Con tan poderoso verso como título, Nadie que esté feliz escribe (Nadar Ediciones, Chile, 2017) es un poemario que juega con la idea de la poesía amorosa, que juega con las palabras y los sentidos, que juega con la escritura, que juega con los lectores.
Este libro de Gustavo Solórzano-Alfaro (Alajuela, 1975) está repleto de ironías, revelaciones y celebración de una poesía consciente de sus contradicciones y maravillas.
Lectora y poeta de frente al texto, este es el resultado de una productiva conversación.
Lecturas, obsesiones musicales (los Beatles) y literarias (Harold Bloom, gramática, estilo), temas filosóficos, la tecnología y la propia poesía… ¿Cuál es el hilo que teje esta diversidad en este nuevo poemario?
El hilo es la relación entre la vida conyugal y la escritura, las formas en que ambos universos se influyen mutuamente. Uno permite trabajar con los materiales de lo cotidiano, el otro con la reflexiones sobre el mundo.
Nadie que esté feliz escribe le da título al poemario. Es un verso potente y plantea al escritor como a un infeliz a quien no le queda más remedio que exorcizar sus penas, como a alguien que no está completo y por eso escribe… ¿Cómo es realmente este poeta? ¿Qué lo impulsa a escribir?
Esa es la referencia básica o la primera que percibe el lector, pero el libro se encarga de ironizar con ese sentido, de trastocarlo. En realidad, el poeta de este poemario parece tener bastantes momentos felices, y lo que lo impulsa a escribir más bien es la posibilidad de pensar, de cuestionarse a sí mismo y su realidad, de buscar sentidos. Hay un intento por romper con las nociones convencionales o ingenuas de que escribimos para “salvarnos” o para “exorcizar demonios”. Pensamos, por tanto, escribimos. El arte tiene que ver más con el pensamiento que con las emociones. Y aunque no soy fan de las artes visuales contemporáneas, quizá coincido con ellas en ese punto: lo primero es la idea.
Ve la poesía como “manifestación concreta” y como “una lucha contra la corrosión del comején”... Entonces, ¿cuál es su lucha como poeta?
Sí, es un poco eso que acabo de expresar, y que aparece en este poema que citás, que se llama La poesía como experiencia concreta. El escritor lucha, si se quiere, incansablemente, pero eso es la vida. El poema habla de pintar unas sillas para el jardín. ¿Qué es la vida si no ese permanente hacer cosas que a la larga se acaban o que a nadie le importan? Y no digo esto con amargura, sino como una forma de aceptación.
La música es apenas/ una nota al pie de “Famous Blue Raincoat”./ La poesía es solo/ un garabato al margen de tu nombre. En varios poemas, la amada se revela como refugio, como salvadora y como destino final. Al final, ¿se trata de poesía amorosa?
( Se ríe ) ¿Sabés que ahora que el libro ya está publicado tengo mucho más claro que sí, que se trata en gran parte de poesía amorosa? Hay bastantes poemas de amor, sin duda. Pero hay todo un replanteamiento de este concepto, hay una renovación del motivo amoroso, una nueva mirada, si se quiere.
Se burla de los poemas de amor (por incompletos e imposibles), pero los escribe. La voz del poeta está consciente de la contradicción y la asume, ¿cierto?
Sí, sí, exacto, es eso mismo que te cuento. Mucha de la materia de la que está compuesto este libro se basa en esa contradicción, en esa imposibilidad, la cual es totalmente asumida y consciente.
La de los poemas no es la única imposibilidad en cuestión, también está la de las palabras, la del sentido… ¿Cómo marcan las imposibilidades sus poemas?
Pues son el motor, definitivamente. Parto de la idea de que cualquier cosa que hagamos es un intento por superar esa imposibilidad, pero siempre nos quedamos cortos. Hablamos, escribimos, actuamos, vivimos, en fin, como una manera de encontrarle un sentido a las cosas. La escritura sabe que ese sentido no existe o siempre se escapa, pero es quizá esto lo que la motiva, lo que permite que escribamos. Esta inclinación psicoanalítica, y lo digo con total irresponsabilidad ( se ríe ), está presente en el título y a lo largo del libro.
Habremos de reconocer entonces/ el aroma de todas esas flores;/ y si así lo decidimos,/ responsables seremos también/ de cargar un jocote/ con la dinamita pura/ capaz de volar/ los cimientos del futuro. dice en Después de Saussure. ¿Qué hace un texto sobre Saussure hablando del jocote tronador?
