Dentro del garaje de Joaquín R. del Paso hay un cuadro tan grande que debe apoyarse en una pared, o quizá ocurra lo contrario. En la duda, mejor es no mover el cuadro ni la pared: el piso de arriba podría bajar sin usar las escaleras. El realismo irónico del cuadro es tal, que nos tienta a entrar caminando en la pintura para saludar a los turistas que bailan finamente y a los empleados laboriosos que los cargan bajo un sol que cae con violencias de dictador caribe.
En la sala de Joaquín R. del Paso hay tantos paisajes que llevan a otros mundos, que la casa es más grande por dentro que por fuera. Aquí, en San José, la casa es modesta, pero las pinturas son soberbias.
Joaquín (né Rodríguez) acaba de recibir el Premio Nacional Aquileo J. Echeverría en Artes Visuales, compartido con Javier Calvo.
“Lo agradezco, pero no lo esperaba, tal vez por lo que hago y por mis ideas. Yo no he trabajado para ganar premios, sino para justificarme a mí mismo”, dice el artista tico nacido en México hace 52 años.
Del Paso mereció el premio por su exhibición Fata Morgana, abierta en la Galería Des Pacio en febrero del 2013. La puesta integró pinturas al óleo e instalaciones.
Esta sala es un taller: hay obras en marcha, pero otras ya se han ido. El pintor explica que se ha consolidado entre los compradores de arte en Costa Rica, y que también expone cuadros y los vende fuera gracias a una galería de California.
Hacia la pintura. Hablar con Joaquín R. del Paso consiste en escucharlo. No es dominante ni poseur –digámoslo en francés a fin de parecerlo–; al contrario, el artista es cordial, pero sus palabras corren tras sus pensamientos, y uno no sabe a cuáles seguir porque se escapan.
Del Paso es un creador que ha leído mucho e hilvana ideas que ignoraban su parentesco hasta ahora. Joaquín es un artista intelectual que pinta con pasión. Como él vive en el futuro, habría que comenzar hablando de sus planes.
“Presentaré una retrospectiva en el Museo de Arte y Diseño Contemporáneo en noviembre”, adelanta. Del Paso recibirá dos mil metros cuadrados en los que exhibirá, más que un catálogo de sus obras, un catálogo de sus técnicas pues Joaquín frecuenta con igual felicidad el dibujo, el óleo, la acuarela, la cerámica y la instalación.
A partir de esa exposición, el artista organizará un libro comprehensivo que se editará en el 2015.
“También quiero hacer una nueva animación en video, y crear una obra grande, bidimensional, que sería la pieza central de la exposición. Aún no sé si será una pintura, pero deseo que figuren los presidentes de los Estados Unidos que se han sucedido durante el largo gobierno de Fidel Castro, y también aludiré a los viejos autos norteamericanos que aún circulan en Cuba”, precisa el creador.
¿Cuándo empezó como artista? “Profesionalmente, en 1991, a los 29 años, con una exposición ofrecida en la Galería de Jacobo Karpio, a mi retorno de mis estudios en el Pratt Institute , de Nueva York. Antes había pintado, pero no me había dedicado completamente al arte”, responde Del Paso.
“En mis 24 años de arte profesional, mi trabajo ha sufrido cambios. Ahora pinto, aunque no estudié pintura en una universidad, sino observando a amigos artistas, como como Adrián Arguedas y Federico Herrero”, explica Joaquín.
¿Cambia el arte al mundo? “No; el mundo se mueve por economía y política”, responde. El arte de Del Paso habla por él, y lo hacen también los críticos. Así, Virginia Pérez-Ratton escribió sobre la serie Hotel América (1995): “Una especie de zoom hacia detalles de estos paisajes los convierte en enormes ‘bodegones políticos’: Rodríguez del Paso, al buscar exponer las raíces de la exotización, también ironiza sobre la manipulación posible de esa práctica” ( Aires tropicales, 2007).
La identidad. De pie, visitante lateral de unas selvas que ha pintado, Del Paso opina:
–Costa Rica es un país conservador en el arte y en otras cosas, aunque parece que comienza a dejar de serlo en la política. El público acepta con dificultad las nuevas tendencias artísticas, pero la gente cambiará poco a poco, y ya lo veo en personas de 25 años y menos.
Joaquín R. del Paso ha visitado otras tendencias antes de orientarse (pero no solo) a la pintura:
–Me inicié estudiando arquitectura, pero la abandoné a los dos años, y luego me licencié en cerámica en la UCR. Terminé esa especialidad en 1988 y partí al Pratt Institute, de Nueva York, con una beca del Programa Fulbright. En Pratt me gradué en diseño industrial. Esta especialidad me ha enseñado disciplina y la aplicación de conceptos tridimensionales.
Con frecuencia, Joaquín compone obras por partes que se integran en “mosaicos”: rostros de políticos, de actores... “Percibo que la realidad está fragmentada y transmito la idea de cómo se ha fraccionado nuestra cultura”, revela.
–¿Los orígenes de sus temas?
–Me interesa la construcción de la identidad nacional: ¿dónde se origina? He viajado por muchos países latinoamericanos, y creo que hay más cosas que nos asemejan que las que nos diferencian.
”Podría comprenderse la identidad del costarricense a partir de lo que no somos; por ejemplo, no somos un país que se identifique con algo, a pesar de que hemos tratado de crear iconos: aún se discute si Juan Santamaría existió. Es difícil crear una identidad porque nos sentimos como un satélite de los Estados Unidos.
Aciertos. El arte de Joaquín R. del Paso no es complaciente. A pesar de la exacta ejecución, notas disuenan en el piano de su pintura: rostros chorreados, por ejemplo. Dice:
–En algunas de mis pinturas, unas partes de las personas se deshacen. También influye mi experiencia con el cáncer que sufrí. La irradiación que me aplicaron en el 2007 fue tan agresiva que sentía que estaba deshaciéndome.
”Entonces leí un libro de Zygmunt Bauman, Modernidad líquida, que expone la disolución de las instituciones y de los valores. La tremenda movilidad nos causa incertidumbre. Ansiamos poseer cosas, pero, cuando las tenemos, buscamos otras. En mi pintura también hay un clima de dudas: no solo en rostros, sino en objetos.
Joaquín muestra cuadros pequeños en los que aparecen rostros de personajes del cine y la cultura norteamericanos, incluido Pedro Picapiedra. “Algunas de estas piezas se relacionan con el asesinato de John Kennedy. El pico de la popularidad de los Picapiedra ocurrió en 1962, el año anterior al asesinato”, nos dice. En otra pieza, Marilyn Monroe canta en silencio.
El cuadro que sostiene a la pared se titula Lo mejor está por venir ; traduce una frase que un amigo estadounidense dijo irónicamente a Joaquín sobre Costa Rica. “Pero no añadió cuándo”, aclara el artista.
Un mesero y una cocinera atienden a unos turistas, y el hijo de los primeros toca guitarra para los visitantes. Esta obra alude a la ilusión de que el turismo iba a rescatarnos, aunque ahora habría que rescatarnos de cierto turismo.
“Tomé los elementos de otras partes: lo que ahora se llama ‘apropiación’”, aclara el pintor con un término más usado entre políticos que entre artistas.
Joaquín R. del Paso sigue creando. Sus pinturas son tan grandes –en todo sentido– que los premios solo pueden acertarles.