Ya es tradicional la colocación de un nacimiento o “portal” en las salas de los hogares, los edificios públicos y las iglesias de nuestro país. Se suele llamar “pasito” a las figuras de San José, la Virgen María, el Niño Jesús, la mula, el buey y los tres reyes.
Cuando se recrea, con un despliegue de inusitada creatividad, la historia, relatada en los evangelios de Lucas y Mateo, se convierte un teatro quieto, en el que no se olvida el imaginario popular y lo descrito en textos apócrifos.
Esta manifestación cultural también se refleja en las letras. Poco conocido es El portal bello y devoto , folleto de 48 páginas publicado por fray Ponce M. Gerona en 1960. Se encuentra dedicado a la Asociación de Portalistas de Cartago y guarda el sello de la Colección Seráfica, N.° 5, impreso en El Heraldo .
Contiene una serie de recomendaciones que parecen perseguir la construcción de un canon inquebrantable para hacer el portal, escenificación que simboliza el surgimiento de la cristiandad.
Asimismo, presenta una serie de observaciones que permiten encuadrar la visión de la política internacional de aquella época, representada por el enfrentamiento entre la religión católica y los gobiernos comunistas surgidos en el siglo XX.
Pugna ideológica
Hoy, 56 años después, encontramos en este librito la defensa del pensamiento tradicional católico a inicios de una década, la cual estaría marcada por replanteamientos estéticos como el del arte pop. En el contexto político, se desarrollarían hitos como el del afianzamiento de la revolución Cubana, el asesinato del presidente Kennedy y las protestas estudiantiles, obreras y sindicales del Mayo Francés o la Noche de Tlatelolco, en México.
Como si se tratara de un anticipo de estos hechos, el autor plantea: “Las Asociaciones de Portalistas del mundo están a disposición del Papa (Juan XXIII) para difundir el bien con este medio tan edificante y eficaz, como es el pesebre”.
Y agrega: “nosotros, amigos del pesebre, levantamos contra la Paloma Picassiana de la Paz Comunista, el Ángel de Belén con la gloria y la paz de Cristo”.
El portal, entonces, se convierte en una expresión política, en la que se reafirma el enfrentamiento de argumentaciones de la derecha contra la izquierda.
Es concebido el belén, pletórico de luz e inocencia, como estandarte que se contrapone a gobiernos que pregonaban el rechazo a la religión católica.
A propósito se detalla “¿Sabía usted que la Asociación de Portalistas de Hungría, antes de la esclavización comunista, tenía 80.000 socios?”.
Benignidad de una representación
Encontramos también una serie de recomendaciones que tienden a fomentar la devoción del portal: que no se participe en concursos con el propósito de ganar un premio, pues lo más importante son las visitas
La costumbre de “portalear”, como se podría decir entonces, era lo fundamental. De esa manera se pretendía crear un ambiente de colaboración y estímulo entre familias.
Se pide poner en el portal un telón de fondo, “aunque sea un solo color liso de cielo”, y así concentrar la atención del espectador.
Ordenan que no se haga “en el puro suelo” porque no estamos acostumbrados a la “vista de pájaro”.
Que en su lugar se use una plataforma a la altura mediana de una persona. Parecen, así, olvidar la creencia popular de colocar al Niño Jesús en el piso para que repare casa, como se escucha aún en Costa Rica.
Las figuras, de diferentes tamaños, se colocan “las mayores más cerca del que mira y así ir disminuyendo el tamaño hasta el horizonte”.
No aprueban el llamado “portal bazar”, en el que se mezclan “cosas viejas” con las que se podían encontrar en aquel tiempo, como las monjas o los soldados.
Ese hecho llama la atención cuando observamos los portales fotografiados por el antropólogo Fernando González Vásquez, en el libro La Navidad costarricense , antología de Elías Zeledón, publicado por primera vez en 1993.
Allí encontramos que no se siguieron las recomendaciones de fray Ponce M. Gerona.
Vemos la convivencia de las carretas típicas, las mujeres con hábito religioso y las casas contemporáneas junto a la bíblica visión de Belén.
Instan a representar otras escenas, aparte de la del nacimiento, tales como la anunciación del Arcángel San Gabriel a la Virgen María (aquí, se recalca que tienen que aparecer solamente estos dos personajes pues todavía San José no convivía con ella y los padres de María habían fallecido).
Se puede presentar la visitación de la madre de Jesús a su prima Santa Isabel (cuya indumentaria es de alta alcurnia y debe vivir en una casa acomodada).
En la Anunciata o el anuncio de los ángeles a los pastores se evidencia una hoguera encendida.
Asimismo, se afirma que los ángeles pregonaron la buena nueva a los ovejeros como a kilómetro y medio de la gruta en la que nació Jesús.
Y no olvida la degollación de los santos inocentes; sin embargo esta representación no debe ser demasiado cruda, por lo que “basta que se adivinen las congojas” de las madres atormentadas.
En esta escenografía de “yeso, gangoche y papel” se evita la artificialidad del polvo de vidrio brillante o los bombillos que son de puro adorno.
Además, el fray motiva a incorporar la flora palestina como palmeras, higueras, olivos, granados, albaricoques, melocotones, almendros, naranjos, limoneros o nopales.
Es posible que el portal costarricense del siglo XXI ya se encuentre desprovisto de la significación política que le daban en 1960. Y que nunca caló hondamente la estética divulgada en este folleto.
Sin embargo, la muestra de fe, alegría, arte y magia popular de hacer portales se cultiva de manera incesante. Tal como se señalaba en un refrán catalán: “Si portal en su casa habrá, nunca el pan en ella faltará”.