Todos los intérpretes de La traviata cargan sus celulares en sus bolsillos o en las manos. Tienen las manos ágiles, listas para usarlos como si fueran armas.
En la producción de la Compañía Lírica Nacional, el París contemporáneo no tiene por qué envidiarle intrigas a la ciudad de principios de siglo XIX en la que Giuseppe Verdi (1813-1901) ubicó el melodrama de la cortesana Violetta.
Cuatro días antes de su estreno, los engranajes de La traviata aceleraban el paso en el Teatro Popular Melico Salazar. Bajo el escenario, los camerinos se revolvían inquietos con los últimos ajustes del vestuario y, en el foso, los músicos de la Orquesta Sinfónica Nacional encontraban sus lugares.
El estreno será este domingo 23 de julio, a las 5 p. m. En total, el montaje ofrecerá seis funciones hasta el 1.° de agosto. Es la primera vez, desde 1987, que la Compañía Lírica Nacional ofrece su gran montaje anual en ese teatro. En las últimas tres décadas, las óperas se produjeron en el Teatro Nacional.
Antes de llegar a la semana de ensayos en el Melico, durante los últimos tres meses, el director escénico –el argentino José Darío Innella–, y el director musical –el estadounidense Arthur Fagen– trabajaron, codo a codo, por conseguir que la visión que diseñaron juntos sea tal cual la imaginaron junto al director de la Compañía Lírica –José Manuel Aguilar–.
“Las producciones modernas son válidas, son inspiradoras y son una forma de decir algo no solamente para entretener al público”, asegura Innella, una semana después de que anunciaran que la historia usará celulares, tabletas y computadoras como parte de su utilería.
“Para mí, esa es la diferencia entre el entretenimiento y el arte. El entretenimiento es lo que el público quiere y, ciertamente, no es la ópera lo que quieren las grandes audiencias. La ópera es una forma de arte y tenemos la obligación de decir algo con ella”, añade el director.
Los directores insisten en que los cambios estéticos no afectan en absoluto el libreto original de la ópera. La interpretación emocional de la ´música de Verdi es inmune al tiempo.
“No estamos inventando, estamos traduciendo”, precisa Innella sobre su trabajo.
Una diva de hoy. El compositor italiano y el libretista Francesco Maria Piave estrenaron La traviata en 1853, en la famosa casa de ópera La Fenice en Venecia.
La traducción literal del italiano al español refiere a una “mujer caída”: una hermosa cortesana de gran fama que sucumbe, casi de forma simultánea, al amor y a una enfermedad mortal.
La soprano cubano-estadounidense Elizabeth Caballero encarna a Violetta, una heroína que se debate entre una vida superficial y una muerte trágica.
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“En mi opinión, las cortesanas eran como las mujeres de hoy en día”, describe Caballero a su nuevo papel. “ Tenían negocios y sabían entretener a todo el mundo, a los hombres especialmente. Era todo el sentido de la palabra entretenimiento: hablaban con ellos, jugaban cartas con ellos. Cosas que no se les permitían a las mujeres (...) Por eso me gusta este personaje: es una mujer que hizo lo que le dio la gana y hasta murió en sus propios términos”.
La Violetta de la ópera tica no es una cortesana sino una celebridad. Como tal, la acosan quienes la adoran en el pico de su fama y la hostigan quienes la ven en su caída.
Un amor en apariencia auténtico, lo profesa un fotógrafo fuera del círculo social de la protagonista, Alfredo Germont, quien es interpretado por el tenor italiano Massimiliano Pisapia. Sin embargo, el padre de Alfredo intentará separar a los enamorados.
“La ópera está viva y es muy moderna”, afirma Pisapia.
“La hipocresía siempre está. En esta hipocresía, todos están de fiesta, Violetta está feliz pero, cuando va a morir, ¿cómo se encuentra? Casi sola”, afirma el cantante lírico.
“Todo el mundo la ama cuando está en ascenso y, cuando cae...”, explica Innella con una mueca de desagrado.
“Pasa con todos los que exponen su intimidad mientras es divertido y, cuando deja de serlo, no lo pueden detener”, lamenta el director.
Para una lectura contemporánea de Violetta, tanto el director escénico como su intérprete mencionan referencias contemporánea como cantantes –Britney Spears y Amy Winehouse– y modelos controversiales –Anna Nicole Smith–.
El vestuario y el escenario que rodean a los intérpretes también se ve contemporáneo.
Los celulares son el caso más evidente del cambio de ambiente. Sin embargo, lo suntuosos vestidos de las fiestas fueron creados con referencias a la alta costura francesa y su costura fue supervisada por el ganador del Premio Nacional de Teatro 2016, Francisco Alpízar.
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La escenografía es sencilla y actualiza los espacios del libreto original: la solitaria habitación de Violetta, los lujosos salones de fiesta de su amiga Flora.
“Hay riesgos que se pueden tomar y no son antojadizos”, asegura el director de la Compañía Lírica, José Manuel Aguilar. “Estamos para asumir esos riesgos”.
Aguilar estima que la inversión total tuvo un costo de ¢80 millones. No obstante, la Compañía pudo desahogar presiones en su presupuesto con patrocinios de empresas privadas: aportes de vestuario de boutiques y, en escenografía, muebles y detalles de la utilería.
Lo inmutable. La música de La traviata tiene momentos favoritos incluso entre quienes no hayan visto antes la historia. Son memorables el brindis que hace Alfredo en la primera fiesta de la ópera – Libiamo ne' lieti calici – y el aria en el que Violetta declara su pasión por la libertad de vivir bajo sus términos – Sempre libera –.
“Los de mayor edad están acostumbrados a las interpretaciones más tradicionales. Es casi como ir a un museo vivo”, asegura el director musical de la puesta. “Pero hay personas jóvenes que no han tenido tanta exposición a la ópera y si quieres llamarles la atención con una experiencia que los identifique a nivel personal, una producción así es invaluable”.
Fagen declara como su labor la preservación de la invariable “sensación de las emociones humanas”.
“La música te da una visión interna a las emociones serias que tiene Violetta hacia Alfredo y, luego, la tragedia de renunciar al hombre que realmente ama”, detalla Fagen sobre la composición de Verdi.
El conductor dirige con su batuta el balance entre las voces distintivas del elenco, la sonoridad de los cantantes del Coro Sinfónico Nacional y el acompañamiento instrumental de la Orquesta Sinfónica Nacional.
“Yo siento que cada personaje tiene una voz propia”, explica la mezzosoprano Keren Padilla, quien encarna a Flora, amiga de Violetta y a quien describe como un personaje “oscuro” y “con mucha malicia”. “Todas esas partes psicológicas del personaje le ayudan a uno a encontrar la voz del personaje”, asegura Padilla.
“Toda la primera parte es belleza del canto porque es el acto que, musicalmente, la gente más recuerda: está el brindis y el aria de la soprano que es bellísima”, detalla el tenor Joaquín Yglesias sobre su trabajo vocal como Gastone, el amigo que presenta a Violetta y a Alfredo.
Aunque para la dirección es importante que el montaje sea “lindo, hermoso y expresivo”, Innella admite que le parece aburrido asistir a la ópera para “ver si los cantantes logran las notas o no”.
Fagen apunta que el ensamble visual y sonoro solo funciona si el todo es más grande que la suma de sus partes.
“A mí me gusta la experiencia. Para mí es un arte catártico”, se confiesa Innella.