Jennie Erin Smith llegó a Costa Rica con un libro amarillo bajo el brazo . Un libro grueso y en apariencia inofensivo. Sin embargo, al abrirlo, se desenmaraña una red de tráfico de reptiles, cuyo negocio se extiende por cinco continentes.
Mundo perdido ( Stolen World , en inglés) se publicó en el 2011 , pero tardó una década en ser escrito. A diferencia de otros libros, en este caso los personajes son reales y pueden encarar al escritor.
La menuda novelista estadounidense convertida en periodista y ahora en escritora, encontró en la no ficción una plataforma para contar historias tan reales que suelen rebasar su imaginación.
Al respecto, Smith conversó con La Nación en su visita al país, al que fue invitada por la Embajada de Estados Unidos en Costa Rica.
Como escritora, ¿qué ventajas le da la no ficción en contraposición a la ficción?
En Costa Rica creo que se están perdiendo muchas oportunidades en términos de no ficción porque sí hay periodistas latinoamericanos escribiendo este tipo de libros. En El Salvador, donde vivo, está El Faro y ellos han sabido convertir sus artículos en libros con gran éxito.
”Pues, la gran ventaja es que no hay que inventar nada, la realidad es ya de por sí interesante”.
Al trabajar con personajes y situaciones reales, ¿cuáles son los cuidados por tener?
Uno no puede inventar información donde no la hay, eso es lo más importante para mí. Hay un tipo de no ficción que recurre a elementos como imaginar escenas o así, pero yo evito eso. Dentro de los límites de la no ficción se pueden crear escenas muy vívidas, sin inventar.
Al contrario de otros escritores, a usted los personajes sí la pueden contactar por teléfono y encararla.
Me pasó que las fuentes en que se basan los personajes reaccionaron después de la publicación del libro.
”La historia tiene dos personajes centrales que al inicio del libro eran rivales; luego se hicieron amigos y terminaron siendo enemigos. Sus peleas y rivalidades, así como su amistad, fueron parte del libro.
”Tras la publicación, uno sí estuvo contento con lo que escribí sobre él y el otro se enojó ; eso me preocupó porque tiene antecedentes de comportamiento violento”.
Debe ser difícil ser neutral cuando hay dos posiciones tan antagónicas como las de ellos.
Eso es lo interesante de trabajar con criminales. Simplemente son mentirosos por naturaleza. Entonces, uno se plantea, ¿cómo hacer una narración cuando los sujetos son criminales y mentirosos?
”Hice las entrevistas, las transcribí y esperé. Cuando encontraba información que contradecía lo dicho por ellos, volvía al sujeto para preguntarle otra vez. Ese libro demoró 10 años en escribirse.
”Otra cosa es que llegué a conocer muy bien a mis protagonistas. Cuando aparecía nueva información que ellos negaban, igual la incluí en el libro porque confié en mi experiencia y sabía que la información era verdad. Se quejaron, pero nadie me demandó”.
¿Requiere la no ficción un lector ya dispuesto a estos géneros?
No. El nivel de acceso de la no ficción es más amplio y menos complejo para el lector.
”Cuando estuve en Colombia intenté leerme toda la obra de ficción de Gabriel García Márquez y no pude, pero sí me leí todas sus crónicas porque él supo que la no ficción no tiene que ser tan elaborada.
”La simplicidad es clave en no ficción: el escritor no se mete tanto con el texto, no hay tantos juegos de palabras. Eso sin dejar de ser un texto literario”.
La no ficción en Latinoamérica se enfoca en narcotráfico y deja por fuera otros temas.
Llegué a Centroamérica con la idea de seguir escribiendo no ficción porque esta es tierra de historias. Las historias están aquí; la cuestión es quién está dispuesto a escribirlas, al menos en inglés.
”Si bien hay blogs ambientales, ¿quién hace narrativas más largas? ¿Y dónde se compran?
”El año pasado tuve suerte con la revista The New Yorker con una historia sobre el Darién y la empecé con solo una pregunta en mente: ¿qué hay?
”Aún recibo muchos correos sobre esa historia y es porque no hay mucha gente escribiendo sobre esta parte del mundo en inglés.
”Hay muchas historias para hacer narrativa, el ‘pero’ es que se necesita dinero para perseguirlas”.
En el caso de los temas ambientales, ¿puede ser la no ficción una herramienta para concientizar?
Sí, pero hay que tener cuidado. Creo que un escritor de temas ambientales es muy diferente a un ambientalista. No creo que un escritor de temas ambientales deba estar obligado a cambiar conciencias. Su obligación es ser honesto y algunas veces eso requiere ser duro con los ambientalistas.
”Cuando escribí la historia sobre la muerte Jairo Mora, publicada en la revista The Tortoise , no lo incluí, pero la pregunta que me hice fue que tan en peligro está esa población de tortugas marinas en el Caribe de Costa Rica. Por lo que sé, no está particularmente en peligro. Ese es el tabú.
”Entonces, ese pobre joven estaba trabajando para una organización internacional para ejecutar su visión y lo puso en peligro, al punto de perder su vida en el proceso. ¿Valió la pena? ¿Cambió algo en Limón? No.
”Su familia recibió dinero al ser declarado como un héroe de Disney, pero eso no es significativo. Entonces, ¿por qué murió?
”Eso fue algo que evité abordar en el artículo, porque es muy delicado y no sería justo.
”Sin embargo, el hacerme esas preguntas es precisamente lo que me diferencia de un ambientalista. Para un ambientalista, todo es por la causa; en cambio, para un escritor, todo debe ser honesto”.