En la edición de 1970 del Diccionario de la Real Academia Española, el académico Julián Marías aparece como “autor de ensayos filosóficos”, no como filósofo. Su modestia lo ofende: él era filósofo. Lo mismo puede decirse de Luis Fernando Araya Rivas, quien prefiere no ser identificado con tan insólito oficio; mas Araya también es filósofo.
Durante casi 40 años, Araya ha meditado sobre la realidad y los futuros de Costa Rica, y sobre la epistemología (teoría de la ciencia), la ontología (teoría del ser), la gnoseología (teoría del conocimiento) y la ética (teoría del bien), entre otros aspectos de la filosofía.
El filósofo costarricense es colaborador habitual de la Página Quince de La Nación. Crítico de los dogmatismos, del mercado irresponsable y de la confusión Estado-Iglesia, Fernando Araya ha publicado 12 libros. El más reciente es Nietzsche: Del nihilismo a la teoría de la creatividad artística (EUNED). “Es una versión revisada del que publiqué en 1991: El heredero de Dionysus: Nietzsche y la creatividad”, indica el autor.
Conversamos con el ensayista.
–¿Qué aporta Nietzsche a la teoría del arte?
–Precisamente la teoría de la creatividad artística centrada en el desarrollo de la capacidad de crear realidades nuevas, y que en lo fundamental cubre la interacción entre voluntad de poder y arte; el análisis de lo apolíneo y lo dionisiaco en la expresión artística; el análisis del artista como sujeto sobrecargado de fuerza creativa, y la aplicación del principio epistemológico según el cual una pluralidad de sujetos en interacción genera el conocimiento: no como conocimiento de un sí separado del sujeto, sino como una expresión de la voluntad de vivir.
–¿Por qué rechaza usted las ideologías?
–Las ideologías son sistemas de creencias que exigen adhesiones incondicionales, no se someten a la carga de la prueba y de la experiencia, y se utilizan como instrumentos de control social y manipulación psicológica.
”Por el contrario, el conocimiento es un sistema de descubrimiento progresivo de la realidad que contrasta sus contenidos con la experiencia y la carga de la prueba, y es capaz de autocorrección y evolución. En los procesos de conocimiento, si la evidencia aconseja modificar contenidos, se modifican; pero, en los procesos ideológicos, si la evidencia contradice a la ideología, peor para la evidencia.
”Para reducir el impacto corrosivo de las ideologías, es necesario generalizar la enseñanza de las ciencias; introducir la educación en lógica formal, lógica dialéctica y lógica matemática; invertir mucho más en ciencias y tecnologías, y cultivar una cultura personal y social capaz de autocorrección y evolución”.
–¿Qué es lo que usted llama “racionalidad totalitaria”?
–Es la convicción de que existe un orden en el universo y la historia; que existe una ciencia de ese orden; que existe una persona, grupo o institución que conoce esa ciencia, y, por tanto, tiene el derecho de imponer su voluntad al resto de los mortales.
”Cuando alguien piensa de ese modo, se convierte en fanático. Las sociedades están enfermas de fanatismos, infectadas de absolutos, secuestradas por odios sectarios y multiformes.
”Marxismo, comunismo, fascismo, nazismo, falangismo, anarco-capitalismo, socialismo del siglo XXI, fanatismo religioso, filosofías dogmáticas y nacionalis-mos son algunas formas de racionalidad totalitaria”.
–Entonces, mejor sería hablar de “ilusión totalitaria” o de “irracionalidad totalitaria”.
–Es verdad. Lo que yo denomino “racionalidad totalitaria” no es racional pues se trata de un esquema mental sin apoyo en los conocimientos científico-humanistas, que además conduce a experiencias dictatoriales de gestión socio-económica. No obstante, prefiero utilizar el concepto “racionalidad totalitaria” porque bajo ese nombre he dado a conocer mi tesis.
–¿Qué es la racionalidad?
–Es la facultad que permite construir sistemas de conocimientos progresivos sobre lo real, alcanzados desde el interior de la realidad, con capacidad de autocorrección y evolución.
”Todo ello se concreta en ciencias físico-matemáticas (astronomía, cosmología, biología, química, física, geología), disciplinas socio-humanistas (antropología, politología, sociología, economía, historia, administración, psicología) y ciencias lógicas (lógica formal y lógica simbólica).
