La existencia humana como una condición que discurre en el marco de un gran juego en el que se gana o se pierde: ese es el asunto de fondo que articula Juego sucio, nueva exposición de los Museos del Banco Central .
Esta exhibición ofrece una lectura transversal al trabajo artístico producido por José Miguel Rojas González (San José, 1959) durante las últimas tres décadas.
Rojas es un artista que ha desarrollado una obra prolífica, caracterizada por su sistematicidad, su vehemencia inquietante y su capacidad de detonar toda suerte de reacciones (ninguna de ellas apacible). Sin embargo, no se había realizado un acercamiento a la totalidad de su trabajo hasta la fecha. Tal vacío es el punto de partida de esta muestra.
Mediante la evocación del “juego sucio” como metáfora de la existencia, la exposición se ordena en tres grandes núcleos de obras que dan cuenta del modo en el cual lo estratégico, lo azaroso y lo lúdico ofrecen distintos caminos hacia un destino único, en el que se gana o se pierde.
Con estrategia. Las obras que aglutina el núcleo denominado El rostro de la violencia orientan la atención hacia el modo reincidente en el cual el artista trata la dimensión estructural y simbólica de la violencia, al enfatizar la vinculación que tiene con las estructuras de poder.
Las referencias a las instancias que violentan la integridad humana están presentes en obras tempranas como La bestial condición humana . Su carácter gestual y matérico, y las figuras encorbatadas y grotescas, ofrecen una interpretación descarnada de los procesos de alienación sociocultural acaecidos en la sociedad costarricense del último cuarto del siglo XX.
Estos rasgos son objeto de un proceso de decantación que se extiende hasta la actualidad, pasando por formulaciones que, como la serie Imágenes del poder , ofrecen una interpretación visceral de los sinsentidos y las arbitrariedades de la burocracia.
Más recientemente, obras como Flash a la perversidad o el Festín macabro cuestionan las perversiones inherentes a todo tipo de injusticia social y política, así como la desigualdad de orden económico, por medio de la caricaturización grotesca y la apropiación de imágenes del pasado y del presente.
Igualmente importantes son los aspectos simbólicos y culturales que justifican o legitiman otras formas de violencia, entre ellos, la ideología o la religión.
Las obras de series como Misericordia , Contraatacando , o América, no invoco tu nombre en vano , abordan de distintas maneras el rol que estas instancias tienen en los procesos de cohesión social y de conformación de las identidades.
Un denominador común de estas obras es el énfasis que el artista deposita en la representación del rostro, como si quisiera hacer visible lo inasible de la violencia mediante la asignación de un rostro.
En estas obras destaca, asimismo, el diálogo que, no sin crudeza, entablan con los eventos políticos, económicos, sociales y culturales que marcan el pulso del contexto actual.
Por dentro. El contrapeso del eje anterior es otra línea de trabajo más íntima, denominada Sin eco en otro cuerpo . Estas obras ahondan en la condición dicotómica de la naturaleza humana; específicamente, en el modo cómo la existencia discurre en un debate entre el Eros (pulsión por la vida) y el Thanatos (pulsión por la destrucción y la muerte).
La representación del rostro pierde protagonismo, y el cuerpo ocupa en estas obras un rol fundamental. Las masas carnosas en estado de implosión de la serie Amatorio , o la distancia infranqueable de las parejas retratadas en las obras de Ese tenue hilo de la vida que nos separa , son ejemplos de cuerpos desolados, cuerpos incomunicados, cuerpos violentados.
También existen otras obras como Sasha o B. J. en las que destacan los cuerpos que simplemente existen como objetos del deseo.
La mirada del artista se orienta, en este caso, hacia el sí mismo, ámbito en el que confluye su propia imagen y la de “otros” que, como sucede con las obras de la serie Marilyn Monroe o la otra cara de Norma Jean e, fungen como objetos del deseo y álter ego del artista.
Se trata de personajes históricos, reales y ficticios, figuras de la cultura pop y estrellas de la industria pornográfica, cuyas historias de vida o lo que socialmente representan, las sitúa como seres que existen al margen del status quo , siendo objeto de toda suerte de exclusiones y de marginaciones. La propia imagen y la de los otros tienen aquí una relación simbiótica que, a veces, transmuta.
Lo lúdico. La imagen subvertida es un núcleo que concentra la atención en otra constante en el trabajo del artista: la problematización del modo en el que se construye la imagen y cómo crea nuevos órdenes de realidad.
Recursos que no son ajenos a sus otros trabajos tienen aquí un lugar protagónico, como la apropiación de imágenes de la iconografía cristiana, la historia del arte occidental y la cultura de masas.
Series como Transgresiones , La Danza de la Muerte , Ensayo sobre el rostro y Rostros de rostros , son representativas de los diversos usos que el artista hace de estos referentes. Estos son presentados a modo de citas explícitas, mediante evocaciones sugerentes y por medio de intervenciones que evidencian la intención de replantear su naturaleza hasta hacerla una imagen con identidad propia.
Tal escrutinio de la imagen comprende también un pronunciado interés en la exploración de una estética que se aleja de las convenciones de lo bello y que se inclina hacia lo grotesco.
Esta orientación estética constituye un campo permanente de hallazgos expresivos, en el que la exploración de las posibilidades expresivas de los materiales, la mancha y el dibujo, tiene un rol protagónico. A este posicionamiento estético le es inherente un cuestionamiento de la legitimidad de las nociones de lo bello o lo bueno.
Además de ofrecer una perspectiva particular sobre la existencia humana, estos tres núcleos y sus ligámenes muestran la riqueza de la obra producida por Rojas en el transcurso de tres décadas.
En Juego sucio, salta a la luz un trabajo profuso y heterogéneo, con una coherencia interna poco común. Orienta, de una manera no necesariamente racional, una obra que se nutre de contexto temporal y espacial como insumo para abordar los grandes asuntos sociales y existenciales inherentes a la humanidad.
La autora es curadora de los Museos del Banco Central y de la exposición ‘Juego sucio’.