Él muere, pero sus versos nunca. El poeta y sacerdote nicaragüense Ernesto Cardenal, una de las plumas literarias más reconocidas de Hispanoamérica y bastión de la revolución sandinista, murió este domingo 1.° de marzo a los 95 años. La muerte se dio por complicaciones tras una operación de hernia abdominal, según informó la Compañía de Jesús en un comunicado publicado por el diario español El País.
Deja de herencia su templanza revolucionaria, su provocativa prosa y el sonido sagaz de su imponente y desafiante verbo.
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Ni el propio Juan Pablo II, que públicamente regañó a Cardenal por su activismo político en los años 80, pudo apaciguar su alma inquieta. Él siguió adelante, con la bendición de la Iglesia o sin ella.
Primero con Daniel Ortega, y en los últimos años contra él, Cardenal es una estrella que no se apagará nunca en el firmamento de las luchas sociales contemporáneas.
Considerado uno de grandes defensores de la llamada Teología de la Liberación, que ha chocado contra el Vaticano durante décadas, Cardenal combinó con entrega, sencillez y trabajo su vida literaria con sus ideales políticos.
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Haber fungido como ministro de Cultura al servicio de Daniel Ortega, de eso no se arrepintió nunca, pero de lo que pasó después, desde luego que sí. Lo desgarró por completo. Mucho de lo que escribió, de alguna u otra forma, habla y hasta grita sobre ello.
“Fue una Revolución muy bella, lo que pasa es que fue traicionada, lo que hay ahora en Nicaragua es una dictadura familiar de Daniel Ortega. Eso no fue lo que apoyamos nosotros", dijo Cardenal en una sus más controversiales entrevistas, publicada en el 2015 por la AFP.
Fue en la década de 1990 que sus discrepancias con la conducción política de Ortega lo llevaron a renunciar del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), pasando a formar parte de una disidencia que le costó no pocas persecuciones.
“Ya no hay FSLN sino un partido electorero que ha puesto en el poder de nuevo a Ortega”, le ha dado todos los poderes del país y lo está enriqueciendo fabulosamente", dijo sobre su excompañero de lucha. Al final de sus días, disminuido físicamente y alejado por completo de cualquier puesto de poder, una infección que invadió su cuerpo y problemas en la vesícula acabaron con la vida de Cardenal. El poeta, eso sí, no se fue sin condenar la represión a las protestas iniciadas en abril del 2018 contra el actual gobierno, que según grupos humanitarios dejaron al menos 325 muertos.
De hecho, esa fue la última bandera social que alzó el legendario literato, autor de reconocidas obras como Oración por Marilyn Monroe y otros poemas, La revolución perdida, Cántico cósmico, Epigramas y Oráculo sobre Managua, que han sido traducidas a más de 20 idiomas en todo el mundo.
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Premios como el Pablo Neruda en el 2009, el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en el 2012 y el Mario Benedetti en el 2018, sellaron para el mundo la trascendencia de su arte y la profundidad de sus palabras.
Incluso, en el 2007, fue nominado al Premio Nobel de Literatura y presente en quinielas al prestigioso galardón desde entonces. Habría sido un honor formal para coronar su carrera, pero nada más que eso, pues desde hace tiempo sus asiduos lectores ya lo habían colocado en los más dignos altares artísticos.
Más de 30 años de investigación social y militancia encarnada fueron el mayor respaldo para la realización de su poesía mística.
Hay muchas razones para leer a Cardenal, dijo a RTVE la editora María Ángeles Pérez: la primera tiene que ver con “el impacto que produce leerlo”.
“La segunda, por su exteriorismo, el nombre de un estilo, que se desarrolló en el siglo XX y que introdujo una poesía creada con imágenes del mundo exterior, con elementos de la vida real”, apuntó Pérez.
Y agregó: “La tercera, por su visión integral del ser humano. Por todos sus saberes que están unidos por la raíz común del amor”.
Inquieta existencia.
Ernesto Cardenal nació en 1925, en Granada, Nicaragua. Fue ordenado sacerdote católico en 1965, abandonando la comunidad contemplativa de la orden trapense para apoyar la lucha del Frente Sandinista (FSLN) contra la dictadura Anastasio Somoza, que gobernó el país por casi medio siglo.
Convencido de que el religioso “no puede estar ajeno a las luchas políticas” celebró misas en los campamentos guerrilleros, ayudó a crear una red internacional de solidaridad con la guerrilla, fue vocero del FSLN cuando sus dirigentes estaban en la clandestinidad y compartió junto con Ortega la entrada triunfal de los sandinistas a Managua en julio de 1979.
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“Fue la fiesta de un pueblo que en sus 500 años de historia nunca había tenido algo similar”, recuerda Cardenal en su libro La Revolución perdida (2004).
Sus poemas políticos, como La hora cero, que dedicó a la lucha del héroe sandinista y antiimperialista Augusto César Sandino, inspiraron la composición de canciones testimoniales que animaron la lucha revolucionaria de la época.
“Son los más vigorosos y eficaces que ha dado la poesía política de América Latina”, reconoció en una oportunidad el escritor uruguayo Mario Benedetti.
En febrero del 2019, el papa Francisco eliminó la “suspensión a divinis” del sacerdocio impuesta por Juan Pablo II en 1985 sobre el poeta, debido a sus vínculos con el gobierno sandinista.
“Agradezco y recibo la decisión amorosamente”, dijo Cardenal al conocer la noticia. Ese mismo mes, desde un hospital en el que yacía enfermo, Cardenal volvió a celebrar misa.
En sus últimos días, Cardenal vivió con sencillez, retirado de la esfera pública y escribiendo obras muy personales. Entre ellas figuran publicaciones como Que voy de vuelo y Somos polvo de estrella.
Así se despidió de Costa Rica.
En setiembre del 2015, Cardenal visitó Costa Rica para ser homenajeado ser homenajeado XVI Feria Internacional del Libro. Durante el evento presentó su antología poética Seguir viaje , publicación de las casas editoriales Uruk (Costa Rica) y Anama (Nicaragua).
Ese día, como despidiéndose de los ticos, leyó poemas de sus distintos trabajos, incluyendo varios de su libro Epigramas, el cual dedicó a sus amores juveniles antes de convertirse en sacerdote católico; así como su poema Oración por Marilyn Monroe.
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Cardenal volvió a contar las historias que suscitaron cada uno de los poemas que leyó, desde su juventud enamoradiza, sus años de sacerdocio y su comunidad en las islas de Solentiname en el Lago de Nicaragua.
Sin duda, fue una gran experiencia para los ticos que estuvieron allí esa jornada. Ellos no solo se quedaron con la imagen de su cabello canoso, cuerpo encorvado y sonrisa tímida, sino que ese día aprendieron a cantar su prosa con la voz original del legendario protagonista.
No es poca cosa. Fue la voz melodiosa y crítica de la revolución sandinista.