no tener esa continuidad en todas las funciones, pero más bien alimenta la puesta desde la perspectiva de ver la obra en otros ojos".
“A mí siempre me ha encantado este musical porque considero que el discurso está por encima de la música”, cuenta Baltodano. “Ella no está haciendo algo con respecto a su contexto. Tiene una ilusión muy falsa, muy idealista... Siento muy apropiado porque la imaginación de Sally calza en un lugar como el Teatro Nacional”, agrega la actriz.
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Del lado masculino, el rol que es interpretado por dos actores es casualmente el de Emcee, el anfitrión del club que aparece de escena en escena para la continuidad de los acontecimientos.
Quienes se turnan en este personaje son Marcos Rodríguez y Johnny Howell. Cuando ambos no son Emcee, les corresponde interpretar a cuatro personajes secundarios.
“Para mí Emcee es como una voz de la consciencia social”, reflexiona Rodríguez. “Él siempre, de una manera muy sutil, da a entender que hay algo entrelíneas. Hay un espectáculo muy grande que siempre lo rodea, pero él siempre está ahí porque hay algo por decir. Es un personaje muy importante y creo que es muy difícil de olvidar”.
“Mi personaje tiene toda esta libertad de pensamiento y sexualidad. Es muy rico jugarlo con todas las herramientas que he incorporado, porque así puedo jugar la situación que atraviesa con tanto humor y movimiento. Este personaje nunca te deja quieto. Yo desde que lo conocí tuve la fantasía de interpretarlo porque es súper memorable. Tiene un carisma muy particular y una voz importante para las críticias que hace la obra contra ciertos temas complicados”, dice Howell, el otro intérprete de Emcee.
Para el director Vásquez, sería impensable construir este espectáculo sin la presencia de estos cuatro intérpretes. Además de ambas duplas, el elenco se completa con Francisco Rodríguez, Silvia Rojas, Rodrigo Durán, Melvin Jiménez, Karina Lesko, Karina Obando, Laura Barquero, Laura González, Mildred Ramírez, Uriel Morera, Franco Fernández y Bruno Camacho.
“Cuando hicimos la audición ellos estaban empatados y no queríamos a dejar a ninguno fuera. Tal vez incluir mas intérpretes sonaba como darle más tiempo de cocción a la obra, pero ellos y ellas ya traían el chip y fue más un proceso de ensamblaje de todas las partes”, recuerda.
Al hablar de ensamblaje, Vásquez también explica el proceso de combinar un montaje que no solo incluye la actuación, sino también el baile y la música. En total, el elenco se conforma de 16 actores y bailarines que se completan con diez músicos de orquesta, dirigidos por Juan Francisco Nájera, quien había hecho la dirección musical en Chicago.
Para el cuerpo de histriones, los ensayos debían concretarse no solo con las indicaciones de Vásquez, sino de la directora coreográfica María Amalia Pendones, quien viene de dirigir y producir la tercera temporada de Alicia en el país de las maravillas en diciembre pasado, justo en el mismo escenario.
Pendones y Vásquez comenzaron desde finales del año pasado los primeros bocetos coreográficos, inspirados en algunos montajes populares como el realizado por Sam Mendes en 1993.
Aún así, ambos aclaran que esta adaptación se permea muy superficialmente de ese montaje.
“Fue un proceso de comenzar desde cero. Queríamos tener nuestra propia línea de pensamiento, con el uso que nos daba el espacio del Teatro Nacional. La elevación de la luneta ayudó a sentir el teatro como un espacio más íntimo, a pesar de ser tan grande. Claro, es difícil mostrar un cabaret decadente en un sitio tan hermoso como el Teatro Nacional”, dice Pendones entre risas.
“De la misma manera, yo me sentí con absoluta libertad creativa por parte de Luis Carlos (Vásquez) para confeccionar las escenas. Yo generaba la idea y nos reuníamos para dialogar. Muy poco se cambió de lo que teníamos en mente al momento de ponerlo en escena, así que la esencia se mantiene bastante”, agrega la coreógrafa. También Pendones asegura que tomar Cabaret después de Alicia le ha permitido concentrarse solo en la coreografía y no en la dirección general, algo que le alivia.
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Tras la simbiosis con Pendones, Vásquez asegura que el espectáculo que imaginó en su mente es muy parecido al de la puesta en escena.
“Cabaret está en un momento muy apetecido. Siempre ha sido un espectáculo vigente, pero ahora ha comenzado un nuevo ciclo en Latinoamérica. Es una gran responsabilidad que tomo con mucha libertad para esta adaptación”, finaliza.
Vea el espectáculo
El estreno de Cabaret se realizará el domingo 5 de mayo, a las 6 p. m., en el Teatro Nacional.
Las funciones continuarán el jueves 9, viernes 10, miércoles 15, jueves 16 y viernes 17 de mayo a las 8 p. m.; sábados 11 y 18 de mayo a las 4 p. m. y 8 p. m.; y las funciones de los domingos 12 y 19 de mayo serán a las 6 p.m.
Las entradas para la temporada se pueden adquirir en el sitio web www.espressivo.cr o llamando al teléfono 2267-1818. Los tiquetes cuestan ¢15.000 para galería lateral, ¢20.000 para galería central, ¢25.000 para palco, ¢30.000 para platea, ¢45.000 para butaca y ¢50.000 para zona cabaret, una sección confeccionada para este espectáculo que cuenta con servicio de vino y bocadillos durante los primeros quince minutos de la función.
El espectáculo es apto para mayores de 15 años.