”La racionalidad es logo-afectiva o logo-erótica, en el sentido de que incorpora las dimensiones lógicas de la inteligencia y las afectivo-emocionales. La racionalidad sintetiza distintos niveles e intenta aprender la realidad como unidad de sus diferencias dimensiones.
”Definida como facultad racional, la racionalidad se construye priorizando la fundamentación pertinente de sus contenidos, correlacionándola con hechos comprobados y privilegiando la experiencia”.
–¿Puede la neurociencia contribuir a superar las ideologías?
–Sin duda. Discernir los fundamentos cerebrales del pensamiento humano y del mundo emocional es clave para aclarar el porqué del fenómeno ideológico y también los mejores caminos para superar toda ideología.
–¿Cree que la razón explica a la emoción, pero la emoción no puede explicar a la razón?
–Lo que tenemos no es razón por un lado y emoción por otro, sino una racionalidad de síntesis, racional-afectiva o logo-erótica. La racionalidad simultáneamente opera en los planos lógico formal, lógico dialéctico, lógico matemático y afectivo-emocional.
”Ni la razón explica a la emoción, ni la emoción a la razón, porque ambos factores están compenetrados de manera estructural, y se explican mutuamente.
”Nuestras sociedades están demasiado acostumbradas a pensar en términos dualísticos: ser-hacer, teoría-práctica, contenido-forma, apariencia-realidad, amigo-enemigo, razón-emoción...; pero esto es una gran desorientación.
”En ciencias físico-matemáticas y disciplinas socio-humanistas, es imperativo priorizar la investigación sobre la unidad de lo real y sus implicaciones, no sobre las dualidades. Lo real es una síntesis de niveles y fuerzas en interacción, pero el pensamiento aún no aplica esa síntesis, y aún no se piensa como siendo parte de ella”.
–¿Cómo puede haber una “compenetración indistinguible de los sujetos y los objetos”, como usted sostiene? Así, el conocimiento sería innecesario pues ya sabríamos todo. Eso sería un panteísmo ontológico y gnoseológico.
–En La magia del conocimiento, el libro de donde usted extrae esa cita, intento superar el dualismo sujeto-objeto. Existe una íntima y estructural relación entre el sujeto que conoce y el objeto conocido; sin esta relación, el conocimiento sería imposible.
”Por esto propongo sustituir el principio del dualismo epistemológico sujeto-objeto –que divide arbitrariamente la realidad en dos mundos: el de los sujetos y el de los objetos–, por el principio de la continuidad comunicativa sujeto-objeto.
”Ello toma como punto de partida el hecho evidente de que tanto sujetos como objetos pertenecen a la misma realidad. Lo real es la unidad sujeto-objeto; por eso hablo de “compenetración indistinguible de los sujetos y los objetos”, pero esto no equivale a identidad absoluta. Mi afirmación no puede ser calificada de propia de un panteísmo ontológico y gnoseológico”.
–¿Podemos conocer realmente cómo es una piedra “en sí”?
–Su pregunta se enmarca en el paradigma del dualismo sujeto-objeto, y ese no es mi punto de partida. En el dualismo, el conocimiento de “un sí” es imposible porque nunca tenemos el modo de saber si la imagen del objeto corresponde o no a ese objeto.
”Si situamos el asunto bajo el principio de la continuidad comunicativa sujeto-objeto –unidad estructural del que conoce y lo conocido–, entonces conocer no es conocer un “en sí” situado fuera del sujeto.
”En tal caso, conocer es conocer desde dentro al objeto, y entonces sí es factible tal conocimiento. El acto de conocer no necesita ir hacia la realidad puesto que ya se encuentra instalado en ella como actualización de lo real en la inteligencia”.
–¿Qué piensa de la política, las guerras, la religión, el Estado laico…?
–La política está enferma de tibiezas, cinismo y circo; el Estado laico es imprescindible pues construirlo libera de ignorancias y servilismos; las guerras son demenciales y hay que analizarlas desde la perspectiva de las víctimas, de los inocentes, de quienes no ejercen ningún tipo de poder: de este modo se hace evidente que toda guerra es macabra; la religión es hoy una deforme caricatura de sus raíces.
”¿Cómo emanciparse de un mundo cínico? No siendo cínicos, y con prácticas de libertad, autonomía, autogestión, inclusión social y fraternidad”.