Algo sucede en nuestra música; más bien, no sucede, lo cual inquieta aun más a José Manuel Rojas González , oboísta del Quinteto Miravalles y cornista inglés de la Orquesta Sinfónica Nacional (OSN) , quien acaba de publicar una punzante indagación sobre el estado de la música clásica en Costa Rica.
En ¿Para qué carretas sin marimbas? Hacia una historia crítica de la práctica de la música “clásica” en Costa Rica (1971-2011) , Rojas objeta los mitos que, a su juicio, paralizan el crecimiento de su arte en el país. Repertorios reiterados, mitos indiscutibles y ausencia de reflexión preocupan a un músico que no concibe un arte que no haga preguntas sobre su propia historia y desarrollo.
Según explica Rojas, cuando regresó de sus estudios en Europa, en 1989, notó “malestar” entre sus colegas: quizás inquietud o incomodidad. Él se formó en filosofía y artes para entenderla.
¿A qué la atribuye ahora? “A la repetición. No hay cambios, no hay propuestas nuevas. Se repite demasiado. Hay mucha falta de cambio y de investigación. Mucha culpa es de las escuelas de música, que tienen serios problemas metodológicos”, considera.
El libro, uno más en una serie contundente de Editorial Arlekín, fue la tesis de doctorado en Estudios de la Sociedad y la Cultura en la UCR.
Revisión. En el libro, José Manuel Rojas desgrana cinco “mitos” sobre los cuales no hemos reflexionado críticamente. Estos son: el piano como instrumento dominante en la educación musical; el Teatro Nacional como espacio único de la “cultura”; la figura dominante del director de orquesta; la sentencia “¿Para qué tractores sin violines?” de José Figueres Ferrer, y el repertorio “repetitivo” de la Sinfónica Nacional.
En 1970, el PLN creó el Ministerio de Cultura y Juventud y, poco después, reformuló la Sinfónica Nacional, en un proceso no exento de crítica. Entonces, Figueres defendió la necesidad del cambio con su frase célebre.
Leída con el ojo de Rojas, a la distancia, tal expresión fue la proclamación de un proyecto cultural que, por consolidarse como el hegemónico, desplazó a prácticas musicales alternas.
“El asunto de la práctica música clásica en Costa Rica se ha convertido en un fenómeno político, más que cultural. La Sinfónica es un proyecto político. ¿Hay otro partido político que haya tenido la imaginación, la capacidad, dentro del sector cultural, de crear otro mito como lo hizo el Partido Liberación Nacional?”, opina el académico.
¿Qué repercusiones tuvo tal fortalecimiento de la Sinfónica? “Que no haya otro proyecto, que no haya otra intención. Aquí se asentó una forma única de pensar la música”, opina Rojas.
“Repertorios tradicionales, repetitivos, canónicos: de fines del siglo XIX y principios del siglo XX; música tonal, melodía fácil... Si usted repite eso durante 45 años, imagine lo que cuesta hacer una propuesta diferente”, considera el músico.
En ¿Para qué carretas sin marimbas? Rojas se detiene en la formación musical, las tradiciones de la orquesta y la cobertura periodística para argumentar que no estamos conscientes de la ideología embebida en la práctica de la música y sus implicaciones. En determinado punto, recuerda una frase de Roland Barthes: “La burguesía escucha el piano con los ojos cerrados”.
La historia crítica de Rojas llega hasta el 2011. Desde entonces, la Orquesta Sinfónica Nacional ha grabado cuatro discos de compositores costarricenses y ha incluido obras ticas con mayor frecuencia en su repertorio. Por su parte, la Escuela de Artes Musicales de la UCR abrió un curso de la historia de la música latinoamericana. La Orquesta Sinfónica de Heredia se consagra a la música latinoamericana y contemporánea. ¿Será suficiente?
Para Rojas, transformar nuestra comprensión de este arte depende de las clases de música en escuelas, colegios y universidades. “La educación en Costa Rica está totalmente atomizada. Las escuelas de música aún no han sido capaces de crear ese vínculo entre diferentes disciplinas y la práctica de música clásica. El enfoque se centra en la técnica y crea sujetos hiperindividualistas a los que les preocupa nada más resolver asuntos del instrumento”, lamenta el autor.
Afinada la vista ante la densidad histórica de estas prácticas musicales, emergen abundantes dudas. Como buena música, no se agota en su escenario.