Aunque confiaba en sus cualidades, el pianista Jonathan Duarte no imaginó poder acabar una maestría en el prestigioso Conservatorio Chaikóvsky en Rusia, como lo hizo el pasado jueves.
Con siete concursos internacionales ganados en Lituania, Nueva York, Michigan y otras latitudes, Duarte se ha ganado un nombre propio dentro del reconocido recinto artístico de Moscú. En medio de la euforia que vive Rusia por el mundial de fútbol, y tras un día de frenesí, Duarte repasó el significado de una vida entre ensayos y escenarios.
–En tus primeras entrevistas en Rusia, cuando tenías 18 años, no asegurabas quedarte allá. En ese momento, ¿qué pasaba por tu mente?
–Yo pensaba que iba a llegar a Rusia y que tal vez no me iba a gustar lo que vería. Yo me arriesgué a ver qué pasaba, y si las cosas no me agradaban, regresarme a Costa Rica. Llegué y afortunadamente me quedé siete años más.
–¿Qué encontraste en Rusia que te permitió quedarte?
–Yo había tenido un profesor ruso de piano en Costa Rica. Su nombre es Alexander Sklioutovski (director del Instituto Superior de las Artes). Yo sabía lo que iba a pasar en Rusia, la diferencia más grande fue que en Costa Rica solo hay uno de estos profesores; en Moscú hay 200. Aquí todos tocan piano de gran manera. Yo en Costa Rica fui uno de los mejores pianistas, y llegué a Moscú y me di cuenta que me faltaba muchísimo para ser uno de los mejores. Me sigue faltando.
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–¿Cómo fue el período de adaptación?
–Fue muy difícil porque nadie sabía hablar inglés ni español, así que tuve que aprender ruso muy rápidamente. En las primeras clases de piano ni me hablaban. Mi profesora me enseñaba mediante gestos y aún así aprendí mucho.
–¿Sucedía igual con los compañeros?
–Me fue muy bien con ellos. Hice amigos en los primeros años, y aún continuamos. El lenguaje era un problema para comunicar pero a nivel personal fueron buenos conmigo.
–Desde muy temprana edad te diste a conocer por tus facultades con el piano. ¿Cómo fue crecer en un ambiente de escenarios importantes a corta edad?
–Yo empecé a tocar el piano a los 9 años, pero en serio hasta los 14. Yo sentí que empecé muy tarde, y que pude estar antes en el mundo de música. Para mí, llegar a Moscú fue aprender a crecer rápido como artista y persona.
–¿Cómo fue crecer y pasar de la adolescencia a la adultez en un país como Rusia?
–Ayudó porque los profesores te obligan a hacer lo que tienes que hacer. Uno queda con esa mentalidad. Si uno tiene que hacer algo lo hace, sin excusas sin nada.
–Durante ese período, ganaste siete concursos internacionales. ¿Cómo manejaste esa presión a tan temprana edad?
–Los concursos son la cosa más estresante en mi vida. Yo me acuerdo cuando tomé el examen de manejo en Costa Rica, en Guápiles. Fue muy difícil y estresante para mí. Estar en un concurso es cincuenta veces peor. Uno está obligado a tocar bien porque ha invertido muchas horas practicando y todo se acaba en un solo chance. Uno simplemente no maneja el estrés.
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–¿Cómo fue tu preparación para sacar la maestría?
–Realmente no sé cómo describirlo. He aprendido mucho, no solo como músico, sino como persona. Los rusos me han enseñado mucho.
–Ahora que terminás tu maestría, ¿tenés intenciones de continuar con el doctorado?
–Voy a seguir en el programa Asitentura, que son 2 o 3 años más y es el equivalente al doctorado. La broma es que, cada año, uno aprende qué tan tonto es. Compartir con músicos tan grandes le recuerda a uno lo mucho que le falta por conocer.