Aquí me embarrialo ahora en terreno lingüístico (se ríe). En ese poema juego con la idea ya clásica del significante y el significado; me cuestiono el problema de escribir desde un contexto geográfico en particular y, sobre todo, desde un idioma en particular.
En Enseñanza de la muerte como un segundo idioma escribe ¿Aunque pensándolo bien, ¿cómo será morir en una/ lengua muerta/ ¿Sería posible aún el dolor en el griego de Safo?/ ¿Cómo declinar la muerte en latín? Es un interesante juego entre lenguajes y concepciones de la muerte. ¿Morir es regresar al paraíso? ¿Hay algo más allá o es un acto que se acaba en la palabra?
Aquí está de nuevo el problema del idioma, del lenguaje como aquello que nos marca desde el nacimiento, el discurso que atraviesa el cuerpo (de nuevo el psicoanálisis dice presente). Y sí, la muerte es el retorno al paraíso, al estado previo, desprendidos de la conciencia, o más bien de lo inconsciente, para ser consecuentes. La muerte es el fin de la palabra, o viceversa.
Por ahora todavía nos desplazamos por el mundo./ Seguimos creyendo que somos la sal de la tierra. Así termina la Falacia naturalista. ¿Hay un profundo desencanto de la humanidad?
Me encanta esta idea bíblica de la “sal de la tierra”. Tengo tres referencias modernas que son una canción de los Rolling Stones, la memorable frase del príncipe de Salina en El gatopardo, en la versión fílmica de Visconti y el documental de Wim Wenders. Ahora, más que desencanto hay resignación. La sal de la tierra es la humanidad, como dueña y señora de la creación, capaz de dar sentido, o sazón, a las cosas ¿correcto? Pues no. No lo somos. A pesar de lo que afirma Coelho, al universo no le importamos (se ríe). El mundo se las arregló la mayor parte de su tiempo sin nosotros, y lo seguirá haciendo. Y cuando se alcance la singularidad tecnológica, que es de lo que habla este poema, se habrá completado quizá la cuarta “ofensa” a la humanidad. Siguiendo a Freud, la primera es la cosmogónica, pues la Tierra no es el centro del universo; la segunda es la biológica, pues no somos el centro de la creación y la tercera es la psicológica, pues no somos individuos autónomos sino que estamos gobernados por lo inconsciente. La cuarta, la singularidad tecnológica, y aquí solo especulo y aventuro, transformará todo eso aún más.
¿De dónde podemos obtener la sabiduría / para escribir o para dejar de hacerlo?/ (...) Yo solo busco una gramática distintas,/ para entender el amor y sus derivados. El poemario también es un arte poética en que revela preguntas, certezas y experiencias sobre la escritura. ¿Se lo planteó así desde su gestación?
Sí, así es. Primero fue el verso Nadie que este feliz escribe, que abre el libro y que luego le daría título. Como te contaba al inicio, el problema de la escritura es materia prima en estos textos.
El poeta incluso es sardónico con sus pares, para muestra este botón: La poesía es el lago/ en el que Narciso cree/ ver su rostro, perfecto./ La crítica, el espejo/ que le devuelve su rostro/ verdadero: deforme . Hay una defensa de la importancia de la crítica, tema en que usted ha insistido.
Completamente. De hecho no diferencio entre poesía y crítica. Ambos son ejercicios escriturales, donde lo que importa es el estilo, como marca, como motor de la idea. Y sí, el hablante se muestra sardónico en este poema que mencionás. De hecho, la segunda parte es un tiro directo contra los autores que producen poemarios en serie, uno por año, uno cada seis meses, que tienen cinco poemarios inéditos, todos aguardando ser la próxima revelación. Y todos son iguales. Para mí eso es mera irresponsabilidad.
¿Cómo se acerca y se aleja este poemario de tu obra anterior?
Se acerca porque el hablante que lo atraviesa es el mismo personaje del anterior, que sigue cuestionándose el tema de la escritura, y sus búsquedas lo llevan a jugar con el poema en prosa, con el poema en verso, con el verso blanco. Se aleja porque su voz ahora es más clara y ha retomado sin pudor el ritmo de la poesía amorosa, por ejemplo; la música de lo íntimo y de lo lírico, y ha logrado fundirla con un poco más de habilidad con la ironía.
Presentación
Nadie que esté feliz escribe es el nuevo poemario de Gustavo Solórzano-Alfaro. Fue publicado este año en Chile por Nadar Ediciones y será presentado en Costa Rica este jueves 3 de agosto, a las 7 p. m., en Café Rojo (120 metros al oeste de la Alianza Francesa), en San José. El libro está a la venta en Duluoz, Buhólica, Librería Andante y Frantz & Sarah.