No hubo momento para prepararse. De un solo golpe, Do Not soltó su música súbitamente.
En el Anfiteatro del Parque La Libertad, comenzó a sonar la música. Se sentía diferente, no como un concierto usual. Las vibraciones se sentían más que nunca: rebotaban sobre los huesos de los asistentes.
El concierto que comenzaba era uno diferente, uno especial para la población sorda. Con música electrónica vibrando con intensidad, el anfiteatro se convirtió en una casa de música para todos.
Música para sentir
La música no solo se oye, sobre todo se siente. Esa fue la premisa que tomó el dueto Do Not para su presentación.
De la misma manera en que un texto es transcrito al braille, los músicos se preguntaron: ¿por qué la música no puede ser llevada a quienes tienen dificultades auditivas?
La música confirmó su carácter universal. Niños de la escuela Fernando Centeno Guell comenzaron a bailar en medio de la pista, tomándose de la mano en forma de círculo.
A su lado, la profesora Giselle Ugalde los anima. Les estira sus brazos y los hace saltar mientras una ola invisible de vibraciones ataca los cuerpos de los presentes.
“Esto está hecho para que ellos sientan con todo el cuerpo. Existe la idea de que el baile solo es cosa de oyentes, pero eso es un mito. Nada más véanlos qué felices están”.
Algunos de los niños se quitan sus audífonos con apenas unos minutos de concierto.
“La capacidad auditiva es diferente para cada uno, porque, al igual que todos,cada persona es diferente”, dice Ugalde.
Efectivamente, los cuerpos de todos los presentes reaccionaron. Hubert Watson a ratos tomaba el micrófono para soltar letras sobre las canciones, mientras la intérprete Estefanía Carvajal comunicaba al resto de personas el significado de la pieza.
Ernesto Bolaños, miembro del grupo, se mostraba eufórico desde su tablero. Desde hace dos años y medio ha llevado a cabo una investigación para realizar la presentación.
“Esta puede ser una presentación un poco opaca para quienes tienen una capacidad auditiva más alta. La potencia es diferente porque un concierto tradicional no tendría tantos sub buffer (altavoces de audiofrecuencias subgraves)”.
Las paredes del anfiteatro se encargan de rebotar todas las vibraciones para que el sonido no caiga y los cuerpos reaccionen diferente.
“Yo sentía la vibración en el pecho”, dice una muchacha en las afueras del recinto. “Yo lo sentí en la cabeza”, le contestó otra.
Algunos llevaron unos cuantos globos para potenciar la vibración del concierto, pero no hizo falta.
“Es muy hermoso que todos vean cómo estos espectáculos nos hacen vivir a todos. Desde mi parte, lo viví muy especialmente, fue muy emotivo. Espero que para todos los demás también”, finalizó Bolaños.