Los vecinos de la ciudad de San José enviaron un agradecimiento a las Cortes de Cádiz el 5 de abril de 1814 en los siguientes términos: “Sorprendidos nuestros ánimos de la honra tan grande, como inesperada, con que la munificencia de Vuestra Majestad ha tenido a bien condecorar a estos sus humildes vasallos, ni acertaremos a tributar nuestro reconocimiento con el respeto y encomio que corresponde, porque tal es el efecto de la sorpresa; ni sin ella encontraríamos voces expresivas ni frases bastante enérgicas que manifestasen el alto grado de nuestra gratitud, y el colmo de júbilo que llena nuestros corazones”.
La razón de semejante júbilo fue el que las Cortes de Cádiz habían otorgado el título de ciudad a San José en la sesión del 13 de octubre de 1813 para premiar sus méritos y servicios.
¿De qué méritos y servicios se trataba? A finales de 1811 y principios de 1812 hubo varias revueltas en El Salvador, Honduras y Nicaragua; no obstante, a Costa Rica, hace 200 años, se la premió porque este tipo de situaciones no existió en su territorio; además, colaboró con sus fuerzas militares a apaciguar el ambiente, en especial en la ciudad nicaragüense de Granada.

Para los josefinos de aquel tiempo estaba justificada la alegría. En primer término, la ciudad era símbolo de civilización, de progreso; en segundo lugar, aquella sociedad estimaba mucho los títulos pues otorgaban derechos y honores.
Por ejemplo, San José ya podía formar un cabildo (municipalidad), derecho que se había modificado pues la Constitución de Cádiz (de 1812) había dispuesto que esa institución se fundara en los pueblos de mil o más habitantes. ¿Qué sentido tenía entonces ese título?
Aquel tipo de reconocimiento consolidaba a la población josefina frente a otras regiones del país, y se sumaba a los adelantos en los campos económico, demográfico, educativo y político que ya colocaban a San José sobre las otras poblaciones, incluida la capital colonial, Cartago.
El autor del proyecto destinado a lograr el título de ciudad en las Cortes de Cádiz fue el sacerdote Florencio Castillo. Para fundamentar su pedido, él se basó en la información que le enviaron desde Costa Rica sobre el comportamiento de la provincia frente a las revueltas centroamericanas.
Herencia agradecible. El esfuerzo de Castillo respondió a la estima que este sacerdote tenía por el lugar pues vivió en San José desde los dos años de edad: una deuda más de San José con este Benemérito de la Patria
El padre Castillo conocía muy bien la situación político-económica de Centroamérica y, por lo tanto, de su provincia. Su estrategia fue fortalecer a las provincias periféricas frente a las capitales centroamericanas, como la ciudad de Guatemala y la de León (Nicaragua).
El religioso sabía bien de “la arbitrariedad con la que se procede en las capitales, acostumbradas a oprimir a las provincias”, obstaculizando su desarrollo, según él mismo escribió.
Ese mismo procedimiento lo aplicó dentro de los territorios que serían después los países de la región. En el caso de Costa Rica, Castillo pretendía robustecer a los demás pueblos frente a la ciudad de Cartago. Por tanto, solicitó –además del título de ciudad para San José– el de villa para Ujarrás, Heredia y Alajuela.
La estrategia de Castillo queda más clara si se considera que no pidió ningún premio para Cartago.
El título de “muy noble y leal” para la antigua capital lo recomendó la Comisión Ultramarina, posiblemente a instancias de uno de sus integrantes, el sacerdote Antonio Larrazábal, de Guatemala.
La consolidación de San José con el título de ciudad fue uno de los muchos aspectos que colaboraron en el proceso que la llevó a ser la capital de Costa Rica en 1823.
Además, la propuesta del padre Florencio y las disposiciones de la Constitución de Cádiz fortalecieron a las poblaciones mencionadas para que, en el momento de la independencia, Cartago tuviera contrapesos que respetar cuando Costa Rica tomase decisiones importantes para echar a andar la construcción de su forma republicana de gobierno.
Aquella fue una práctica preindependiente que introdujo a los josefinos en el conocimiento y la defensa de sus derechos como ciudadanos. Celebrar los doscientos años del título de ciudad para San José es reconocer una herencia y una responsabilidad para seguir construyendo una sociedad más justa a través del diálogo y del compromiso democrático.