Su obra es inconfundible; él es inconfundible. Con enorme síntesis, belleza y lirismo logra que el mármol, la madera, el metal, la piedra y los desechos muestren una exquisita fauna –y flora–, así como eróticos y turgentes torsos femeninos. Él, José Sancho, artista de blanca cabellera, camisas a rayas y fuerte manos, tiene 82 años, más de cuatro décadas de reconocer en los materiales la vida que les palpita dentro.
Durante su trayectoria ha ido guardando sus trabajos icónicos, los cuales forman parte de la colección permanente de la Fundación José Sancho (FJS) –a cargo de sus hijos–. Y, a partir de este miércoles 24 de mayo , Turquía podrá admirar el genio creativo del costarricense.
El Museo Pera inaugurará la exposición Erotic Nature ( Naturaleza erótica ) con 36 esculturas de Sancho: 28 obras de animalística y 8 de sus torsos femeninos. Aunque ya ha recorrido mundo con sus creaciones, se trata, asegura el creador, de la primera vez que expone en una institución tan prestigiosa.
Este muestra es un esfuerzo conjunto entre la FJS y la Fundación Suna and Ínan Kiraç, gracias a la gestión del cónsul honorario de Costa Rica en Estambul, Serhan Süzer.
Han sido dos años de trabajo. Ahora, las obras tienen un elegante y cuidado montaje, que recuerda al patio de la casa-taller en Escazú, en ese museo de Estambul. Ese centro cultural se inauguró en el 2005 tras restaurar y modernizar un edificio construido en 1893 por el arquitecto Achille Manousos.
La sensual naturaleza es hilo conductor. La curadora costarricense María Enriqueta Guardia explicó que la exhibición hace énfasis en la sensualidad con la que el artista trata sus esculturas, los materiales que conoce y trabaja con esmero, así como la naturaleza exuberante.
Con cada pieza, Sancho aspira a la síntesis. “He querido captar la esencia y lo he logrado mediante la síntesis y cierta abstracción”, detalla el artista.
“Esa búsqueda de la nobleza esencial de los seres, a través de la forma, es semejante en las figuras de animales y en los torsos femeninos: figuras que aluden a la libertad, la plenitud y la entrega a la vida, también en nuestra especie”, detalla Carlos Francisco Echeverría, especialista en arte costarricense, en el catálogo de la muestra.
Sin parafernalia, la vida se vuelve arte. Agrega Echeverría en su texto: “Su desnudez, su simple estar allí, sin elementos formales accesorios, desplaza nuestra sensibilidad desde el mundo de lo efímero, de lo artificial y lo vano hacia el terreno de lo esencial . Es así como esas esculturas nos conmueven: sustrayéndonos de la espejeante ilusión que llamamos realidad, y acercándonos a lo eterno y sencillo de los seres y las cosas ”.
Provocaciones de la casa-taller
No hay musa ni truco. Sancho asegura que las ideas de las esculturas surgen espontáneamente, sin provocación.
En su casa-taller, en Bello Horizonte de Escazú, decide qué material le permitirá expresar aquel proyecto al que ya le dio forma en su cabeza e, incluso, sabe qué herramientas utilizará, cómo empezará , cómo logrará encontrar la forma y cómo va a terminar. “No improviso”
Hay pocos bocetos; si lo necesita, hace algunos apuntes rápidos que desecha porque evita que el dibujo lo condicione.
Con el elegido entre manos se pone a trabajar hasta que aquella vida emerge, tal y como la concibió en su cabeza este puntarenense melómano, quien en una primera vida –hasta los 40 años– fue economista.
“Se domina el material cuando se le conoce”, comenta este artista autodidacto.
Algunas piezas nacen por divertimento, otras le exigen un serio compromiso. ¿Y la autocrítica? Afirma saber, sentir, cuáles son esas obras que alcanzan el nivel de excelencia deseado.
No tiene materiales favoritos; sin embargo, en los últimos años, trabaja fascinado las serpientes en las piedras de río. “Me gusta la piedra de río por la facilidad para obtenerla... Respeto mucho la sugerencia del material y es posible decir esto cuando uno conoce sus posibilidades y limitaciones. De esta forma, yo acomodo la serpiente dentro de las posibilidades del material”.
Su taller es una especie de zoológico silente, donde los animales aguardan resguardados del polvo. Hay cardúmenes, colibríes, perezosos...
No faltan en ese espacio los torsos femeninos –y hasta un pubis espinoso por allí–. “Sigo trabajando torsos, algunos más abstractos, otros más figurativos. En realidad, todos son el mismo torso; quiero resaltar el ideal que tengo de la belleza femenina”, explica.
Cuando no está creando animales, torsos o plantas, está trabajando en los pedestales de sus esculturas. “Me estoy atreviendo mucho más en el montaje; me gustan los maderos encontrados para los pedestales porque me gusta mucho el arte que hace la naturaleza. Durante mucho años compré pilares de madera que dejé a la intemperie; ahora los estoy usando. Mi idea es darle valor artístico a la acción de la naturaleza”.
En esa casa-taller, cocina –sencillo, sin receta–, lee y escucha música –siempre se le encontrará en los conciertos de la Orquesta Sinfónica Nacional–.
Tarda poco sin tocar las herramientas, ya que, si no trabaja en esculturas, se dedica a hacer mobiliario. “Es un impulso que no puedo ni debo contralar. Esta es la vocación que me hizo cambiar mi vida por la escultura”.
La exposición en Turquía lo ha mantenido bastante ocupado. Además, pronto instalará una “guaria roja” de 10 metros de altura en San Rafael de Escazú. Genio y figura.